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Via de los zombis

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No sólo en Halloween, también en Thanksgiving, Navidad y El Día de Reyes, los niños latinos y afroamericanos del Norte de Filadelfia ven zombis. Aunque no hay un cementerio cerca sí hay un infierno, amparado por los puentes de Conrail, que se extiende desde la Calle 2 e Indiana hasta Kensington y Somerset. 

A esta área le llaman "la calle de los zombis" porque de día y de noche caminan sin rumbo personas que necesitan ayuda porque tal y como lo define el Instituto Nacional del Uso de Drogas, "aunque el consumo inicialmente es voluntario, es una enfermedad crónica del cerebro".

"Hay más gente a las 7:00 a.m. en esta zona que en los trenes yendo a trabajar", dijo Quetcy Lozada, Presidenta de la filial de Filadelfia de la Asociación Nacional de Mujeres Puertorriqueñas (NCOPRW, por sus siglas en inglés). "Hay doctores, personas con traje y corbata, trabajadores de hospitales, obreros de construcción y gente con uniforme; entran al hueco y salen". 

En esta área de ocho bloques intercalados con los puentes de Conrail, viven alrededor de 200 personas, la mayoría de ellos latinos puertorriqueños. Y en las mañanas entran muy temprano alrededor de unas 100 personas a comprar y/o a consumir drogas, y la mayoría de estos no son latinos. "A esta zona viene gente de Nueva York, de Delaware, de Bucks County", dijo el Capitán Frank Vanore del Distrito 25 de la Policía de Filadelfia.

Lo saben las organizaciones que trabajan para la comunidad latina, lo sabe la ciudad, lo saben las iglesias, lo sabe Conrail, lo sabe Prevention Point, lo sabe la policía. Lo sabe la concejal del Distrito Siete, María Quiñones-Sánchez. Lo saben las mamas de los niños que viven en la zona y lo saben los niños también. Todos los saben y todos lo ven pero no ven. 

Los testimonios de muchos de los que viven y visitan la zona nos hablan de pérdidas y abusos. David vivía con su madre, quien era consumidora y murió cuando él tenía 9 años. Quedó solo y desde esa edad cayó en el vicio. Josué fue abusado por su padre desde la niñez hasta la adolescencia. Repite cada tres minutos que todo lo malo le tiene que pasar a él. Mario se vino de la isla para ingresar a una casa de recuperación y se escapó porque había hacinamiento y malos tratos; ahora su familia no le cree que necesita volver. Luis también se escapó y lidia con una nueva adicción: metadona. Inés lo perdió todo y lo dice mientras recoge jeringuillas. Ellos no son delincuentes, ellos están enfermos.

Presa fácil

El consumo de drogas ataca sin discriminar razas o condición social. Sin embargo, hay elementos que hacen a nuestros hermanos puertorriqueños presa fácil de esta triste realidad en la ciudad.

Siendo ciudadanos americanos los habitantes de la isla vienen a hacerse tratamientos de diverso tipo en los Estados Unidos y la drogadicción no es la excepción. Otros se encuentran con la droga viviendo en la ciudad. Quienes no tienen recursos vienen a casas de rehabilitación y algunos con falsas promesas. "Vine a Filadelfia con la idea de caballos y piscina", dijo Wilfredo, hoy subdirector de uno de los Hogares Crea de la ciudad. 

El resto de latinos del Caribe, de Centro y Sur América no tienen beneficios y en su mayoría vienen hambrientos de oportunidades para trabajar hasta conseguir lo que en sus países se les niega: una casa y un mejor futuro para la familia. En mi recorrido encontré un mexicano con problemas de consumo, sin embargo no es común.

"Si eres indigente y no hablas inglés las posibilidades de rehabilitarte son menores", explicó José Benítez, director del programa Prevention Point. "Las casas de rehabilitación que tienen licencia no pueden echar a la calle a los pacientes, tienen que remitirlos a otros programas y devolverles sus documentos". 

El doctor Salvador Santiago director de los Servicios de Salud Mental y Contra la Adicción de Puerto Rico, ASSMCA, se sorprendió al conocer la fatídica realidad de algunos de los que vienen buscando mejor oportunidad de rehabilitación en Filadelfia.

No todos los puertorriqueños que viven debajo de los puentes se fugaron de casas de recuperación, sin embargo varios de los entrevistados lo mencionaron. 

Las casas de recuperación

"Éstas casas son independientes, se controlan ellas mismas y estimamos que hay 300 que se auto denominan 'Casas de Recuperación' que existen en el área de Filadelfia", dijo Roland Lam, director de la Oficina de Servicios de Adicción (OAS, por sus siglas en inglés). "Hay personas que son más vulnerables como nuestros amigos de Puerto Rico que no tienen acceso a recursos, que no tienen información sobre tratamientos y llegan a casas de recuperación que no tienen estándar", explicó Lam.

"Los muchachos se traen de Puerto Rico y vienen con una donación de 150 dólares. Otros programas piden 400.  Yo me siento con ellos y converso. No soy ni psicólogo ni terapeuta pero tengo bastante estudio en lo espiritual", dice Teófilo Santiago, quien lleva tres meses de director de una de las casas de recuperación 'Los Soldados del Señor'. 

El universo de las organizaciones

El problema de quienes viven en los predios de Conrail y en las calles aledañas es tan grave y tan complejo que nadie sabe por dónde comenzar, y se agrava por la apatía de Conrail. 

"Ellos dejaron surgir el problema", dijo Quiñones-Sánchez, haciendo referencia a Conrail. 

"Traté de contactarme y nunca nadie contestó", nos dijo Benítez. 

"Hay muy fácil acceso desde la calle porque no hay reja. Vigilamos y hacemos recorridos pero es propiedad de Conrail", dijo Vanore.

Luego de intentos fallidos para comunicarme con Conrail, me habló John Enright, director de desarrollo de negocios y  consejero general asociado. Él no nos permitió tomar fotos y mucho menos grabar la entrevista. Es más, revisó mi teléfono para asegurarse de que no lo estaba haciendo.

 "Sí, tenemos un tren que corre a través de esos rieles, pero no podemos cerrar el área porque no es una solución efectiva. La ciudad tiene más recursos que Conrail y nuestro negocio es manejar trenes no prevenir actividades con droga o la ocupación de indigentes," dijo. "La adicción es un asunto de la sociedad que el gobierno necesita manejar. No es una falla del tren".

Vanore opina que un buen comienzo — aunque no la solución— sería cerrar el área. "Si tienen que brincar una reja", dijo, "se lo pensarían dos veces".

"Hay organizaciones que están trabajando ahí, como Impact Services, New Kensington, Community Development Corporation, Somerset Neighborhood Association" dijo Quiñones-Sánchez quien lleva convocando organizaciones desde antes del 2012. "Esta situación necesita una intervención coordinada e integral y no hay aún una persona u organización haciéndolo". 

Mientras tanto la situación se agrava por la drástica disminución en los recursos para programas sociales. 

"Mientras sufrimos recortes, el estado de Pensilvania construye tres prisiones más", se lamentó Benítez.

En tiempos de crisis y escasez, trabajar sin pelearse los recursos y con un objetivo común aumenta las posibilidades de cobertura y en este caso, de vida. Las organizaciones latinas aunque conscientes de la existencia de este problema, no han trabajado de manera integrada entre ellas, con la ciudad, y las compañías y organizaciones privadas. La ciudad tampoco ha mostrado un interés tajante en solucionar el problema.

Y en este activismo institucional sin norte hay un grupo de seres humanos altamente vulnerable sobreviviendo debajo de los puentes de Conrail en la Ciudad del Amor Fraternal con sol o frío, con lluvia o viento, lamiendo sus heridas emocionales.

Nota del editor: Los nombres de los que viven en y visitan "la calle de los zombis" se han cambiado para proteger su identidad.
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