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La mexicana Enriqueta Vargas, una vendedora de quesadillas, celebró la primera ceremonia pública de la Santa Muerte, que se había honrado de forma clandestina hasta 2001. Getty Images.
La mexicana Enriqueta Vargas celebró la primera ceremonia pública de la Santa Muerte, que se había honrado de forma clandestina hasta 2001. Getty Images.

Lo mismo siega vidas que concede salud. Así es la Santa Muerte, la milagrosa divinidad que no hace un feo a nadie

Perseguido por el gobierno mexicano y la Iglesia, el culto a la Santa Muerte gana adeptos en todo el mundo y sus milagros van más allá de la guerra del narco.

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Conocida por muchos nombres   -Niña Blanca, La Huesuda, La Dama Poderosa o La Flaquita- la Santa Muerte se ha convertido en poco menos de veinte años en una de las santas populares mexicanas más reverenciadas en todo el mundo.

Efigies, yerbas y veladoras de la santa se comercializan hoy en día no solo en las yerberías mexicanas, sino incluso en supermercados estadounidenses, muy a pesar de que su culto siga sufriendo la persecución de la Iglesia Católica e incluso del gobierno mexicano.

El profesor de la Universidad de Virginia Commonwealth, Andrew Chesnut, es uno de los mayores especialistas en Religiones de América Latina. En el año 2009, mientras realizaba una investigación sobre la Virgen de Guadalupe, patrona de México, la imagen de un esqueleto cubierto con un manto apareció en su computadora.

“Leí la noticia de que el Gobierno Federal de México había mandado destruir cuarenta altares de la Santa Muerte en las regiones fronterizas con Estados Unidos. Me pareció fascinante que fuese una amenaza tan grande como para enviar al ejército”, cuenta.

Se estima que hay cerca de 12 millones de devotos de la Santa Muerte. Getty Images

El estigma de la narco santa

A pesar de que no exista ningún censo oficial por su situación de ilegalidad, Chesnut estima que hay unos 12 millones de seguidores de la Santa Muerte, siendo el culto religioso que más ha crecido en las últimas dos décadas, sobre todo entre las personas más jóvenes.

“Sus adeptos le rendían tributos de forma clandestina, en sus casas, hasta principios de este siglo, cuando Enriqueta Vargas, una mujer humilde que vendía quesadillas en uno de los barrios más peligrosos de Ciudad de México, Tepito, celebró la primera ceremonia pública la madrugada del Día de Todos los Santos y ese hecho fundamental abrió un espacio para que sus devotos no tuvieran que ocultarse más”, dice.

Una santa nacida en tierras mexicanas, “cabrona como lo somos todos”, le explicó una vendedora ambulante a Chesnut, que ha dedicado una década a investigar el fenómeno de la Santa Muerte más allá de su vertiente como narco santa, recogiendo el testimonio de sus fieles, quienes acuden a ella por la gran variedad y rapidez en que obra milagros. Algunos de “mano izquierda” y muchísimos para bien.

"Estaba en mitad de una riña entre pandillas cuando un tipo se acercó para clavarle un cuchillo en el estómago, y en ese momento se le apareció La Niña Blanca, la jaló para atrás y le salvo la vida"

“Hay siete veladoras de siete colores y cada una tiene que ver con un tipo de petición; la gente que anda en el crimen organizado le pide favores de venganza, o que les ayude a ganar más dinero. Pero La Flaquita también es vista como una justiciera y es la patrona del sistema de prisiones, de forma que entre sus devotos también hay agentes de policía, abogados y guardas de seguridad de las cárceles. Mi sobrino, por ejemplo, es guarda de la Prisión Federal de Michoacán y me confió que una cuarta parte de sus compañeros le rinden culto a la Santa Muerte”, resume el profesor.

En su libro “Santa Muerte. La segadora segura”, Andrew Chesnut cita una de sus conversaciones con una joven ex pandillera que le reveló cómo La Santa le salvó de la muerte:

“Me contó que una vez estaba en mitad de una riña entre pandillas y un tipo se acercó a ella para clavarle un cuchillo en el estómago, y en ese momento se le apareció La Niña Blanca y la jaló para atrás. Hay un multitud de historias similares vinculadas a la oleada terrible de asesinato de México, cuyas muertes violentas se contabilizan en más 200.000 en la última década. Solo un país les supera, y ese es Siria”.

La Flaquita "es una cabrona como nosotros", le explicó a Chesnut una vendedora ambulante. Getty Images.

La Santa perseguida

(Y de los perseguidos) Las raíces de la devoción a La Huesuda son tan antiguas como la relación que el mexicano tiene con la muerte: compañera más que amenaza, maestra y no verdugo. Fueron otros y no ella quienes alzaron la guadaña. Y siguen haciéndolo.

“Tras la epidemia de la Peste Negra que asoló Europa en el siglo XIV, los conquistadores españoles que llegaron a América Latina trajeron la figura de la Parca, que para ellos era un mero símbolo de la muerte. Pero los indígenas tenían sus propios dioses del inframundo y eran representados como esqueletos. De forma que cuando vieron a los colonizadores sacar en procesión a la Parca, la relacionaron con sus deidades y la convirtieron en un ser sobrenatural que opera milagros”, apunta Andrew Chesnut.

Políticos, celebridades e intelectuales rezaron en secreto durante años a la Dama Poderosa, igual que hacía la gente de la calle. Algunos de ellos la relacionan con La Virgen de Guadalupe; otros la creen en una enviada de Dios y la acompañan de crucifijos y símbolos cristianos, por la gran influencia del catolicismo en México –“es la segunda mayor congregación de América Latina después de Brasil y tiene un gran peso político”, dice-.

“Debido a la situación de violencia en México, muchos mexicanos no quieren ser baleados en la calle como perros. La Santa, que tiene control sobre la vida y la muerte con su icónico reloj de arena, se lo concede".

Sin embargo, la Iglesia ha calificado la creencia de “satánico”, e incluso, cuenta Chesnut, el obispo de Aguascalientes prohibió recientemente sacar efigies de la Santa en procesión el Día de Todos los Santos. Pero, ¿por qué?

“Los católicos no conciben que pueda adorarse a la Muerte, porque para ellos es la antítesis de la vida eterna. Dos años después de que se fundasen los primeros templos, el gobierno la ilegalizó. Ahora David Romo, uno de los mayores impulsores de este credo, cumple 66 años de prisión acusado de pertenecer a una banda que secuestraba ancianos”.

Devoción por la Santa Muerte en Tepito, Mexico. Getty Images.

Una devoción fronteriza

Movidos por las duras condiciones de vida de sus países, cientos de miles de migrantes centroamericanos y mexicanos se arriesgan cruzando la frontera con el país vecino. Muchos de ellos son creyentes de la santa milagrosa, que también siega obstáculos y es la patrona tanto de viajeros como de migrantes indocumentados.  

Y también de quienes, aunque parezca contradictorio siendo el Ángel de la Muerte, le ruegan que les alargue la vida:

“Debido a la situación de violencia en México, muchos mexicanos no quieren ser baleados en la calle como perros. La Santa, que tiene control sobre la vida y la muerte con su icónico reloj de arena, se lo concede. Es por eso que se le hacen ofrendas o “mandas”, como el tabaco, el alcohol o unas flores… Más les vale cumplir con su parte del contrato, porque si La Niña Bonita les concede un milagro y ellos olvidan ponerle un trago de tequila, hay quien cree que puede tener consecuencias incluso mortales”, apunta el investigador, que estos días visita el altar de doña Queta en el 18 aniversario de aquel primer culto histórico.

Y la devoción ha cruzado fronteras...

La ciudad de Los Ángeles es la meca del culto a la Santa Muerte en Estados Unidos, el segundo país con mayor número de fieles de La Flaquita después de México, que ya no solo incluyen a Chicanos o Centroamericanos, sino también a estadounidenses de origen europeo y afroamericanos, y es posible encontrar en plataformas como Facebook y foros de Internet grupos para hablantes no Hispanos. 

En tanto no tenga su fiesta anual; en tanto sus milagros tanto le valgan al pobre como al rico, al narco como al que enfermo, al preso y al juez de paz, al político y al migrante, La Niña Blanca será como la propia muerte, pura democracia.  

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