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Renoir, Cézanne y Matisse descienden en Filadelfia

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La nueva instalación de la Fundación Barnes será un edificio de 93.000 pies cuadrados que incluye una réplica de la galería original.

 

Un momento histórico está por ocurrir próximamente frente a los ojos de todos los filadelfianos y probablemente muy pocos estén al tanto.

Tal vez se deba a la naturaleza del evento o al proceso tan extenso que tuvo que ocurrir para que sucediera, pero la realidad es que en mayo del 2012 habrá un antes y un después en el mundo del arte a nivel mundial. 

Se trata de la inauguración del nuevo campus de la Fundación Barnes en Filadelfia, la nueva edificación que resguardará la colección privada del legendario doctor Albert C. Barnes, que desde hace casi 90 años se había mantenido en su institución original localizada en Merion, Pensilvania.

En realidad, la mudanza de unas 4.200 piezas de arte no debería significar mayores retos que las medidas de protección durante un rápido viaje de cinco millas, mas esta mudanza no se debe tomar a la ligera.

Reconocida por expertos como la recopilación de arte  moderno más impresionante de la primera mitad del siglo XX, la colección Barnes representa la visión de este médico que llegó mucho más allá de su impecable gusto por las obras artísticas para convertirse en una institución educativa dedicada al hombre ordinario, a todo aquel sin recursos o acceso a la cultura.

Hoy en día este gran regalo que Barnes concedió al hombre ordinario está avaluado aproximadamente en $25 mil millones, aunque ni el mismo director de la fundación, Derek Gillman puede declarar un número determinado, "Solo puedo decir que es una colección de valor extraordinario".

"La Fundación Barnes atacará a los enemigos de la inteligencia y la imaginación en el arte, sin importar si estos estén protegidos por el prestigio social o el poder financiero", declaraba Barnes durante los primeros años a la cabeza de su institución.

Y es que su colección privada se volvió la manzana de la discordia de los nombres gigantes en el mundo del arte como el Museo de Arte Moderno en Nueva York (MOMA) o el Museo de Louvre en Paris, que ansiosos esperaban poder disfrutar de esta exhibición colosal. La colección simplemente se convirtió en la más grande antología   de arte moderno completamente fuera del alcance de los museos.

Fue en 1922 que la fundación abrió sus puertas como una escuela y sus obras se utilizarían únicamente para fines didácticos. Barnes buscaba dar una experiencia íntima desplegada según sus valores estéticos y no por el período o nombre del artista.

Mucho de esa primera visión cambió desde la repentina muerte de Barnes en 1951, quien incluso había claramente estipulado que su colección jamás podría ser prestada a otras instituciones o siquiera abandonar su galería original.

Hoy, después de pasar por varios presidentes, declararse casi en bancarrota en 2002 y un largo  proceso legal por evitar su traspaso, en unos meses se podrá disfrutar desde el paseo de los museos en Filadelfia uno de los más grandes tésoros del siglo XX.

 
 

La colección del pueblo que ahora será del mundo

Fue el célebre pintor francés Henri Matisse quien alguna vez dijo: "La Fundación Barnes es el único lugar en Estados Unidos donde se puede ver arte". 

Y lo irónico es que la incursión del doctor Barnes como coleccionista fue casi por accidente. Introducido en el mundo del arte por su amigo, el pintor William Glackens, comenzó a adquirir a principios del siglo XX miles de obras de artistas entonces desconocidos como Pierre–Auguste Renoir, Pablo Picasso o el propio Matisse.

A través de los años los estudiantes de la Fundación Barnes apreciaron 181 pinturas de Renoir, 69 creaciones de Paul Cézanne, 59 del pintor Henri Matisse, 46 Picassos, 11 obras de Edgar Degas, 7 pinturas de Van Goh y 6 de Georges Seurat; entre muchos otros.

Otro aspecto que puede considerarse en verdad irónico es que la supervivencia económica de la colección se ligó irremediablemente a la mudanza de las piezas hacia una locación más grande y accesible a más público. Ideas totalmente en contra a la voluntad del fundador.

Desde su inicio, el doctor Barnes dejó muy en claro el propósito fundamental de su institución: "El fomento y desarrollo de la educación y apreciación por las Bellas Artes". Inclusive pedía que se le llamara escuela y no museo, ya que las piezas artísticas se encontraban en sus paredes solo por motivos didácticos.

"Al mudarse a Filadelfia se tiene una gran oportunidad de crear un verdadero impacto en involucrar al público con el arte, un principio muy cercano a la misión original de Barnes. Creo que es una excelente oportunidad para que la fundación cumpla su misión en un nivel, que por razones históricas, nunca había podido lograr", declararía alguna vez Gillman para el New York Times.

Fue en septiembre pasado que la Fundación Barnes anunció la apertura de su nueva instalación en la ciudad de Filadelfia para el próximo 19 de mayo. Diseñada por los arquitectos Tod Williams y Billie Tsien, se trata de una construcción de 4.6 acres localizada en el 2025 del Benjamin Franklin Parkway.

La nueva casa de la colección Barnes comenzó su construcción en 2009, un edificio de 93.000 pies cuadrados que incluirá una galería principal, una galería de exhibiciones temporales, un laboratorio de conservación para las piezas, una librería, una tienda de regalos y una cafetería.

La colección principal se mostrará en la galería que es una réplica en escala, proporción y configuración de la galería original en Merión.

Para recrear una casa para la colección tan idónea como la original, los arquitectos  diseñaron un edificio que duplica el diseño original, pero agregando salones de clases y un espacio para un jardín interior.

Según informó la fundación, la colección será exhibida justo en el orden que el fundador original había predispuesto, pero con un mayor acceso y oportunidades para el público.

"Creo que cuando Barnes hablaba sobre no mover su colección se refería a la ubicación y diseño de sus piezas. No quería que un Cézanne se moviera por un Picasso", dijo Gillman

 

El historiador de arte, el británico Derek Gillman, es el director de la Fundación Barnes desde el 2006. 

 

"Una misión que continúa en Filadelfia y es de todos"

La mudanza de la colección Barnes a Filadelfia es una diligencia épica que conlleva la gran responsabilidad de mantener viva la misión original de su fundador.

Ahora se espera que en Filadelfia la colección tendrá unos 250.000 visitantes al año, cuatro veces la cantidad que recibía en su ubicación original. La pregunta que AL DÍA tuvo para Gillman cuando este visitó sus oficinas fue ¿qué hará exactamente para hacer la diferencia en aquellos con menos acceso a la educación y el arte?

"Es una gran pregunta que no cuenta con una respuesta obvia. La idea de Barnes con respecto a la educación era que estuviera al alcance de la persona común y no solamente de unos cuantos. En su época la educación era un privilegio dirigido a una elite muy pequeña", dijo Gillman al inicio de la charla.

Antes de poder dar una respuesta concreta sobre las estrategias que implementará en la fundación, Gillman contrapuso las diferencias entre las necesidades que existían en la época de Barnes y las actuales. "A principios del siglo XX el sistema escolar y universitario eran muy diferentes al de hoy en día, la mayoría de los niños no tenían la oportunidad de llegar hasta la universidad. Me parece que hoy las escuelas llevan a los estudiantes hasta la universidad si estos aprovechan la oportunidad".

Gillman relató que la misión educativa de Barnes inició mucho antes que la propia fundación, desde los talleres de sus fábricas donde se impartían clases para sus trabajadores.

"Se trataba en su mayoría de hombres afroamericanos y mujeres blancas. No estaba enfocado específicamente en una minoría, como los latinos o afroamericanos, sino a personas comunes con falta de oportunidades", agregó.

Un historiador de arte graduado de la Universidad de Oxford, Gillman fue nombrado director de la Fundación Barnes en octubre del 2006. Este británico de 58 años abandonó su cargo anterior como CEO y director de la Academia de Bellas Artes de Pensilvania, puesto que había realizado durante siete años, para poder embarcarse en la gran travesía que implica dirigir la fundación.

Por su parte, espera poder construir una alianza con el Distrito Escolar de Filadelfia  para extender los programas educativos y recursos con los que la fundación cuenta. También cree que al alcanzar a los niños se llegará más fácilmente a las comunidades.

Para el director, el gran cambio que tendrá la colección al salir de Merion fue clave para  sacar a la fundación de la crisis que la acedaba. Ahora su legado económico ha llegado a más de $50 millones.

"Esto es un trabajo para todos aquellos que estamos interesados en la educación, puedo asegurarle que la Fundación Barnes definitivamente pondrá su grano de arena para continuar con esta misión", declaró Gilliman.

 

Un hombre ordinario con un legado extraordinario

Después de varios presidentes  al mando de la fundación y muchos problemas económicos, en 2002 se presentó una petición para trasladar la colección a un lugar más atractivo para los visitantes.

Fue en 2007 que el curso de la colección cambiaría para el júbilo de varios y el desagrado de muchos: La colección Barnes se mudaría a Filadelfia, a pesar de que aparentemente esto significaría ir en contra de la voluntad de su fundador.

La historia de Albert C. Barnes es la del joven 'pobretón' con un potencial extraordinario que logró sobresalir de entre las masas.

Nació en 1872 en un barrio pobre de Filadelfia de padres de clase trabajadora. Su padre perdió el brazo durante la guerra civil estadounidense y el sustento principal era proveído por su madre. 

Se graduó del Central High School en 1889, en una época en que la educación básica en Estados Unidos solo llegaba a unos cuantos. 

"Era un chico sumamente inteligente y fue muy afortunado al ser aceptado en la Central High School de Filadelfia, una de las mejores escuelas públicas del país. Él se superó a través de su inteligencia, la ciudad tenía muy buenas escuelas pero solo si lograbas entrar en ellas", agregó Gillman.

Según el Washington State Institute for Public Policy, se calcula que para 1900 solo el 6 por ciento de los jóvenes de EE.UU. lograban un diploma de High School. Barnes logró continuar sus estudios en la Universidad de Pensilvania, costeando sus gastos universitarios jugando béisbol semi-profesional y practicando boxeo; a los 20 años ya contaba con un título como médico general.

Barnes se abrió paso hasta Alemania donde estudió química fisiológica y farmacéutica a finales del siglo XIX, fue ahí que conoció a su colega el alemán Herman Hille, con quien desarrollaría el médicamento Argyrol, con lo que  logró su fortuna.

La Fundación Barnes cerró las puertas de su campus original el pasado 3 de julio para comenzar la mudanza de la colección. El proyecto solo se pudo realizar tras la recaudación de $200 millones.

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