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LADAMA ©KevinBay
LADAMA ©KevinBay

LADAMA: Una odisea latina con mucho ritmo

Hablamos con las integrantes de LADAMA, una agrupación que promueve el empoderamiento de la mujer latina y promete conquistar Estados Unidos.

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(Instrucciones para leer este artículo: abra su buscador de música favorito y busque LADAMA – Porro Maracatu. Tómese 3 minutos de su tiempo para cerrar los ojos y dejarse llevar)

Sea usted estadounidense, Latino, hispano, japonés o árabe, este ritmo le transportará a otra dimensión.

Quienes venimos de Latinoamérica podemos identificar una vibración que empieza en el corazón, se proyecta en la espalda y hace que las caderas se muevan. Pero lo mejor de todo es que no hace falta ser Latino para que el cuerpo pierda autonomía y empiece a moverse sin su permiso.

Cuatro voces, percusiones indeterminadas para el menos conocedor y armonías divinas describen esta fantástica agrupación musical llamada LADAMA.

Lara Klaus, Daniela Serna, María Fernanda González (Mafer Bandola) y Sara Lucas (La-Da-Ma) se conocieron gracias a esas casualidades que hacen que la vida valga la pena. Oriundas de Brasil, Colombia, Venezuela y Estados Unidos, estas cuatro chicas tuvieron la oportunidad de participar en una residencia artística auspiciada por el Departamento de Estados Unidos – de la mano del programa Found Sound Nation – llamada One Beat.

Con amplias sonrisas y la disposición agradecida del latinoamericano que se sabe afortunado, Daniela y Mafer me cuentan que la residencia contaba con 25 músicos provenientes de todas partes del mundo y que habían postulado vía online con sus aptitudes artísticas, respondiendo a una serie de preguntas para identificar su relación con la comunidad.

“La residencia está planteada para reconocer la música como herramienta de transformación social y de conexión entre diferentes culturas, como si fuera un lenguaje y medio de diplomacia”, me explican.

La residencia tenía una duración de un mes: las primeras dos semanas estaban dedicadas al “roce creativo” – sesiones de composición, de interacción – y las últimas dos semanas consistían en una gira donde se presentaban los temas que se habían compuesto en conjunto,  al mismo tiempo que trabajaban en talleres de formación en diferentes universidades, colegios y comunidades.

“Creamos diferentes espacios para generar un impacto como músicos”, dice Mafer. “Eso nos dio varias luces y herramientas que luego nos servirían para formar LADAMA”.

De lo que no hay duda es que entre Lara, Daniela y Mafer se produjo un “click” y enseguida se dieron cuenta de que compartían ese trasfondo como latinas que muchas veces se refleja en la llamada “picardía” .

Un reto por partida doble

Compartir el rasgo de ser latinas en un espacio diferente las ayudó a reconocerse no sólo como músicas talentosas, sino también como mujeres. “Nos dimos cuenta de que teníamos varias cosas en común, en especial hablando de nuestra circunstancia como mujeres en cada uno de nuestros países de origen”, aseguran las jóvenes.

Con la madurez que dan los años de dedicación a un arte tan disciplinado como es la música, estas chicas ya contaban con el reconocimiento como compositoras, educadoras e intérpretes. Los ensayos en One Beat tan sólo pulieron esas cualidades y les permitieron entenderse en sentido doble: como músicos y como mujeres latinoamericanas.

Una vez terminada la residencia en el 2014, cada una regresó a su país, pero el proyecto no murió allí. Mantuvieron el contacto a través de Skype, colaborando en los prototipos de composiciones que habían surgido en la residencia y, una vez conscientes de su potencial, decidieron participar en el Alumni Engagement Innovation Fund (AEIF) – una beca de promoción también auspiciada por el Departamento de Estado – al que pudieron acceder por haber sido alumnas de intercambio en el programa de One Beat. Tan sólo debían escoger a una persona más que se sumara al proyecto. Fue entonces cuando Sara Lucas se unió a LADAMA.

Tras pasar la etapa preliminar, resultaron ganadoras de un premio de $25.000 para un proyecto artístico  – algo inédito en la historia del AEIF – que llevaba por título “Construyendo Mejores Futuros A Través De La Música”, en la categoría de “Empoderamiento de la Mujer en el Mundo”.

“Habían muchos proyectos que empoderaban a la mujer, pero el único que estaba vinculado a las artes era el nuestro,” explica Mafe. “La Sección de Cultura de AEUF nos escribió un correo felicitándonos porque en los siete años desde la fundación del fondo, éramos las primeras en ganar en el área de cultura”.

Esa era otra de las ventajas que tenía la agrupación dentro del programa One Beat: además de ser músicos, compositoras y educadoras, eran mediadoras y gestoras. “Todas habíamos tenido ya esa experiencia de tener que crear espacios para nuestra música en nuestros países, porque nuestro género musical forma parte de un tipo de sonido al que nuestra sociedad todavía no le presta la atención que merece”, explica Daniela.

Por su parte, Daniela llegó a One Beat como percusionista y compositora; además, se había consolidado como investigadora en música tradicional del Caribe colombiano (percusión latina) en la Universidad Distrital de Bogotá. Su trayectoria suma 13 años viajando y participando en los festivales de la costa colombiana (Festival del Porro, Festival de la Cumbia, Festival de Gaitas). Precisamente, ese es su fuerte: la percusión del Caribe colombiano y el trabajo con mujeres.

“Ser mujer y tocar el tambor no es un rol muy común” - Daniela

Mafer es estudiante de Comunicación Social en la Universidad de Yacambú, en Venezuela, y aprendió a tocar instrumentos folclóricos mediante formación tradicional. “Es decir, mi educación proviene de la tradición oral, lejos de la formación académica vinculada a conceptos como armonía, teoría y solfeo”. Al mismo tiempo, para conocer a fondo su instrumento (la bandola Llanera Venezolana), recurrió a la investigación de campo.

“Para aprender el repertorio de la bandola tuve que desplazarme hacia el lugar donde están los que la saben tocar cada canción” - Mafer

Es por ello que, según Mafer, es “muy difícil promover la ejecución de ese instrumento en mi país”. Tiene una trayectoria de 19 años tocando la bandola – empezó a los 8 años – y su enfoque principal ha sido la exploración de sonidos de la bandola llanera para explotar la versatilidad del instrumento en otros géneros musicales.

Ha sido invitada a participar en colaboraciones musicales donde la bandola ha ido consiguiendo papeles. Su propuesta cultural se basa en trasladar el instrumento fuera de sus circunstancias inherentes y lograr la comunicación con otros géneros. Al mismo tiempo, ha utilizado la música como recurso para cerrar algunas brechas ancladas en la realidad social.

“Cuando me di cuenta de que las mujeres no eran quienes tocaban los instrumentos sino que eran las que tenían que cantar o bailar, identifiqué el porqué se me descalificaba como músico” – Mafer.

“A ti no te va a sonar nunca cómo le suena a los hombres”, le decían. Se lo tomó como un reto. “Fue eso lo que me convirtió en feminista a los 12 años”, explica Mafer.

De hecho, la fusión entre música e impacto social fue lo que llevó a estas chicas a buscar nuevos horizontes, más arriba del Caribe.

Sara, por su parte, es estadounidense, nacida en Saint Louis, graduada en el conservatorio como guitarrista clásica. A pesar de no tener formación como cantante, vivió de cerca la tradición musical que rodea el Río Mississippi, fuertemente influenciada por el blues, el jazz y el soul. Como mujer blanca descendiente de italianos, su contacto con la música afro ha determinado gran parte de su carrera musical.

Finalmente, Lara estudió música y guitarra en Brasil, enfocándose  en la investigación de la música tradicional de su país. Con el tiempo fue especializándose en percusión y finalmente se dedicó a la musicoterapia. Actualmente trabaja en un proyecto de formación de niños con Síndrome de Down basado en la interpretación y la danza del Maracatú (género musical tradicional del Brasil).

¿Vocación feminista?

Cuatro mujeres rompiendo esquemas en la industria musical no es algo nuevo. Pero, ¿desde Latinoamérica y en la música tradicional? Es toda una odisea.

Enfocadas en su proceso creativo y en la importancia del folclore en sus países, la mayoría de las chicas no tiene muy claro que se trate de una gesta feminista per se.

Según Daniela, se trata de un proceso paulatino. Reconocer otras características propias en el espejo social formaba parte del reto. Para ella, el hecho de ser blanca y no tener rasgos “costeños” pero dedicarse a un género y a un instrumento tan enraizados a un formato idiosincrático, fue como un proceso de autodescubrimiento.

“En One Beat me di cuenta de que a mí me eligieron porque soy mujer tocando tambor, y eso es relevante”, asegura.

Ese fue el punto de inflexión en el que las chicas reconocieron que su misión ya no era exclusivamente la divulgación de un género musical, sino también redefinir el rol de la mujer y ser gestoras en su empoderamiento.

A pesar de no ser conscientes de haberlo sido desde el principio, las cuatro reconocen que su trabajo como profesional, como mujer, como músico y especialmente como latinas, siempre ha estado marcado por la lucha por la igualdad de género; una batalla por crear espacios en igualdad de condiciones.

Para las integrantes de LADAMA, el debate feminista es complejo, pues su conceptualización depende de la región y de la idiosincrasia de cada país.

“Finalmente, lo que sucede es que a uno le da miedo ser feminista. Porque vienes de un país donde la gente te va a cuestionar tu postura”, asegura Daniela.

El descubrimiento de oro de las jóvenes durante su experiencia en Estados Unidos fue mucho más allá del cuestionamiento y la intransigencia: todas entendieron que “hay un paso después de la queja, y es la acción”.

Y la mejor manera de actuar es a través del ejemplo.

Así pues, recuerdan lo importante que es mostrar una nueva imagen de la mujer latinoamericana, lejos de los estereotipos inculcados en la niñez, y con un horizonte más amplio. A través de sus talleres demuestran a las niñas que no sólo el físico y los rasgos criollos son una belleza incomparable, sino que también se puede tener una carrera profesional en las artes, ser músico y viajar por el mundo.

A través de talleres en Barquisimeto (Venezuela), en las favelas en Brasil, en un pueblito en la costa colombiana y en barrios inmigrantes en Brooklyn, LADAMA descubrió que la reivindicación se empieza por poner manos a la obra.

Sus actividades consisten en aproximar a los jóvenes y niños a la música desde el primer instrumento: sus cuerpos. “La idea es que aprendan a hacer sonidos y a componer con lo que tienen a mano”.

Las chicas aseguran que más de una persona se les ha acercado para decirles que hay “un antes y un después” de haber conocido a LADAMA.

El futuro es femenino y latino

Después de reencontrarse en Estados Unidos y comenzar su proyecto discográfico, las puertas se abrieron una detrás de otra para las integrantes de esta agrupación.

Actualmente LADAMA cuenta con un sello disquero, una promotora, un disco recién salido del horno y una bancada de fanáticos que crece cada día.

“Cuando empiezas una banda siempre sueñas con el disco, con la disquera, pero nosotras no pensamos que fuera a darse tan rápido”, asegura Daniela.

Paradójicamente, las chicas atribuyen su éxito al haber comenzado con el mercado estadounidense. “Estamos representando un sonido latino en un país donde la situación política está excluyendo a los latinos; abanderando el hecho de que este país está construido por latinos, por inmigrantes. Nuestra música es un mensaje de que eso es real”.

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