Los periodistas que informan desde el extranjero enfrentan todo tipo de riesgos sencillamente al cumplir con su trabajo.

Uno de los riesgos es quedar atrapado, no debido a un error propio, en un conflicto geopolítico y terminar convertido en un chivo expiatorio, como espía.

Eso es lo que le ocurrió a la reportera iraní-estadounidense Roxana Saberi, quien fue condenada la semana pasada por un juez iraní a ocho años de cárcel, bajo el cargo de espionaje a favor de Estados Unidos.

La acusación indudablemente fue espuria. Si los gobernantes de Irán desean ganarse el respeto que el Presidente Barack Obama les ha otorgado en ofrecimientos recientes, ellos corregirán de manera expedita la injusticia causada a Saberi.

La colaboradora de la Radio Pública Nacional y el noticiro  (británico) de la BBC es víctima de fuerzas a las que, seguramente, les alegraría solo un poco sabotear el incipiente diálogo que Obama lanzó con la dirigencia iraní. Saberi fue hallada culpable en una juicio sumamente rápido que terminó siendo una farsa, ya que un “experto” de contrainteligencia del Ministerio de Inteligencia de línea dura presentó un informe condenatorio sobre las presuntas actividades de espionaje de la mujer ante un juez del poder judicial, igualmente de línea dura, con base en revelaciones de funcionarios iraníes.

Con todo, se han dado señales motivadoras en últimas fechas en cuanto a que las personas que toman las decisiones en Teherán quieren desenredar al país de este embrollo.

El lunes de esta semana, el presidente iraní, Mahmoud Ahmadinejad, quien no era conocido anteriormente por apoyar altos estándares de justicia, pidió que Saberi sea capaz de montar una defensa apropiada en una apelación.

Además, el martes pasado, un portavoz del poder judicial expresó la esperanza con respecto a que “el veredicto sea reconsiderado en la corte de apelaciones”.

Los periodistas no deberían ser convertidos en peones de los altercados entre naciones o de luchas de poder en su propio seno. Si Saberi no es liberada pronto, su dura situación dificultará más que nunca acabar con la destructiva enemistad de 30 años entre Estados Unidos e Irán.