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El escritor colombiano Luis Noriega reside en Arenys de Mar, un pueblo costero en las afueras de Barcelona (España) desde hace más de diez años. Noriega acaba de ganar el premio Gabriel García Márquez de Cuento, dotado con $100,000. Foto: Andrea Rodés
El escritor colombiano Luis Noriega reside en Arenys de Mar, un pueblo costero en las afueras de Barcelona (España) desde hace más de diez años. Noriega acaba de ganar el premio Gabriel García Márquez de Cuento, dotado con $100,000. Foto: Andrea Rodés

“Todos mis libros siguen pasando en Colombia”

AL DIA conversa con el escritor colombiano Luis Noriega, ganador del Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez.

Luis Noriega llegó a Barcelona hace más de dieciocho años, aunque reconoce que fue un poco  por casualidad.

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AL DIA conversa con el escritor colombiano Luis Noriega, ganador del Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez.

Luis Noriega llegó a Barcelona hace más de dieciocho años, aunque reconoce que fue un poco  por casualidad. “Estaba viviendo en Londres y me pregunté cuál sería el lugar de Europa más bonito y barato para vivir, así  que aposté por esta ciudad”, recuerda este escritor colombiano de 44 años, que el mes pasado ganó el Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez por su libro de cuentos Razones para desconfiar de sus vecinos (Random House, 2016).  El premio, el más importante en habla hispana para la categoría cuento, está dotado con $100,000.

Un premio así me permite dedicarme de lleno a escribir, sin tener que ir arañando el tiempo a los trabajos que pagan las facturas”, comenta Noriega, desviando la mirada hacia el mar.  

Doce años atrás, Noriega y su esposa se mudaron a Arenys de Mar, un pueblo de pescadores en las afueras de Barcelona, buscando un lugar más tranquilo para tener una familia y escribir en paz. “Soy un chico muy convencional, me porté bien en la universidad, me casé con mi novia de toda la vida y siempre quise tener hijos”, bromea.

 

 

En la actualidad, Luis y su esposa, Alejandra, tienen dos hijos, de 9 y 3 años, y están totalmente integrados en este pequeño pueblo catalán. Mientras los hijos van a la escuela, Luis se queda en casa escribiendo un nuevo relato o trabajando en alguna traducción, el trabajo con el que se gana la vida desde que llegó a Barcelona.  

“Con 15 años ya tenía bastante claro que quería ser escritor”, explica Noriega, removiendo nervioso su café americano. Su afición por la escritura se remonta a sus años de estudiante en los Jesuitas de Bucaramanga (Santander), donde un profesor le insistía en que tenía talento y le animaba a escribir. Al terminar la escuela, Luis se marchó a Bogotá para estudiar Literatura, “una carrera que no sabía si me serviría de mucho cómo escritor, pero al menos sabía que iba a leer”, bromea.

Más adelante, Noriega hizo sus primeros pinitos como profesor de universidad y crítico literario, una experiencia que más tarde le sirvió para retratar en sus novelas el mundo académico y literario de Bogotá. No obstante, el ambiente de violencia e inseguridad que se vivía en las calles de la capital colombiana en aquella época, y en todo el país en general, sumada a una serie de experiencias personales (un amigo suyo fue asesinado mientras le robaban los zapatos), Noriega sentía cada vez más ganas de marcharse al extranjero. En 1998, con 26 años, se marchó a Londres con la intención de mejorar el inglés y desde entonces ya no ha vuelto a su país. “Ya prácticamente me siento de aquí”, comenta Noriega, viendo pasear a las familias por el paseo junto al mar.

Con la violencia en la memoria

En Londres empezó a escribir su primera obra, Iménez, una novela de ciencia ficción inspirada en una Bogotá apocalíptica, en el futuro, cuyo protagonista tiene que garantizar que sus habitantes se suicidan al cumplir los 45. “Quise hacer una metáfora de mi país, de la violencia de Bogotá, de una sociedad muy estereotipada y llena de contrastes, en la que unos pocos ricos viven rodeados de una masa de pobres”, explica.

Han pasado ya 20 años desde que escribió Iménez y Noriega reconoce que el país ha cambiado mucho: "es la economía del goteo, poco a poco va aumentando la clase media, pero sigue siendo una sociedad hostil”.

Y es precisamente esta sensación de inseguridad, de permanente sospecha del de al lado, la que sirve de inspiración para su nuevo libro,  Razones para desconfiar de sus vecinos, galardonado con el premio García Márquez:

A ver, al principio, cada vez que me encontraba con la vieja parada en la ventana, escondida detrás de la cortina, me decía : “ahí está otra vez esa vieja chismosa”., pero ahí quedaba la cosa. Luego me fui dando cuenta de otros detalles, por ejemplo, de que nunca salían. Ni los fines de semana. ¿Qué hacían encerrados ahí todo el tiempo?”

Poco después de llegar a Barcelona, Noriega ganó un importante premio de ciencia ficción por Iménez, lo que le permitió hacerse un pequeño rincón en el panorama editorial español y le ayudó a encontrar trabajo en una editorial. “Hice de corrector, de traductor… Eran los tiempos  de la burbuja inmobiliaria, antes de la crisis. Los latinoamericanos hablábamos del "sueño español”, recuerda.

Durante todos estos años en Barcelona, Noriega ha logrado encontrar tiempo libre para escribir. “Es curioso, porque hace tiempo que vivo aquí, pero todos mis libros siguen pasando en Colombia”, dice. Donde mueren los payasos (2013), por ejemplo, es una sátira política salvaje, inspirada en una farsa electoral, “ bien colombiana”, explica, con aire cansado.

El santanderiano acaba de llegar de la FIL, la Feria del Libro de Guadalajara, en México, y se ha quedado impresionado con el despliegue internacional. “Es una feria mucho más grande que cualquiera en España”,  explica.  

A pesar de que no viaja a Colombia a menudo, Noriega sigue con interés lo que ocurre en su país.

“El referéndum por la paz ha sido el mejor intento de hacer la paz que hemos tenido, pero los partidarios del No hicieron una campaña sucia”, comenta. “Mezclaron cosas: a los ricos terratenientes les asustaron diciendo que les iban a sacar las tierras,  y a las clases bajas, las sectas cristianas les alarmaron diciendo que el Sí conllevaría la destrucción de los  valores de familia: el aborto, matrimonio gay”, añade el escritor antes de despedirnos.

Mañana por la mañana, Luis seguirá su rutina habitual: se vestirá, irá andando hasta el pueblo de al lado por el paseo junto al mar, y después se pondrá a escribir. Quizás por la tarde baje a Barcelona, ciudad que visita dos o tres veces al mes. Todavía conserva bastantes amigos, muchos de ellos Latinos,a los que conoció viendo futbol en el bar: "Mexicanos, colombianos venezolanos… ¿qué más da? La experiencia de la inmigración crea lazos”.