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'Yo fui Hernán Guaracao'

'Yo fui Hernán Guaracao'

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Izq., las modestas ediciones de AL DÍA, durante los primeros cuatro años de su publicación. Derecha, la junta editorial original (de izq. a der.) Rev. Luis Cortés, Carlos Peraza, Hernán Guaracao, René Fuentes, Pat De Carlo y Mario Driggs.
 

Uno de los maestros de la literatura global nació en un país latinoamericano, en Argentina, específicamente en Buenos Aires, y su madre lo crió con toda su voluntad en el barrio de Palermo, detrás de una "verja de lanzas", como solía escribir al describir el hogar en que creció.  

Esa verja, tan poéticamente descrita, era tan solo una prosaica cerca de barras de acero, una típica barrera contra los ladrones en este barrio de clase media en la capital de Argentina, con porches enrejados al frente. 

Argentina, Buenos Aires, la patria de Jorge Mario Bergoglio, el actual papa Francisco, y también de Evita Perón, convertida en "Santa Evita" por ese otro escritor argentino difunto, Tomás Eloy Martinez, quien también llegó a América del Norte, y murió tan solo hace un par de años, mientras enseñaba literatura latinoamericana en la Universidad de Rutgers aquí cerca en Nueva Jersey. 

La gente nace, crece, procrea (a veces — Borges no fue tan afortunado), sueña, escribe (a veces — Borges fue el mejor de su tipo entre los mejores escritores globales), y finalmente, morimos, a veces para ser recordados con gloria, a veces para ser inevitablemente olvidados.

Antes de morir, sueñan, imaginan, y se convierten, como decía Borges, en  "Amanuenses del Espíritu", los escogidos que pueden poner algo en escrito para que otros lo lean, y entiendan, a través de la sabiduría que a veces logra contener o transmitir la Verdad.

La Verdad es la que te liberará una vez que llegas a conocerla, según proclaman las Escrituras, y nos recuerdan los pastores o los sacerdotes los domingos.

La verdad no es relativa, como decía la esposa de Pilato a su esposo cuando éste le preguntaba con angustia si sabía cómo diferenciar e identificar "la Verdad verdadera", ya que él, como militar y político, vio tantas versiones de ésta en su profesión. 

Digamos que Borges conocía la verdad, y la escribió muchas veces de varias maneras distintas — tanto que usted podría considerarlo el William Shakespeare de la literatura latinoamericana, o el William Faulkner del sur más al sur en las Américas, hasta el Estrecho de Magallanes (aun Argentina). 

En 1960, Borges escribió, "Borges y Yo", que se lee así: 

"Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas. (...) Sería exagerado afirmar que nuestra relación es hostil; yo vivo, yo me dejo vivir, para que Borges pueda tramar su literatura y esa literatura me justifica. (...) Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido..."

"No sé cuál de los dos escribe esta página".

Recordamos nuestra infancia más frecuentemente después de cumplir los 50 —  esta semana, por ejemplo, arribo a los 54.

Borges recordaba su "verja de lanzas" y la memorializó en sus oraciones tan bien escritas que siempre sonaban como versos. 

Yo no recuerdo mucho de mi infancia, que fue mucho menos protegida que la de Borges ya que yo no era hijo único sino uno de 14, y Mami tenía poco tiempo para darle atención a uno, sin importarle mucho que fuera el más pequeño. 

Quizá es "la falta de tiempo" la que corta la calidad de las experiencias de nuestra vida.

Debería darle tanto de ese preciado tiempo — lo que queda — a mis seres queridos, tal vez, a mis compañeros de trabajo.

Por último, a mi mismo, quien quizá también lo necesite urgentemente. 

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