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Español a-la-Walter Cronkite no puede regularse desde España

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“He aquí todas las voces, todo los modos de hablar, congregándose en una gran polifonía” dijo este mes en Madrid España, Don Víctor García de la Concha, Presidente de la “Real Academia de la Lengua Española”.

Nos complicamos tanto en formalidades en nuestro mundo hispano –una de las fortalezas de nuestra rica cultura, y desafortunadamente también una de nuestras mayores debilidades- que hasta creamos una suerte de Templo a las Letras, una Catedral para nuestros fonemas o quizá una Santa Inquisición para nuestra simple gramática y peor ortografía.

“La Real Academia de la Lengua Española” es una creación difícil de entender para la mayoría estadounidense, la cual astutamente rechazó una noción legalista de una “Lengua Inglesa Oficial” para los Estados Unidos, o peor aún una “Real Academia de la Lengua Inglesa” basada en algún sitio de Londres.

Uno de mis amigos ‘anglo’ de esta maravillosa y polifónica Norteamérica en la que coincide que vivimos, aquí en Filadelfia, me entregó casi horrorizado un recorte de prensa del Iquirer, nuestro prestigioso diario metropolitano con las recientes noticias desde Madrid indicando que la famosa “Real Academia de la Lengua Española” emitió, luego de 33 años de silencio, “nueva legislación” sobre qué es “legal o ilegal” cuando se trata de hablar o escribir en el idioma de Cervantes.

En dos gruesos volúmenes aprobados por un cuerpo de altivos académicos de la Península, y 21 organizaciones “hermanas” de toda Latinoamérica, la Academia, aún centrada en Madrid define (pese, obviamente, a que esa no es su intención pública) quién habla la forma legítima del lenguaje, y consecuentemente quién no lo hace.

En otras palabras, este nuevo “Código Gramático del Lenguaje”, como un dominicano miembro del directorio de doctores que supervisaron el proyecto lo llamara, determina el español legítimo, y como consecuencia crea un espacio abierto para ponerle membrete “al otro” junto con sus prácticas bastardas.

Mi amigo ‘anglo’ al entregarme su recorte del Inquirer subrayado, me dijo moviendo su cabeza incrédulo y con una amplia sonrisa: “Aquí hay algo que no encaja.” “El mayor cambio de la gramática existente que data allá en 1931 –según la nota de la agencia AP reproducida por el Inquirer- es que el nuevo libro refleja cómo el lenguaje se habla donde la mayoría de hispano hablantes vive: Latino América.”

¿“Qué hay del español hablado en los Estados Unidos, nuestro propio y único español á-la-Walter Cronkite (el inglés periodístico uniforme estadounidense del siglo XX) del que tanto nos preciamos, hablado por 50 millones de latinos en los Estados Unidos?, me pregunta otro amigo este sí latino nacido en los Estados Unidos con dos títulos académicos avanzados, uno en Latino América y otro estadounidense.

“Ya que obviamente nuestro único uso del lenguaje no era parte de los 2 volúmenes, ¿será que automáticamente nos encuadran como ‘nuevos bastardos’, quizá tataranietos y tataranietas de la Reina Elizabeth I de Inglaterra, (la “prostituta de la que hablaba el Rey Fernando VII allá en el Siglo XVII)?

Este amigo me hizo pensar:

¿Seremos entonces los 50 millones de latinos en los Estados Unidos la mismísima gente que habla el más impropio español del mundo?

Especialmente desde que algunas veces nos enorgullecemos de la manera en que lo hablamos, llamándolo a veces ‘espanglish’ para diferenciarlo de otros quizá igualmente bastardas formas de la lengua, como el que se usa, digamos, en Tijuana, México.?

Este amigo latino me hizo pensar:  Ellos algunas veces hasta escriben como hablan y les premian con los más altos honores por hacerlo.

Por ejemplo, veamos el caso del señor Junot Díaz, hoy considerado el nuevo laureado poeta estadounidense del noreste, ganador recientemente del premio Pulitzer, quien quizá usted considere que según las estrictas definiciones de los pesados códigos enviados desde Madrid, “masacra al español” cada que puede, paseándose por todas las expresiones españolas e inglesas de los barrios urbanos pobres, dos mundos opuestos en los que estuvo forzado a viajar en nona-segundos  en su atormentada mente mientras crecía en un barrio miserable de la América urbana post industrial a finales del siglo XX.

No es culpa de Junot que él hable y escriba en esa misma “jerigonza”.

Sus padres, dos inmigrantes dominicanos pobres, forzados a venir a los Estados Unidos a finales de siglo, dada la obvia carencia de alimento básico y techo en la  empobrecida ex colonia española (llamada “La Hispaniola, pero hoy conocida como República Dominicana), luego de 300 años del saqueo perpetrado por los “Conquistadores” y sus descendientes.

Las palabras escritas por Junot Díaz, a ratos duras, otras melancólicas, otras veces airadas, a las claras indican que él escoge expresarse en inglés, en español, o en “espanglish” (como sea, ¡coño!) con tal que logre decirlo auténticamente y que alguien se moleste en leer y entender con sensibilidad.

¿Será él el máximo ‘escritor bastardo’?

Quizás (perdón Junot). Siempre y cuando el cuerpo colegiado de jueces de la “Real Academia de la Lengua Española”, gustosamente lo acribillarían uno de estos días, luego de hacerle confesar a través de sesiones especiales, en cuartos oscuros, de que él es en verdad un blasfemo que a mentado al sacrosanto español originado en Madrid, y que la Vieja España aún quiere definir y controlar a distancia.

¡“El Fucú” está devuelta pues!  Dirá Junot con una sonrisa amarga.

George López, famoso comediante Latino-estadounidense, y conocido por hablar ‘espanglish’ quizá refuerce con una impronunciable expresión profana: “!FTP!”

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