Para el Partido Republicano, el silencio sería de oro
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Hace un tiempo, sugerí que el presidente Obama y muchos de sus correligionarios demócratas dejaran de hablar de la inmigración, ya que no pueden hacerlo diciendo la verdad.
Ahora estoy haciendo la misma sugerencia con respecto a los republicanos, muchos de los cuales no parecen poder hablar del asunto en forma constructiva.
Consideremos un trío del Partido Republicano. Uno es un alarmista. El otro es nativista. Y el tercero, parece ser un falso populista.
El alarmista es el senador Marco Rubio, de Florida, quien advirtió a sus correligionarios republicanos, recientemente, que si no aprueban el proyecto de ley que él ayudó a fraguar, y que provee de seguridad fronteriza y categoría legal a los indocumentados, Obama podría emitir una orden ejecutiva, salteándose la primera parte y yendo directamente a la segunda.
"Creo que este presidente se verá tentado, si no ocurre nada en el Congreso, se verá tentado a emitir una orden ejecutiva, como lo hizo con la Ley DREAM hace un año, que básicamente legalice a 11 millones de personas con una firma," dijo Rubio en una entrevista en una estación de radio de Florida.
Primero, no hubo una orden ejecutiva. Todo lo que hizo Obama fue anunciar un cambio de política a seguir, en el Departamento de Seguridad del Territorio, que creó el programa Acción Diferida para los que Llegaron de Niños (DACA, por sus siglas en inglés), a fin de otorgar a los jóvenes indocumentados un aplazamiento de la deportación por dos años y un permiso de trabajo. Segundo, incluso si Obama contara con ese poder, no hay pruebas de que esté interesado en utilizarlo para ayudar a los inmigrantes ilegales. Obama pasó sus primeros tres años en el cargo dando excusas a sus seguidores sobre una política migratoria que ellos consideraron dura. Y finalmente, la cifra de 11 millones es incorrecta. Hasta el proyecto de ley de la propia "Pandilla de los Ocho" de Rubio, que la Casa Blanca apoya, tiene tantas restricciones que -según analistas— sólo alrededor de la mitad de los 11 millones alcanzaría la ciudadanía.
El nativista es el representante Steve King, republicano por Iowa, quien ya nos ha dado la solución para asegurar la frontera: electrificar el cerco ya que "hacemos eso con el ganado todo el tiempo", y también ha revelado que es mucho más probable que esos jóvenes indocumentados conocidos como DREAMers sean camellos de drogas que primeros de su clase.
La última metida de pata de King involucra a la estratega del Partido Republicano, Ana Navarro, quien se enfrentó con él en el programa "Meet the Press" de NBC. Navarro, ciudadana estadounidense nacida en Nicaragua, criticó a King por su comentario acerca de los DREAMers y el contrabando de drogas. Lo describió como un "congresista mediocre que no tiene actuación legislativa" y que sólo llega a ser noticia nacional "cuando sale y dice algo ofensivo sobre los indocumentados o los hispanos". King respondió: "Hablé sólo de contrabandistas de drogas, y si Ana entiende el idioma debería saberlo. No la insulté a ella."
En realidad, acabó de hacerlo. Sugerir que una latina no "comprende" el inglés es insultarla. De hecho, lo considero racista. ¿Por qué no le pide el certificado de nacimiento en televisión nacional?
Navarro comprendió el mensaje y respondió: "No soy indocumentada, congresista."
El falso populista es el senador Jeff Sessions, de Alabama, que el mes pasado aconsejó a sus correligionarios republicanos que evitaran el elitismo del proyecto de ley de reforma migratoria del Senado y "pusieran patas arriba al debate de la inmigración". Sessions sostiene que el Partido Republicano perdió la última elección presidencial no porque no tuviera suficiente apoyo de los hispanos, sino porque "perdió el apoyo de los estadounidenses de ingresos bajos y medios de todos los orígenes." Lo que se necesita, dijo, es un plan para "encarar directamente las inquietudes reales y legítimas de millones de estadounidenses que sufren, y cuyos jornales han declinado y cuyas perspectivas de trabajo se han vuelto más aciagas."
Es un truco. Sessions echa la culpa a los inmigrantes ilegales por perjudicar a los estadounidenses de la clase obrera al bajar los jornales y eliminar puestos de trabajo. La actuación del senador en las votaciones del Congreso indica poca preocupación por los obreros y mucho apoyo a las empresas que los emplean. Además, Sessions asigna mucho poder a una gente que carece de categoría legal, a menudo no habla inglés, tiene en general una educación de escuela primaria y es tan vulnerable que se la puede explotar, engañar, arrestar y expulsar del país a voluntad.
Francamente, si uno es un estadounidense que no debe preocuparse por todos esos obstáculos, nació con las ventajas que acarrea la ciudadanía estadounidense, y aún se encuentra perdiendo terreno ante los trabajadores indocumentados, no debe quejarse. Debe avergonzarse.
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