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Hablar con Sánchez sobre la lucha libre es pasar horas de una plática llena de anécdotas y pormenores de un deporte que a nivel mundial arrastra a las masas. Foto: Juan Antonio Rodríguez
Hablar con Sánchez sobre la lucha libre es pasar horas de una plática llena de anécdotas y pormenores de un deporte que a nivel mundial arrastra a las masas. Foto: Juan Antonio Rodríguez

Eduardo “Lalo” Sánchez: El “mascarero” sin fronteras

El poder místico que muchos le atribuyen a las máscaras de los luchadores empieza en las pacientes manos de un costurero que ha dedicado su vida a darle un…

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Mucho tiempo antes de que Cristóbal Colón descubriera el Nuevo Mundo, las tribus prehispánicas establecidas en la parte norte y central del continente utilizaban máscaras como forma de expresión.

Las máscaras en aquel entonces servían para representar a sus dioses, para participar en rituales religiosos y danzas, pero también en combates o guerras entre las tribus.

Los fieros guerreros aztecas las utilizaban como símbolo de valentía, honor y rango militar al enfrentarse contra algún gladiador de otra tribu o pueblo. 

Inicialmente las máscaras fueron hechas de barro, en algunos casos, con diseños simples o rebuscados, pero llenos de gran significado para su pueblo. 

Un guerrero era aquel que, como buen gladiador, llevaba su identidad cubierta con una ‘capucha’ para infundir temor.

Pero bien dicen que si tienes historia tienes futuro, por esos no es de extrañarse que en el caso particular de las máscaras, estas permanezcan aún en la cultura popular de los descendientes de aquellas primeras tribus, aunque ya no en los mismos términos en los que eran utilizados inicialmente.

Hoy los guerreros aztecas y de otras partes del mundo se enfrentan en un cuadrilátero, en combates a tres caídas y sin límite de tiempo. Y claro, las máscaras tienen su espacio en este escenario: permanecen como un signo de prestigio, misterio y honor.

Según archivos periodísticos, fue en 1933 cuando se presentó en México el primer luchador enmascarado, se trató del estadounidense “Ciclón McKey”, quien le encargó el diseño y confección de la máscara a Antonio H. Martínez, un zapatero de la ciudad de León, Guanajuato, en la parte central de México.

El “Ciclón McKey” buscaba una capucha que se amarrara a la cabeza para cubrir su identidad pero el experimento fue un fracaso.

Seis meses después del primer intento, el luchador estadounidense regresó con un mayor capital y le pidió a Martínez trabajar en otro proyecto. Juntos crearon la máscara del luchador “La Maravilla Enmascarada”, nuevo nombre de batalla del norteamericano.

Desde entonces, las máscaras de los luchadores han evolucionado en diseño, confección y significado: de ser un implemento de trabajo ahora son atuendos dotados de poderes que convierten en superhéroe a quienes las visten.

Pero, ¿quiénes son los personajes que con sus manos han ayudado a forjar mitos tan duraderos como el de “La Maravilla Enmascarada”, “El Santo” o “M£ascara Sagrada”?
Apasionado de verdad

A sus casi 60 años de edad, Eduardo Sánchez ha sabido capitalizar su pasión por la lucha libre.

Originario de Santa Bárbara, Chihuahua, una ciudad minera ubicada a casi 400 millas al sur de la frontera, “Lalo” –como cariñosamente le llaman– desarrolló un gusto que hasta el día de hoy le ha dado la posibilidad de tener un buen estilo de vida.

“Lalo” Sánchez se dedica de manera profesional desde hace 25 años a la elaboración y confección de máscaras de luchadores en su taller artesanal, localizado en Ciudad Juárez, en el mexicano estado de Chihuahua, justo en la frontera con Texas.

Sus creaciones prácticamente le han dado la vuelta al mundo y han llegado a las manos de coleccionistas en lugares tan distantes cómo Paraguay, Costa Rica, España, Alemania y desde luego Estados Unidos.

Lugares en donde su labor cómo “mascarero” ha sido reconocida, no solamente por los aficionados a la lucha libre sino por diversos medios de comunicación, que atraídos por la calidad de sus materiales y diseños han viajado hasta la fronteriza Juárez para conocer más sobre el hombre detrás de las máscaras.

Una experiencia que lo marcó para siempre

El origen de su afición por el deporte de las llaves y las máscaras se remonta a 1974, cuando el buen “Lalo” tuvo la oportunidad de conocer, aunque por unos instantes, a su máximo ídolo de la lucha libre mexicana, ‘El Santo’.

 “Ver el color de la máscara de ‘El Santo’, la energía que irradiaba, todo el misticismo en torno a este personaje me llevó a fascinarme por este deporte y a admirar la importancia de una máscara y los aditamentos en cada luchador”, comentó Sánchez.

‘El Santo’ fue el nombre de batalla del personaje creado por Rodolfo Guzmán Huerta, un luchador y actor mexicano quien por más de cuatro décadas dio vida a uno de los personajes con mayor arraigo entre los aficionados a la lucha libre, quienes además de presenciar sus combates en el cuadrilátero eran asiduos consumidores de sus comics, series de televisión y producciones cinematográficas.

Tal era su popularidad, que ‘El Santo’ fue considerado un superhéroe mexicano con la particularidad de que, a diferencia de Supermán o Batman, este era de carne y hueso; cada fin de semana alguna arena de lucha libre era testigo de las llaves y vuelos acrobáticos del llamado ‘Enmascarado de Plata’.

A propósito de ‘El Santo’, el fallecido escritor y periodista mexicano Carlos Monsiváis describió a este popular personaje y su arraigo en la sociedad mexicana, en el libro ‘Los Rituales del Caos’. “Fue el rito de la pobreza, de los consuelos peleoneros dentro del gran desconsuelo que es la vida, la mezcla exacta de tragedia clásica, circo, deporte olímpico, comedia, teatro de variedad y catarsis laboral”.

Sin ser ajeno a la fiebre desatada por este personaje, Sánchez no tiene empacho en aceptar que fue precisamente la frustración de no tener medios económicos para adquirir una máscara de su ídolo lo que lo llevó a empezar a confeccionar máscaras por sí mismo.

“De pequeño siempre quise tener una máscara de ‘El Santo’, pero para empezar no tenía dinero para comprarla y por otro lado las que existían eran de muy mala calidad”, comenta.

Como todo inicio, no fue sencillo empezar una actividad que, si ahora le apasiona hasta los huesos, entonces no sabía cómo desarrollar, puesto que carecía de los conocimientos básicos para confeccionar máscaras.

“Empecé de ayudante de un ‘mascarero’ y aprendí el oficio, no fue fácil, ni siquiera sabía coser”, señaló Sánchez mientras cosía los detalles de la máscara del luchador Canek. 

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Las máscaras, un estilo de vida

Las máscaras confeccionadas por Sánchez son un producto ciento por ciento artesanal, y para su elaboración además de utilizar telas de exportación traídas desde Nueva York se requiere realizar los cálculos adecuados para colocar en el ángulo correcto los ojos, la simetría de los detalles y evitar en lo posible que la ‘capucha’ se convierta en una confusión visual.

“Las telas las mando pedir directamente de una tienda en Nueva York, son de muy buena calidad y tiene la particularidad de que se pueden estirar, las adquiero en lugares donde se especializan en vestidos de noche para mujeres, vestidos caros”, dijo Sánchez.

“Lalo” comentó que el tiempo en elaborar una máscara va en función de la dificultad del diseño, pero en promedio demorar entre 3 y 4 horas terminar una con una buena calidad.

Su mercado va en aumento, porque aparte de que cada vez un mayor número de gente empieza a coleccionar máscaras, ahora se puede ver en cualquier evento deportivo algún enmascarado apoyando a su equipo en la tribuna.

“Las máscaras son cómo una adicción, compras la primera y luego quieres otra y así le sigues; hay gente que cada semana me pide alguna en particular solamente por el placer de incrementar su colección”, comentó.

Popularidad y carisma en función de la demanda

Preguntado sobre las máscaras que le solicitan con mayor frecuencia, Sánchez comenta que la demanda de máscaras va en función del personaje que está de moda y en el gusto del público, para lo cual influyen variables desde el que tiene una mayor cobertura en los medios hasta el que se porta mejor con sus aficionados.

“Actualmente la máscara de Blue Demon es muy solicitada, creo que es por la serie televisiva que se hizo de su vida, aparte de que la máscara es bonita, la gente lo tiene en alta estima. Caso contrario el de Rey Misterio Jr. quien desde que se vio involucrado en lo del “Perrito” pues prácticamente ya no la piden”, señaló.

Hace poco más de dos años, el 25 de marzo de 2015, en la ciudad de Tijuana, Baja California, el luchador Rey Misterio Jr. enfrentó en una lucha de relevos al Hijo del Perro Aguayo (Perrito) a consecuencia de una de las acciones del enfrentamiento, Aguayo sufrió una fractura en las vértebras cervicales, lo que a la postre le costó la vida. 

Aunque la acción que privó la vida a Aguayo fue considerada un accidente y no se deslindó responsabilidad alguna contra Rey Misterio Jr., el evento marcó la carrera del luchador mexicoamericano.

La Lucha Libre su pasión

Hablar con Sánchez sobre la lucha libre es pasar horas de una plática llena de anécdotas y pormenores de un deporte que a nivel mundial arrastra a las masas.

“El luchador es el superhéroe, es la lucha del bien y el mal representada por los rudos y los técnicos, cada semana se da una batalla de tres caídas en la que por ese espacio de tiempo el aficionado da rienda suelta a sus emociones. Y es un fenómeno mundial”, dijo Sánchez.

 “En Estados Unidos siguen a los luchadores mexicanos enmascarados porque es la tercera o cuarta generación de mexicoamericanos la que ha transmitido a sus hijos y nietos, es una tradición que se sigue manteniendo viva”.

De acuerdo a Sánchez, la lucha norteamericana no utiliza tanto a los enmascarados porque la sociedad anglosajona relaciona a la máscara con un ‘bandido’, por ello se basa en luchadores que, guión en mano,  mantienen una rivalidad casi eterna con sus oponentes.

Las máscaras que elabora ‘Lalo’ Sánchez tienen un costo promedio de 50 dólares y ante el aumento en la demanda, se ha creado una página en Facebook (Máscaras Eduardo Sánchez) en la que se pueden admirar sus creaciones además de tener comunicación con él e intercambiar objetos coleccionables como revistas películas o figuras de luchadores.

Sánchez dice con orgullo que su ocupación no es un trabajo, es una pasión que plasma en cada una de las máscaras que elabora.

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