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Este cáncer es una de las llamadas “enfermedades silenciosas”. Durante sus primeros estadíos, la enfermedad avanza silenciosamente sin que la mujer sea consciente de ello.
Este cáncer es una de las llamadas “enfermedades silenciosas”. Durante sus primeros estadíos, la enfermedad avanza silenciosamente sin que la mujer sea consciente de ello.

Cáncer de cérvix: lo que las mujeres latinas deben saber

A pesar de ser curable, es el cáncer con mayores tasas de mortalidad entre la población latina.

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El cáncer de cérvix, también llamado de cuello uterino, es el segundo cáncer con mayor índice de mortalidad entre la población femenina. Su avance silencioso hace que muchas mujeres no sean conscientes de su enfermedad hasta que, una vez avanzada, comienza a mostrar algunos síntomas.

Las mujeres latinas son especialmente vulnerables ante esta enfermedad. La incidencia del cáncer de cérvix en mujeres latinas de Estados Unidos es muy superior a su aparición en mujeres no latinas. De acuerdo a los datos aportados por el Centro para el Control y Prevención de la Enfermedad (CDC), el impacto en esta comunidad es de un 9.7 por ciento, mientras que el ratio en la población no latina se reduce a un 7.1 por ciento. La American Cancer Society advierte que en un año se diagnostican más de 12.820 casos de cáncer de cérvix y recuerda que es el cáncer con mayores tasas de mortalidad entre la población latina. 

Las contradicciones de la vida hacen que, a pesar de su mortalidad, se trate de un cáncer curable. La mayoría de las mujeres diagnosticadas que reciben tratamiento durante las primeras fases de la enfermedad son capaces de superarlo e incluso de tener hijos. La clave está en su prevención y detección temprana. Es por ello que es responsabilidad de la mujer conocer los aspectos principales de esta enfermedad. Saber qué controles debe seguir y aprender a distinguir sus síntomas.

¿De qué se trata?

Muchas mujeres saben que existe un alto riesgo de sufrir este tipo de cáncer. Sin embargo, la mayoría de ellas no sabe explicar de qué se trata esta enfermedad. El cérvix o cuello uterino es la parte inferior del útero. Es una especie de canal que llega hasta la vagina. En esta zona se encuentran dos mucosas, una que recubre el propio cérvix y otra que recubre el conducto que lleva hasta el cuello uterino. El área en la que se juntan las dos mucosas es una zona proclive al desarrollo de tejidos tumorales. El cáncer aparece en ella cuando las células del cuello del útero comienzan a transformarse y a crecer de forma descontrolada. 

¿Por qué la tasa de mortalidad es más alta entre latinas?

Este cáncer es una de las llamadas “enfermedades silenciosas”. Durante sus primeros estadíos, la enfermedad avanza silenciosamente sin que la mujer sea consciente de ello. En sus etapas más tempranas apenas tiene síntomas y los que florecen pueden confundirse con los asociados a otras enfermedades menos graves. Por tanto, la forma en la que podemos detectarlo es a través de la realización de pruebas y controles médicos. 

Este hecho hace que podamos deducir cuál es la razón por la que su índice de mortalidad es más alto entre mujeres latinas que entre no latinas. Bien es sabido que la comunidad latina de Estados Unidos tiene un pobre acceso a la sanidad. Según el CDC, el 21% de los latinos menores de 65 años no tienen acceso a un seguro de salud. Esta situación, sumada a la falta de información sobre la enfermedad y a un deficiente dominio del inglés, supone que muchas mujeres latinas no realicen los controles rutinarios que detectan el cáncer cervical. 

Y es que el cáncer de cérvix se puede prevenir con la realización de una simple prueba llamada prueba de Papanicolaou. Tristemente, los datos nos dicen que el 85% de las mujeres fallecidas por esta enfermedad nunca llegaron a realizar esta prueba. 

¿Por qué a mí?

Cuando nos detectan una dolencia de este tipo, tendemos a buscar los motivos por los cuáles hemos enfermado. En el caso del cáncer de cérvix, no parece que exista una relación hereditaria. De lo que sí que se tiene certeza es de que en la mayoría de casos de este tipo de cáncer, se ha confirmado la presencia del virus del papiloma humano (PVH). Este grupo de virus se transmite de persona a persona a través de las relaciones sexuales, creando infecciones. Algunas de ellas se curan solas sin necesidad de tratamiento. Pero otras no lo hacen y acaban desarrollando células cancerígenas. 

 
Ilustración Terese Winslow U.S. Govt. has certain rights
 
La enfermedad silenciosa

Aunque puede aparecer a cualquier edad, el cáncer de cérvix es más habitual en mujeres de entre 40 y 55 años. Lo más peligroso de esta enfermedad es su silencio. Y es que sus síntomas no aparecen hasta que la enfermedad se ha desarrollado. Entonces la mujer puede sufrir alteraciones tales como el aumento de las secreciones vaginales, dolores al mantener relaciones sexuales, sangrados entre menstruaciones, tras la menopausia o tras una exploración médica o sangrados mensuales más largos y abundantes de lo habitual. A menudo estos síntomas se confunden con alteraciones del ciclo menstrual y es la propia mujer la que descarta que estén relacionados con una enfermedad más grave. Sin embargo, si aparece alguno de estos síntomas, debería acudir rápidamente a su médico más cercano. 

Prevención

La mejor cura para esta enfermedad es su prevención. Como ya hemos dicho el virus se transmite a través de las relaciones sexuales. Además de aspectos como realizarse análisis de enfermedades sexuales cada vez que se cambia de pareja y limitar el número de parejas a lo largo de la vida, existen dos maneras de prevenir la aparición y el avance de esta enfermedad. 

La primera de ellas es haciendo uso de las vacunas existentes. En junio de 2006, la FDA aprobó la vacuna Gardasil, preparada para prevenir el cáncer cervical causado por cuatro tipos de VPH, responsables de la gran mayoría de los casos. Estas vacunas son recomendadas para mujeres jóvenes, entre 11 y 26 años, siendo solamente cien por cien efectiva en aquellas que todavía no hayan mantenido relaciones sexuales. La vacuna se administra en tres dosis intramusculares realizadas durante un periodo de seis meses. 

La segunda manera de prevenir esta enfermedad es, en realidad, una detección temprana de la misma. Se trata de realizar controles habituales para detectar cualquier inicio de la enfermedad y poder tratarla cuanto antes. Los controles de los que hablamos son la prueba de Papanicolau y la prueba citológica líquida automatizada de Pap. Se trata de dos pruebas prácticamente indoloras que pueden detectar rápidamente hasta el 90 por ciento de los casos antes de que aparezca ningún síntoma. En general, se recomienda a las mujeres entre 21 y 29 años realizar esta prueba cada tres años. A partir de los 30 años se puede llevar a cabo cada cinco años, aunque será el médico el que decidirá el momento oportuno para realizarla.

Tus hijas, las más importantes

La mejor prevención empieza en casa. Si es madre de hijas jóvenes, tiene una gran oportunidad de protegerlas del sufrimiento de esta enfermedad y contribuir a que no se propague. Se recomienda encarecidamente que las mujeres entre 11 y 26 años se vacunen contra el VPH. Muchas de ellas no lo hacen por pereza o por el simple desconocimiento de sus padres. Sin embargo, tenemos en nuestra mano la solución a uno de los cánceres que más mujeres mata. En la actualidad las vacunas están disponibles en todos los centros médicos pero, mientras el 75% de las niñas no latinas se vacunan, solo el 70% de las niñas latinas lo hacen.

Entre todos podemos frenar el avance de esta enfermedad. Si necesita más información sobre cómo acceder a los controles rutinarios o a las vacunas, puede ponerse en contacto con Latina Institute (www.latinainstitute.org). Allí le explicarán los pasos a seguir para poner freno a esta enfermedad. Está en nuestra mano ganarle la partida.