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Vargas Llosa desde la ceguera

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El peruano Rigoberto Camargo perdió la vista hace ya casi veinte años, pero sigue reviviendo aquel momento mientras transcribe al braille la obra "Los cachorros", de Mario Vargas Llosa, en su mesita de la Biblioteca Nacional.

En entrevista, Camargo recuerda la fecha del 6 de septiembre de 1992, cuando un coche bomba explotó a unos metros del autobús de Lima en el que viajaba y las esquirlas se clavaron en sus ojos causándole una ceguera total e inmediata.

El atentado terrorista le dejó ocho meses en rehabilitación, hasta que aprendió a valerse por sí mismo en la oscuridad y pudo volver a trabajar en la biblioteca, no ya como el personal de seguridad que había sido, sino como técnico de encuadernación.

Después, Camargo comenzó a transcribir al braille todo tipo de libros, labor que desempeña desde 2001 en la sala especial "Delfina Otero Villarán" en la sede que tiene la biblioteca en el centro histórico de la capital peruana.

Actualmente está enfrascado junto a su ayudante Ronald Ortiz en la transcripción de "Los cachorros", a petición de los invidentes que acuden al centro, más interesados en Vargas Llosa desde que éste obtuvo el último premio Nobel de Literatura.

Este incansable lector de 51 años reconoce que se siente fascinado con los personajes de la novela, sobre todo con el niño Cuéllar, a quien un perro le arrancó los genitales y lo dejó sumido en el abandono.

Perder la vida en un segundo fue lo mismo que experimentó Camargo cuando quedó ciego, pero a diferencia de lo que le ocurrió al joven creado por Vargas Llosa, confiesa que recibió el apoyo de sus compañeros, familiares y demás personas.

Concentrado en las frases que le dicta su asistente voluntario, Camargo pulsa las teclas de la máquina de braille para marcar los puntos en unas hojas más gruesas que las de costumbre.

"Leer en braille se disfruta más porque si hay párrafos que no entiendes puedes volver a leerlos rápidamente, analizar y comprender mejor, mientras que en audio es un poco tedioso", argumenta el técnico de la biblioteca.

La sala para invidentes permite a los usuarios grabar cualquier obra impresa en cintas o formato digital, así como consultar las computadoras, leer textos en braille, ampliarlos en pantallas especiales o escuchar audio-libros, relata la encargada Rosa Yataco.

Vargas Llosa no es el único autor que puede encontrar este público de atención personalizada, pues también hay obras de César Vallejo, Marco Martos, Franz Kafka y hasta de literatura infantil.

En otra mesa del centro, al que suelen acudir sobre todo jóvenes universitarios y profesionales, cinco ciegos leen por turno en voz alta "Los gallinazos sin plumas", del también peruano Julio Ramón Ribeyro.

Asimismo, pueden utilizar las colecciones donadas por la Organización Nacional de Ciegos Españoles (ONCE) o la Fundación Braille de Uruguay, aunque aún no disponen de impresora en braille.

Sí tienen, en cambio, la ayuda de voluntarios como Ronald Ortiz, que les pone voz a los textos escritos y dice haberse dado cuenta de que "ellos leen mucho más que nosotros a pesar de que somos videntes".

Para satisfacer las ansias de lectura, esta obra de Vargas Llosa que por primera vez transcribe la Biblioteca Nacional debería estar lista en unas semanas, según Camargo, quien, además de impartir talleres de braille y dar masajes, ha subido varias veces al podio como atleta en Perú y en el extranjero.

"Sé cómo es la vida exteriormente, (...) cuando me narran ya imagino cómo es", agrega esbozando una sonrisa tras sus gafas de sol. 

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