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Esta es una réplica de lo que habría sido la casa donde Tomás Jefferson redactó el documento fundacional del país. Excepto por las llaves de la puerta, nada de lo que hay en el lugar es original de la época. 
Esta es una réplica de lo que habría sido la casa donde Tomás Jefferson redactó el documento fundacional del país. Excepto por las llaves de la puerta, nada de lo que hay en el lugar es original de la época. 

Así es la casa donde se escribió la Declaración de Independencia de EEUU

A pocos días de que Estados Unidos celebre el aniversario número 241 de su nacimiento como república, la oficina del Servicio del Parque Nacional en Filadelfia…

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Caminar por el Parque Nacional de la Independencia, en pleno centro histórico de Filadelfia, es darse un paseo por los lugares clave que marcaron el nacimiento de una de las naciones más poderosas del mundo. Uno de esos sitios es la casa donde Thomas Jefferson, un joven abogado de 33 años, se encerró durante 17 días para redactar lo que pasó a ser el documento fundacional de la república: la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América, un tratado filosófico y de derecho que le otorgó un lugar en la historia.

Jefferson había llegado a Filadelfia a principios de 1776 como miembro de la delegación de Virginia ante el Segundo Congreso Continental, en el que las 13 colonias británicas se citaron a debatir su futuro frente al Imperio inglés en medio de la naciente revolución americana.

El joven prodigio (músico, abogado y hombre de letras) hizo parte del Comité de los Cinco, una comisión creada por dicho congreso para darle forma al documento legal que terminó justificando —con 29 cargos en contra del rey Jorge III— el cambio del estatus político de las colonias frente a la metrópolis inglesa.

Una morada simple para el nacimiento de una nación

La Filadelfia de entonces era la ciudad más grande entre las colonias y la tercera en importancia del imperio después de Londres y Dublin. Ser el centro de una fuerte actividad comercial, artística y política hacían de Filadelfia una ciudad efervescente y ruidosa.

Jefferson, joven pero quisquilloso, emprendió la búsqueda de un lugar más tranquilo para desempeñar la tarea que sus colegas del Comité de los Cinco le habían encomendado. Fue así como rentó dos habitaciones (entre el 23 de mayo y el 3 de septiembre, por un valor de 35 chelines a la semana), a Jacob Graff Jr, un albañil que a sus 21 años había construido su propia casa a las afueras de la ciudad.

Situada en la esquina de lo que hoy es la calle séptima con Market street, la Casa de la Declaración es un intento de réplica de lo que pudo haber sido el hogar de la familia Graff a mediados del siglo XVIII: una cajita de cuatro pisos construida ladrillo por ladrillo, con esqueleto de madera, que remeda por fuera la arquitectura georgiana de la época.

Pero es difícil saber a ciencia cierta si la apariencia actual es equivalente a lo que vio Jefferson en el verano de 1776. Según Adam Duncan, ranger del Independence National Historical Park de Filadelfia, los cambios en la propiedad del inmueble afectaron no solo la memoria arquitectónica del lugar sino la conservación de los objetos originales que hicieron parte de las habitaciones rentadas por Jefferson.

De esa manera, la casa donde se gestó la libertad y soberanía de Estados Unidos pasó de mano en mano. De albergar a la familia del albañil Graff pasó a ser una imprenta. En 1883 fue demolida para darle paso a una estructura de granito diseñada por el arquitecto Frank Furnes en aras de convertirse en la sede del Penn National Park. Hacia mediados del siglo pasado la mole de cemento había sido derribada para cederle el turno a un restaurante esquinero de comidas rápidas.

La edificación actual fue levantada en 1975 con ocasión de las celebraciones del Bicentenario de la Independencia de Estados Unidos. Excepto por las llaves, no hay un solo objeto al interior de la casa que sea original de la época en la que Thomas Jefferson la habitó.

Declaration House, Thomas Jefferson

El ingreso al lugar es en principio confuso, puesto que ninguna de las dos entradas principales —la que da a la calle 7 ni la de la parte contigua— están abiertas. Luego, un exiguo letrero envía al visitante a darle la vuelta a la estructura para ingresar por lo que a todas vistas es la entrada reservada para el personal del Servicio del Parque Nacional.  

Una vez adentro, lo que se suponía debía ser un viaje inmediato al siglo XVIII se convirtió en la asistencia a un ejercicio de historiografía pura y dura en el que una voz chillona, catapultada desde mostrador de la recepción, anunciaba la llegada “¡a la Casa de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América!”. El hombre detrás del mostrador es un guardaparques enano que ante el ingreso de cada visitante repite de forma perfectamente idéntica las líneas aprendidas para la ocasión: “Fue aquí donde Thomas Jefferson escribió durante dos semanas la declaración de independencia”.

Un pasillo oscuro en el primer piso dirige hacia un vestíbulo interior en donde se encuentran expuestos un busto del autor de la declaración, un facsímil en gran formato del documento, una galería fotográfica de los pensadores que influyeron en las ideas de Jefferson —entre ellos el filósofo inglés John Locke y George Mason, uno de los autores de la Declaración de los Derechos y la Constitución de Virginia—, además de un montaje con los tres momentos claves de la emancipación estadounidense: la redacción del documento, entre junio 11 y 28 de 1776; su aprobación el 4 de julio del mismo año; y su ratificación por medio de la publicación de las firmas de los delegados de las 13 colonias el 2 de agosto.

Para ser un destino turístico de Filadelfia, el lugar es demasiado simple y su iluminación tan pobre que no lo hace justicia a las ideas que le dieron luz a la nación. La simpleza contrasta con la grandeza de la historia y le recuerda al visitante que hoy —sábado 24 de junio— es el primer día que las puertas de esta casa se abren al público luego de seis meses de obligado cierre debido a recortes presupuestales en el Departamento del Interior —entidad que cobija al Servicio del Parque Nacional— que, a decir del ranger de la recepción, llegan a los 23 millones de dólares anuales para mantener el funcionamiento de los 54 sitios que componen el Independence National Historical Park de Filadelfia y el salario de sus 253 rangers.

Una escalera angosta y entapetada dirige hacia el segundo piso. En el trayecto, una mosaico gigante de un Jefferson psicodélico que mira hacia un horizonte capta la atención de los visitantes. Pero ni el mosaico ni las farolas apagadas son suficientes para esconder los problemas de humedad que empiezan a descascarar algunas de las paredes del sitio.

Los detalles de las farolas apagadas y las paredes descarapeladas no importan mucho. No ha pasado una hora completa desde que se abrieron sus puertas y este lugar ya ha recibido a más de un centenar de visitantes, entre ellos dos grupos de estudiantes de secundaria y una  inmensa mayoría de familias asiáticas.

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En el segundo piso el visitante se encuentra con dos espacios que representan las habitaciones arrendadas por Jefferson. Lo curioso es que, pese a que nada de lo que se encuentra allí es original de la época (se trata de meras réplicas del mobiliario dispuestas para brindar un sentido artificial de lo que ocurrió en este lote hace 241 años), ambas habitaciones se encuentran separadas y aisladas del público mediante un cristal.

Lo primero que se le ocurre al periodista-visitante es que, dadas las dimensiones de la cama, Jefferson tuvo que haber sido un hombre más bien delgado y de altura promedio. El dormitorio está acomodado de tal manera que da la impresión de estar observando una pintura clásica de la época en la que se intentó retratar quizá el momento exacto en que -Declaración en mano— el hombre de Virginia salió corriendo del lugar hacia la entonces Pennsylvania State House (hoy Independence Hall) dejando atrás la cama desordenada, un par de botas tiradas, una ponchera vacía, la ropa interior sucia abandonada en una cesta y una chaqueta descolorida colgada en la puerta del closet.

Al repasar el sitio, el periodista no deja de pensar en el hombre detrás de la historia. ¿Cómo es que con solo  33 años logra escribir un texto tan definitivo y tan resistente al correr del tiempo? Sin duda tuvo que haber tenido una personalidad arrolladora, una inteligencia desafiante y un criterio a prueba de todas las contradicciones.

“Él estaba pasando por muchas cosas a la vez en su vida personal: su madre había fallecido recientemente; Jane, su hija pequeña, había muerto también, Martha, su esposa, se encontraba escapando del ejército británico... es evidente que su mente estaba más en Virginia (que aquí en Filadelfia)”, señala Duncan.

Si bien las dos habitaciones —el dormitorio y el estudio— no alcanzan a reflejar el espíritu del autor de la Declaración de Independencia, sus artefactos, los muebles inspirados en la época, la artificialidad de la mayoría de los objetos cuentan un capítulo importante de la historia de Estados Unidos: en 17 días, un hombre de Virginia, conocido por su talento con las letras, escribió el documento fundacional de una de las naciones más poderosas del mundo, un documento cuyas ideas revolucionarias se regaron por todo el continente y cambiaron para siempre el ordenamiento político global.

Esta casa, extremadamente simple en apariencia y tristemente artificial, guarda sin embargo ese relato que aún hoy justifica la rebelión de los hombres cuando un gobierno atenta contra sus más preciados derechos: el de la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.

El Comité de los Cinco
Declaration of Independence
 

Aunque Thomás Jefferson pasó a la historia como el autor de la Declaración de la Independencia de Estados Unidos, la verdad es que la tarea de redactar aquel texto fue encomendada por el Segundo Congreso Continental a un comité de cinco representantes: Benjamín Franklin, por Pensilvania; Robert Livingston, de Nueva York; Roger Sherman, de Connecticut; y John Adams, de Massachusetts. 

En principio, Adams —conocido por su calidad oratoria— era el llamado a redactar el documento, sin embargo el representante de Massachusetts promovió el nombre de Jefferson como el más capacitado para dicha tarea. 

Pese a que no existen actas que informen con veracidad suficiente cómo funcionó el Comité de los Cinco, la tradición indica que los hombres discutieron los argumentos generales de la delcaración y Jefferson se encargó de armar el memorial de agravios con que las colonias justificaban su separación de la Corona inglesa.

Luego de varias revisiones y correciones —entre las que se quitó cualquier mención sobre la esclavitud—, el documento fue aprobado por el Congreso el 4 de julio. Fue hasta el 18 de enero de 1777, luego de las batallas de Trenton y Pinceton que la declaración fue impresa con todas las firmas de los delegados del Segundo Congreso Continental.