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Un delincuente es un delincuente

De la tragedia ocurrida en Tucson se puede concluir que hay algo de razón en las voces de las diferentes tendencias que se han alzado para analizar el hecho.

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No obstante, nada puede disculpar la matanza, el tiroteo y la violación de un
derecho básico como el de reunión, consagrado en la Carta de Derechos, anexada
a la Constitución.

Quienes han emplazado la responsabilidad en Jared  Lee Loughner, el hombre
que le propinó un tiro en la cabeza a la congresista Gabrielle Giffords, sin
duda tienen razón.

Aunque el juicio no ha ocurrido, los ojos de los testigos y las evidencias son
contundentes.

El hombre, de acuerdo con los cargos, actuó como un criminal y no existe manera
alguna de exculparlo: hubo media docena de muertos y 14 lesionados.

Un criminal es un criminal, un asesino es un asesino, un delincuente es un
delincuente, un bandido es un bandido.

No puede haber medias tintas al describir a un facineroso que corta la vida de
una niña de 9 años, cercena los últimos años plateados de tres jubilados
mayores de 75 años, acaba con la existencia de un jurisconsulto mayor de 60 y
el porvenir de un profesional en los 30.

Habrá quienes intenten justificarlo "porque de todo hay en la viña del Señor".

Uno de mis lectores comentó en un sitio de internet: "ya lo están declarando
enfermo mental, incompetente".

Infortunadamente, en el mundo hay quienes tienen contemplaciones con los
criminales, se solazan y se recrean con ellos.

Independientemente del caso de Loughner, existen tendencias amorales que
admiran y abrazan un mundo criminal, en el que los forajidos son los héroes y
 los individuos honestos son objeto de repudio por ser nerdos, débiles
emocionales, o seres de cristal.

Pero, lo que me ha dejado verdaderamente patidifuso es la respuesta de la ex
candidata  republicana a la vicepresidencia, Sarah Palin, al llamado a la
cordura que hizo el alguacil del Condado de Pima, Clarence Dupnik, después del
atentado.

Dupnik pidió que el país se hiciera un examen de conciencia y cuestionó el
lenguaje virulento de los locutores de radio y televisión, que invita al odio y
la intolerancia.

"Cuando han pasado pocas horas de una tragedia, los periodistas y comentaristas
no deberían elaborar un libelo criminal que sólo sirve para incitar el mismo
odio y la misma violencia que supuestamente condenan", dijo Palin,
respecto a las recriminaciones que le hicieron los medios al tono de su verbo
como figura nacional después de su derrota electoral en noviembre de 2008.

Pero quienes se llevan un premio que raya en la inmoralidad son los amotinados
del té. Trás la masacre en Arizona,  la vertiente del movimiento conocida
como Tea Party Express, decidió recolectar dinero a través de la red virtual
para supuestamente contrarrestar los llamados a bajarle el matiz al acalorado
debate que ha vivido el país desde el verano de 2009.

Para defender su conducta de lucrarse con el evento luctuoso, ocurrido en el
centro comercial La Toscana de Tucson, estos amotinados expresaron en un comunicado
que la intención de quienes los estaban poniendo en tela de juicio era  de
"silenciarlos".

Lo que sé es que para los amotinados del té originales que se levantaron en
Boston para independizar a Estados Unidos y para los padres de la Patria sería
vergonzoso que gente así pretendiera compararse con ellos.