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Obama: Por el cambio y una oportunidad

El próximo presidente de EEUU afrontará más desafios que soluciones. 

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En pocos días elegiremos al próximo presidente de los EE.UU.  Sea quien sea, enfrentará desafíos que requerirán que sea más que humano para soportar y vencer.  Sin embargo, ese será su trabajo, junto con el nuevo Congreso, que pronto será electo.

Antes de que nuestro próxima presidente tome el poder, nosotros, los que conformamos el pueblo estadounidense, también tenemos un trabajo que realizar: elegir al mejor candidato para ocupar esos mega zapatos.  Por lo tanto, esta es una columna política, nacida no por algún deseo de siquiera pensar en la política o decidirse por un lado sino más bien como una reacción a la forma en que la política dirige a nuestro país y el deseo y plegaria por ver a los Estados Unidos volver a ser lo que siempre hemos sabido que es: un país de bondad, oportunidad y respeto mundial.

Cuando se dirija a las urnas para emitir su voto (y por favor no vote si no es ciudadano estadounidense porque se le prohibirá por siempre de poder ser ciudadano estadounidense y podría ser deportado) hágalo a sabiendas de que el voto que emita al final de cuentas constituirá una de las decisiones más importantes en los últimos 50 años que los estadounidenses son llamado a tomar: quién representará a los EE.UU. aquí y en el exterior.

Durante demasiados años hemos escuchado mentiras de nuestros líderes políticos: que el mercado se regularía por su propia cuenta, reducirá los impuestos para los adinerados y que habrá un poco para todos, que Al Qaeda está en Irak (no lo estaba entonces, pero lo está ahora) y que debemos eliminar a Sadaam Hussein para proteger la seguridad dentro de los EE.UU. y los intereses de los EE.UU. en el exterior.

Ninguna de las afirmaciones fue o es cierta.  Lo que sí es cierto, sin embargo, es que al seguir ciegamente a nuestros líderes, manchamos no solo nuestra propia imagen dentro de nuestras mismas fronteras sino también nuestra imagen en el exterior. Aunque muchos aún quieren y sueñan con venir a los Estados Unidos para una cantidad de personas igualmente grande en el mundo, los EE.UU. son un país sin principios, y que no piensa ni se preocupa por nadie más que por sí mismo.  De hecho, ante los ojos de los demás, nos hemos convertido en el Imperio del mal, peor que la etiqueta “26 terribles” con la que el gobierno de Bush etiquetó a los países en el Medio Oriente conocidos por apoyar al terrorismo.

Realmente, ni Obama ni McCain son capaces de mover la barita mágica y hacer que los últimos ocho años de mal gobierno y terrible política exterior desaparezcan de la noche a la mañana.  Realmente ninguno de los dos puede reducir ni reducirá los impuestos.  De hecho, ambos mienten: ¿Cómo podremos pagar nuestras enormes facturas pagaderas, continuar con los rescates financieros y todos los programas gubernamentales como medicare, Medicaid y el seguro social sin una inversión de efectivo que los impuestos proporcionan?  Sabemos o deberíamos saber que como estadounidenses necesitamos emplear mayores esfuerzos por restaurar la seguridad y prosperidad económica de nuestro país, para crear empleo en una economía global.  Entonces, dirán, ¿por qué Obama para una oportunidad?

Es porque lo establecido por McCain y su generación no ha funcionado y es hora de probar algo nuevo.  Es porque el concepto de entrar disparando en Pakistán y Siria, los países de nuestros aliados, no funciona y/o envía el mensaje correcto ni al pueblo de Pakistán o el de Siria.  Es porque necesitamos probar algo diferente: mostrar que nosotros en los EE.UU. no somos tan arrogantes, no confiamos plenamente en que siempre estamos en lo correcto sino en vez, estamos dispuestos a tomar en cuenta los “sentimientos” y necesidades políticas de los gobiernos del extranjero y de sus pueblos.  Obama está listo para intentar algo “nuevo”, para eliminar lo establecido y comprometerse en la diplomacia antes de disparar y de sólo recurrir a la fuerza (que a final de cuentas podría tener que hacer) sólo si eso no produce resultados. 

Hace varios años, inmediatamente después de la bomba que estalló en la estación de tren en Madrid y de nuestra reelección del Presidente Bush, yo platicaba con un taxista mientras viajaba hacia mi hotel en Madrid.  Al principio nos habló con amabilidad pero al escuchar a mi esposo dirigirse a mí en inglés, se volvió hostil.  Preguntó: “Su presidente les mintió sobre Irak, al igual que el nuestro.  Nosotros sacamos al nuestro pero ustedes lo reeligieron.  ¿Qué es lo que les pasa a ustedes estadounidenses?” Respondí rápidamente que ni mi esposo ni yo votamos por Bush y el taxista nos volvió a tratar con amabilidad.

Este años electoral 2008 es una oportunidad para enviarle un mensaje a ese taxista y al mundo entero: Obama le ofrece una oportunidad de cambio a los estadounidenses, y ellos han elegido sabiamente.