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Photo: Santa Sherwood.
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(OP-ED): La cultura DIY y los fanzines tienen mucho que ver con los latinos

Mientras que son muchas las fuerzas y energías destinadas a digitalizarlo todo parece ser que existe una pequeña estela opuesta de artesanía analógica y…

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Pedro & Daniel

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Siempre me han fascinado los fanzines. Cuando era chico porque era el único modo, a través de sus reseñas, de acceder a las tramas y portadas de tebeos a los que no podía acceder. Durante un tiempo, mientras crecía y me hacía adulto, me olvidé de ellos. Vendí mis viejos tebeos pero, aún y así, conservé los fanzines en una caja. Aquello resultó un acierto cuando, ya hace unos años, comprendí que habían hechos, opiniones y sentimientos de gente que habría vivido las mismas experiencias que yo o en la misma zona que no habrían quedado nunca registradas en los imperios digitales o comerciales. 

Por ello volví poco a poco a los fanzines hasta que, actualmente, puede considerarse una de las aficiones con las que pruebo a experimentar una escritura más arriesgada o intimista. Y es que, en términos académicos, los fanzines presentan dos ventajas respecto al libro tradicional. La primera es que funciona como arte termita, denominación para los actos de comunicación cultural sin demasiado feedback, de modo que permite la construcción de un universo personal e intimista que no tiene que doblegarse ante los imperativos del mercado, como le sucedió durante muchos años antes de alcanzar la fama a Robert Crumb o Harvey Pekar.

El segundo motivo está también muy relacionado con la libertad de huir de las necesidades y riesgos que conlleva lo estrictamente comercial, sujeto a las leyes del mercado. Y es que llegan infinidad de manuscritos y biografías a las editoriales pero la paradójica dictadura de la mayoría las excluye de su propio sistema cultural editorial. Por ello, ahora miro con envidia las colecciones de zines de bandas de los setenta y ochenta que posee uno de mis amigos, imaginando con celo las centenares de voces allí ocultas. Por ello quería aquí hoy hacer una pequeña lista de los fanzines latinos más recomendables:

Crudo Soy

 Auténtico underground musical desde Chile. Entrevistas y reportajes de bandas de todo tipo de punk  y hardcore, reseñas de demos y portadas recargadas de la vieja escuela. Para nostálgicos y amantes de la música.

Navegantes de Kloakas

Creado por el Kolectivo Contracultural Las Chapas en Pachamama, Argentina, es un digno heredero de la tradición antipsiquiátrica del siglo anterior. Es esta disciplina humanista, la antipsiquiatria, uno de los mayores ejemplos de las narrativas que fueron posibles gracias a la existencia de los zines, que permitió que confluyeran las voces críticas con el monopolio psicofarmacológico de la salud mental. 

Santa Sherwood

También desde Chile llega este zine fruto de la coordinación de varios periodistas de Usach. Una herramienta para compartir sus escritos, un laboratorio de nuevas voces, que abordan desde los cuentos y poemas hasta el ensayo.

Asfixia

Otra muestra más de la importancia de la antipsiquiatria en el universo de los zines, también desde la Argentina. Una vertiente más intimista que permite todo tipo de colaboraciones autoreflexivas sobre la salud mental, los manicomios y los cuidados mutuos.

Pan Verde

Los zines no sólo recopilan pensamiento crítico y música marginal, también abarcan el arte que se mueve en similares vectores. Y no sé si acaso hay una expresión artística más marginada y criminalizada que el grafiti y la pintura urbana, que a través de fotografía inmortaliza esta revista de Santiago.

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