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La guerra de guerras: "hay jóvenes pagando sentencias absurdas"

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AL DÍA se ha caracterizado por dar voz a aquellos que no la tienen a través de sus artículos. Esa fue justamente la intención que acompañó la idea de reunirnos con tres mujeres que quizás no representen en número a la totalidad de la comunidad o de la sociedad, pero sus historias sí representan el pan de cada día de miles de familias en Pensilvania. Una vez que usted lea la historia de Marisol (nombre ficticio), de Gigi y de Terry (nombre ficticio) va a pensar que ya escuchó lo mismo, no una, sino más de dos veces.

“Me llamo Marisol. Nací en Ponce, Puerto Rico. Mis padres me trajeron a la edad de cuatro años a Filadelfia. A los 18 años tuve a mi primer hijo que es producto de un incesto. Él hoy está preso. A los 21 me casé y tuve dos hijos más. Mi papá me ayudó a criar a mi hijo y para mi hijo, su abuelo era como su papá. Cuando mi hijo tenía 15 años su abuelo murió y al poco tiempo, murió su mejor amigo también. Su mejor amigo murió en sus brazos, en los de mi hijo. Murió porque una bala perdida lo alcanzó en una fiesta en un ‘basement’. El arma al parecer estaba allí hacía años. Como consecuencia de esas dos grandes pérdidas emocionales, comenzó a estar en las calles, a fumar marihuana y lo agarraron. Lo agarraron por venta de droga porque él nunca las consumió. Fumaba marihuana pero no drogas mayores. Fue procesado en la Corte de Drogas y entró al Programa pero no le sirvió de nada y cuando la sentencia llegó, ya era adulto. Ahora tiene que pagar 26 años en la Federal y 20 en la Estatal”. 

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“Me dicen Gigi. Hija de padres y abuelos americanos. Mi hijo mayor fue asesinado a la vuelta de la esquina el 7 de mayo de 2003 cuando iba a comprar una hamburguesa. Él tenía 18 años y estudiaba en Edison School. Lo mataron por robarle 6 dólares y un teléfono celular. Tuve que identificar su cuerpo y dos días después de hacerlo perdí todo el pelo, incluso las cejas y las pesatañas. La gente piensa que tengo cáncer. Después del asesinato de mi hijo, Colman, mi otro hijo, sintió que tenía que ser el protector y comenzó a vender drogas y lo agarraron”.

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“Mi nombre es Terry. Nací en Pleasant Hills. De padres y abuelos americanos. Mi segundo hijo está en prisión. Él consumía marihuana y lo agarraron por sobrepasar el límite de velocidad. Entró al Programa* porque dio positivo aunque por niveles muy bajos; sin embargo, encontraron marihuana en el carro. Entró al Programa, asistió a todas las reuniones de autoayuda y de búsqueda de empleo, pero nada sirvió porque nunca pudo volver al sistema laboral y se consiguió una novia que consume drogas con prescripción. Ella sufre de ansiedad y ataques de pánico y consume opiáceos. Lo agarraron por segunda vez luego de una discusión que tuvo con ella y cuando ella llamó a la policía metió drogas en sus bolsillos. No sé cuándo vaya a salir de prisión”. 

La Guerra contra las Drogas

La revista The Economist nos recordó que Estados Unidos es el país con la población encarcelada más grande del  mundo; le siguen Rusia y Sudáfrica. El país tiene aproximadamente 2,4 millones de personas en prisión; la mayoría, 1,36 millones en las prisiones estatales. 

De acuerdo con el reporte del crimen del FBI de septiembre de 2012, entre el 2001 y el 2013 más de la mitad (51 por ciento) de los prisioneros en los Estados Unidos que están pagando sentencia de más de un año en las federales, lo hacen por crímenes relacionados con drogas. El mismo informe muestra que de 1.552.432 arrestos por delitos relacionados con droga, el 82,2 por ciento fueron por pesesión de una substancia no controlada. Y solo el 17,8 por ciento fue por la venta o manufactura de alguna droga. Y casi la mitad, es decir el 48,3 por ciento de los arrestos fueron por marihuana. 

Es en 1971, con la administración Nixon, que se inaugura una de las más grandes y letales políticas: la de la Guerra contra las Drogas. Surgió una década después de la histórica revolución de la década de los sesenta. Quizás, una de las más pacíficas. Y es que la Guerra contra las Drogas ha sido una de esas políticas irracionales que como caballitos de batalla, van tan rápido y con tanto brío que se desbocan; y así, desbocados, siguen su camino irracional eterno en los pasillos del poder. 

De Nixon hasta nuestros días ha aumentado significativamente el tamaño, el poder y el número de las agencias de control contra las drogas. A su vez, ha disminuido en número, poder y tamaño la educación, la salud, el empleo y la justicia. La corrupción ha aumentado significativamente pero la equidad ha descendido de manera alarmante. 

Las cifras cansan pero son útiles a la hora de agrupar la realidad. Vea esta otra: de acuerdo con el reporte de 2013 de Trust for America’s Health, TFAH, Pensilvania ocupa el lugar 14 del país por muerte por sobredosis de drogas. La mayoría de estas drogas se consumen con prescripción médica. El mismo reporte indica que, en los ultimos 10 años en la mayoría de los estados se duplicaron las muertes por sobredosis, en otros se triplicó, y en Pensilvania aumentó en un 89 por ciento.

 “Las prisiones sufren de hacinamiento y no todo el mundo que está en prisión tiene una razón válida para estar encerrado, y no todas las personas que están en prisión representan una amenaza para la sociedad”, dijo  el abogado criminalista Anthony Arechavala en su oficina del centro de la ciudad. “Los programas de rehabilitación no están funcionando. Hay jóvenes pagando sentencias absurdas para el tipo de crimen que cometieron. Otros, sufren de adicción que está definida por la Sociedad Americana de Medicina como una enfermedad crónica pero el sistema legal no los trata bajo esta definición”, agregó.

 

Le preguntamos entonces al Dr. Guillermo Otero director del Centro de Respuesta a la Crisis de  Einstein Health Care Network, porqué y para qué consumir drogas: “Hay personas que consumen drogas controladas o no controladas porque han estado expuestos en las familias; otros consumen porque han tenido malas experiencias, por ansiedad, por escape. A veces se consumen por accidente al sufrir una fractura o una cirugía dental o cualquier otro problema médico y se les prescriben medicinas para el dolor derivadas de los opiaceos. Hay muchas razones. Hay adolescentes que se inician porque encontraron drogas en las calles o en el gabinete de la familia. Sin embargo, esa es la pregunta de los mil quinientos chavitos”.

“Mi hijo es bien inteligente –se lamentaba Marisol. “Con su inteligencia pudo meterse al Army pero él no tuvo oportunidades”. 

Agregó Gigi: “Mi hijo me decía, ‘Mami yo he tratado y quiero hacer lo correcto pero nadie me da trabajo’”.

“Mi hijo estaba trabajando con el hermano en carpintería pero un día fue visitado en casa por sorpresa y dio positivo por marihuana y volvieron a llevárselo”, dijo Terry.

La guerra de guerras

En 2015 con un monto de 400 millones se terminará la construcción, en el estado de Pensilvnia, de una de las más modernas prisiones del mundo. De acuerdo con las autoridades, ésta reemplazará a la ubicada en Graterford; sin embargo, Graterford no será demolida. Mientras tanto, el sistema escolar de Pensilvania necesita 300 millones para operar y aunque Filadelfia educa el 10 por ciento de Pensilvania, en los últimos años se han cerrado más de 23 escuelas públicas. Eso sin hablar de las estadísticas de empleo y/o salud.

Un dolar cuesta el minuto de teléfono para hablar con un encarcelado. Un millón de dólares es lo que gana mensualmente por concepto de llamadas el sistema carcelario. No nos dio tiempo de revisar las cifras en el mercado de valores de las dos compañías privadas más grandes del sistema de prisiones, Corrections Corp y Geo Group. Sin embargo, el mercado de más de dos millones de encarcelados mueve un negocio de 37 mil millones.

“La comunidad ha tenido históricos problemas con educación, ha habido una alta tasa de deserción escolar que ha bajado en los últimos años gracias a algunas escuelas que han tenido un impacto positivo en el área. Pero el empleo ha sido un problema severo y en general son comunidades con un bajo ingreso las que se ven más afectadas. Hay violencia en la zona, abuso intrafamiliar, todos efectos de la pobreza. Vivimos en una cultura de individualidad y no de comunidad”, dijo el Pastor Roger Zepermick.

Cada estado, y Filadelfia en particular, controla el tema de salud mental a través del Departamento de Salud Mental ¿Qué tanto sirven estos programas de salud mental? “Hay gente que hace aportes notables, sin embargo el sistema de salud mental en la ciudad tiene vicios. Creo que la supervisión y evaluación de los programas debería ser más estricta con una mejor rendición de cuentas. No sé cómo es que los programas salen con actos atroces de la mala gestión y violaciones de las normas. El proceso de auditoría es una broma con ninguna aplicación significativa y pienso que tiene un muy bajo nivel de éxito”, dijo Orlando Smith, trabajador social quien por más de nueve años trabajó en una de las más importantes agencias de salud mental de la ciudad. 

La cadena es interminable. Las voces de Marisol, Gigi y Terry son solo una muestra de las miles de voces de Erie hasta Delaware, pasando por Greene y Wayne. Son esas voces juntas y lo que ellas representan lo que puede hacer la diferencia; son esas voces las que suman y no restan, más en momentos de elecciones. 

*Programa le llaman al Programa de la Corte Juvenil de Droga (Juvenile Drug Courts). La corte asigna casos a este programa según su criterio. El Programa ofrece supervision judicial para casos de delincuencia juvenil que tiene que ver con el abuso de substancias ilícitas. 

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