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Con inicio de Fringe Festival, viene una nueva era para Fringe Arts

Para NIck Stuccio, director de Fringe Arts y del Fringe Festival, la inauguración de su nuevo centro cultural es un sueño hecho realidad.

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Este 5 de septiembre marca el inicio del Fringe Festival en Filadelfia, y de una nueva era para la organización Fringe Arts, con la inauguración de un nuevo centro cultural que además de contar con un teatro, oficinas y estudio, cuenta con un nuevo restaurante, un comedor al aire libre y un ‘beer garden’.

En otras palabras, se trata de un sueño hecho realidad para el director Nick Stuccio, quien habló con AL DÍA sobre el pasado, presente y futuro de este festival en su décimo octava edición, así como el de la organización que de ahora en adelante contará con un espacio para ofrecer una diversa programación a lo largo del año. 

“De cierta forma la historia del festival es un poco mi propia historia”, dijo Stuccio, quien durante casi una década fue bailarín del Pennsylvania Ballet.

Fue ahí que a partir de 1992 tuvo la oportunidad de producir “Shut Up and Dance”, un show que nació como una respuesta del ballet a la epidemia del sida que para entonces había cobrado la vida de varias personas cercanas a esta organización. 

“Me enamoré del rol de productor más que del de bailarín”, dijo Stuccio, quien se retiró del ballet en 1995 para dedicarse de lleno a la producción.

Después Stuccio conoció a Eric Schofer, un coreógrafo con quien produjo un show tan peculiar que duda en hablar al respecto, pero ante un poco de insistencia responde entre risas que se trataba de un circo ficticio de pulgas bajo el nombre the “The Amazing Bratellini Sisters Flying Flea Circus”. 

Conforme montaron el show que presentarían en el Festival de Edinburgh —el festival de arte más grande del mundo caracterizado por la gran cantidad de obras experimentales— comenzaron a pensar en la posibilidad de organizar un festival similar en Filadelfia. 

En ese entonces la ciudad del amor fraternal, lejos del renacimiento cultural por el que atraviesa actualmente, estaba llena de artistas ‘underground’ con presentaciones en sótanos de iglesias, restaurantes y clubes nocturnos, según recordó Stuccio. 

Por otra parte, diversas fundaciones buscaban inyectarle nueva vida a la ciudad al apoyar formas no clásicas de arte.

“Habiendo venido del mundo de arte clásico, me enamoré del arte contemporáneo”, dijo Stuccio, quien se encontró entonces en el momento y el lugar correcto. 

Sin dinero y nada más que una idea, Stuccio, Schofer and Conrad Bender —quien actualmente es director técnico ejecutivo de Fringe Arts—comenzaron a promover el festival en la ciudad. 

La idea era hacer un festival de gran volumen, con un acceso sin precedentes para artistas de la región, pero también traer a algunos de los artistas más vanguardistas del mundo.

“Fuimos a fundaciones, teatros e individuos con recursos en la ciudad, y todo mundo pensó que estábamos suficientemente locos como para lograrlo, así que nos preguntaron cómo podían ayudar”, dijo Stuccio.

Fue así que en 1997, con apoyo del William Penn Foundation y del Independence Foundation, entre otros, se llevó a cabo la primera edición del festival. A lo largo de cinco días, se presentaron unos 60 shows, entre los cuales Stuccio recuerda una obra de Shakespeare con muñecas Barbie en una banca en ‘Old City’. 

“El festival fue en éxito y cada año crecimos en capacidad, aprendimos a ser presentadores, a recaudar fondos, a obtener una audiencia y a crear un mejor contexto para las obras que presentamos”, dijo Stuccio.

Desde sus inicios hasta mediados de la década del 2000, Fringe Arts utilizó edificios vacantes y bodegas en Old City como escenario para sus shows. Conforme estas propiedades fueron vendidas y su centro de operaciones cambió una y otra vez, comenzaron a buscar un hogar fijo y considerar la posibilidad de extender el festival a toda la ciudad.

“Sabíamos que necesitábamos una sede y que la organización y el festival lo merecían”, dijo Stuccio.

En el 2008, la organización tomó ventaja de la crisis inmobiliaria y se adueñó de una vieja bodega en Northern Liberties, en la que construyó un teatro para 100 personas que les permitió contar con programación a lo largo del año.

En el 2010 comenzaron a buscar un nuevo hogar y después de ver muchas opciones, encontraron el “espacio perfecto” en un viejo edificio municipal en la avenida Delaware y la calle Race; un edificio que durante gran parte del siglo XX sirvió para suplir agua de alta presión del Río Delaware para controlar fuegos en la ciudad, y el cual quedó obsoleto en la década de los ochenta cuando los sistemas de extinción de fuego actuales se popularizaron. 

La organización tomó control de la propiedad gracias a un contrato de alquiler con opción de compra, y en el 2012 cerró la compra luego de recaudar el 90 por ciento de los fondos necesarios gracias en parte a un subsidio estatal, del William Penn Foundation y de filántropos privados. 

En octubre pasado quedó inaugurada la primera fase con la apertura de un teatro, un estudio y las oficinas, mientras que la segunda y última fase, que incluye un restaurante bar, un comedor al aire libre y un ‘beer garden’, será inaugurada por completo este 5 de septiembre junto con el festival.  

“Cuando pensamos qué tipo de centro cultural queríamos, sabíamos que tenía que ser altamente social, un lugar al que la gente pudiera venir antes y después del show”, dijo Stuccio. “No queríamos pasarle toda esa energía que estábamos cultivando a la industria de restaurantes sino que queríamos ser parte de ello”.

Para dicho propósito, Fringe Arts se asoció con el chef Peter Woolsey, de Bistrot La Minette, quien estará a cargo de “La Peg”, una “brasería” o cervecería francesa de ambiente relajado que abrió sus puertas hace unas dos semanas. 

“Es un lugar de ensueño, un destino cultural al que la gente puede venir, tomar una cerveza, comer una hamburguesa, ver un filme, conocer a algún artista, y sería fantástico si además compran un boleto para uno de nuestros shows”, dijo Stuccio. 

Como socios, Stuccio espera que este nuevo restaurante aporte los fondos adicionales que la organización necesitará ahora que ofrecerá programación durante todo el año, con lo que estima que los costos de operación aumenten de unos $3 millones que actualmente cuesta producir el festival cada año, a $4 millones.

Con todo esto, resulta inevitable preguntarse si Fringe Arts se ha tornado al ‘mainstream’ o si será fiel a sus raíces.

“Las obras que traemos actualmente siguen siendo contemporáneas, experimentales, y empujan los límites”, finalizó Stuccio.

 
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