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Las hallacas son el alimento navideño por excelencia en Venezuela. Su nombre está en el idioma guraraní y significa mezclar.
Las hallacas son el alimento navideño por excelencia en Venezuela. Su nombre está en el idioma guraraní y significa mezclar.

Mi banquete sentimental con Venezuela

Como cada diciembre, la comunidad venezolana expatriada de Filadelfia celebra la llegada de la Navidad preparando las populares hallacas, una especialidad…

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“¡La mejor hallaca la hace mi mamá!”, dice un popular dicho venezolano. 

No conocí a nadie en Venezuela que no se sintiera orgulloso de esta especialidad navideña nacional, parecida a un tamal.

Aunque soy originario de Israel, viví en Venezuela durante mis años formativos. 

La preparación de las hallacas marca el comienzo de la temporada navideña. El proceso toma varios días y la participación de toda la familia. 

En Venezuela existe la hermosa tradición de que las familias se regalen hallacas entre ellas. Y lo más memorable es que extienden su generosidad a extranjeros como yo, que ni siquiera celebran la Navidad. 

Uno de mis recuerdos más preciados de Venezuela se remonta al primer diciembre que pasamos allá, tan lejos de nuestra familia.

Nuestros vecinos estaban preparando hallacas. Aunque somos judíos, nos trajeron un plato. 

¡Su gesto significó tanto para mí! La Venezuela donde crecí, en los años 1970 y 1980, era un paraíso tropical con algunas de las personas más amables y generosas que he conocido. En 1986 volví a mi Israel natal y desde entonces fui observando desde la distancia cómo Venezuela se desmoronaba. 

Treinta y un años después, me encuentro viviendo en Filadelfia, rodeado de una gran comunidad venezolana expatriada. Y con la Navidad a la vuelta de la esquina tengo ocasión, una vez más, de volver a probar los sabores de mi niñez en alguno de los restaurantes venezolanos locales que preparan hallacas por encargo.

 ¿Qué és una hallaca?

 Una hallaca es una fusión de todas las culturas que componen Venezuela. Sus inicios se remontan a los nativos americanos. El nombre “hallaca” está en el idioma guraraní. Significa mezclar. El plato llega a la mesa envuelto en hojas de plátano, importados de África por los colonos españoles, y utilizado en la cocina de los esclavos traídos de África. A medida que uno va desenvolviendo la hallaca, emerge una especie de tamal, cuya masa está hecha de maíz. Tradicionalmente, los granos de maíz se quitan de la mazorca con un cuchillo afilado, y luego se golpean con un mortero de madera. Después se mezclan las semillas de achiote molidas con la masa, dándole un toque de nuez y pimienta, y ese magnífico tono dorado. 

 Los nativos americanos de Venezuela llevan preparando este tipo de masa de maíz desde tiempos inmemoriales. La masa se rellena con un guiso preparado de antemano. En las familias grandes, cada miembro se encarga de hacer diferentes tipos de guisos, que después se mezclan para rellenar la hallaca. Los guisos se preparan con ingredientes traídos por los colonos españoles, como carne de res, pollo y cerdo. Luego, se le agregan guarniciones al guiso: almendras, aceitunas y alcaparras apuntan a la influencia del Medio Oriente. 

La preparación de hallacas no es un trabajo de una sola persona. Toda la familia se reúne en la cocina para armar y cocinar hallacas. Esto marca el comienzo de las celebraciones de diciembre, y es también una manera de preservar y transmitir las tradiciones y la cultura familiar a las generaciones más jóvenes.

En busca de hallacas 

Por supuesto, nada es mejor que una hallaca casera. Para los afortunados con familias que todavía llevan a cabo este ritual, el proceso de elaboración de las hallacas llenará sus almas y sus estómagos. Para el resto de nosotros, siempre nos quedará la opción de comprarlas, incluso si no vivimos en Venezuela. 

Las hallacas gustan tanto a los miembros de mi comunidad que hoy es posible encontrar hallacas kosher en Miami y Tel Aviv. 

 Realicé un experimento en Filadelfia. Quería descubrir cuántos tipos de hallacas podría comprar y quién estaría dispuesto a vendérmelas. Mi requisito era que las hallacas no llevaran carne de cerdo, ya que no es kosher.

 La primera persona a quién se lo pedí fue a la madre de uno de mis vecinos. La mujer, que ha venido de Venezuela para visitar a la familia, aceptó generosamente preparar algunas hallacas sin cerdo para mi familia. Le pregunté si sería posible también pedirle algunas hallacas vegetarianas. Incluso en Venezuela hay personas que ahora rellenan sus hallacas con lentejas, champiñones o tofu. 

Ella me preguntó cariñosamente si estaba segura de que las quería sin carne. Para muchos de nosotros, la falta de carne es equivalente de pobreza. Le aseguré que sí, porque algunos miembros de mi familia no comen carne por motivos de conciencia. Así que nos preparó unas hallacas de pollo y otras vegetarianas.

La mejor cocina venezolana 

 Actualmente, en el área de Filadelfia hay tres restaurantes venezolanos. Todos llevan desde principios de noviembre preparando hallacas como producto especial de temporada. 

 Me dejé caer primero por el Restaurante Puyero, en Society Hill. Para mi gran alegría, sus hallacas no están hechas con carne de cerdo. Las rellenan con estofado de pollo y no usan manteca de cerdo para la masa de maíz. Hice mi pedido y, de paso, disfruté de un almuerzo sentimental a base de arepa con pabellón criollo, una combinación de carne mechada, arroz blanco, plátanos y frijoles negros. Es el plato nacional de Venezuela. Mientras comía, una de las propietarias del restaurante me dijo que también horneaban el tradicional Pan de Jamón navideño, pan relleno de jamón. Le pregunté de quién era la receta que utilizaban, y ella me explicó que sus cocineros habían convocado un concurso de cocina. La receta ganadora había sido la de un joven de Caracas.

Mi siguiente parada fue el restaurante Sazon, en el vecindario de Spring Garden. La mujer que me atendió se sorprendió de que no quisiera cerdo en mis hallacas. Cuando le expliqué porqué no comíamos carne de cerdo, amablemente se ofreció a cocinar un guiso de pollo y a preparar la masa de maíz con una receta alternativa, especialmente para mí. Como ya estaba allí, no pude resistirme a pedir uno de sus famosos brebajes de chocolate. El chef del Sazón importa los granos de cacao de Venezuela cuando todavía están verdes, los tuesta él mismo y luego las prepara con un mortero. Sinceramente, es el mejor chocolate que he probado en Filadelfia.

Finalmente, me acerqué a la Tartareperia, en el barrio de  Fishtown. Sus propietarios están acostumbrados a tener clientes judíos y musulmanes que no comen carne de cerdo. El chef se ofreció a reservar una parte del guiso que estaba cocinando antes de agregarle cerdo, para preparar mis hallacas. 

 En una muestra de creatividad, la Tartareperia también ofrece Pan de Jamón por encargo.

El relleno lo preparan con panceta de pavo, en lugar de jamón. Pregunté si tienen muchos clientes norteamericanos que les encarguen hallacas. El propietario me dijo que no, que los norteamericanos no están realmente muy interesados​ en comprar hallacas. Prácticamente, todos los pedidos de hallacas que reciben por teléfono provienen de venezolanos que extrañan su hogar y de personas como yo, que crecieron allí.

 Hace 31 años que no pruebo una hallaca. Este viernes organizaré en mi casa una cena especial para toda mi familia. La parte israelí está realmente emocionada de poder comerlas de nuevo. La parte americana nunca ha probado una hallaca. Tendrán muchas opciones: encargué una montaña de hallacas de cada lugar que pude encontrar. 

 Cuando estemos compartiendo esta deliciosa especialidad navideña, les contaré cómo era Venezuela cuando vivía allí. En mi época era un país tolerante y acogedor. En todos esos años, nadie manifestó algún tipo de odio hacia mí. La creciente división que he visto en las noticias desde que me fui del país es extraña para mí. Sé que no refleja el espíritu del verdadero pueblo venezolano. 

En esta burbuja expatriada en Filadelfia, he podido regresar a la Venezuela que recuerdo, y que siempre amaré.