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Mensaje a la Nación: Exorcismo al demonio

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Cual exorcista el presidente Obama entiende que no habrá cura o “verdadera recuperación a menos que limpiemos” o exorcicemos.

El llamado al exorcista se justifica mediante el rechazo a la noción “que dicta que el gobierno no tiene papel alguno en crear los cimientos para nuestra prosperidad común”.  De forma ideal y con una comprensión optimista de la historia de esta nación hizo su alegato a favor de que “el gobierno no suplantó a la empresa privada; la catalizó (léase exorcizó) a la empresa privada.”

Entre a la escena el demonio: El Presupuesto Fiscal y los gastos de guerra. “El compromiso” es cortar el déficit fiscal por la mitad hacia la mitad del primer término presidencial.

He allí la verdadera peste.  Miles y miles de millones de dólares no han sido simplemente desperdiciados por años, pero deliberadamente desviados con el designio sólo característico de los peores criminales.  El puñal directo al corazón vino cuando el presidente se comprometió a “eliminar los contratos sin licitación que han despilfarrado miles de millones en Irak”.  Es en esta precisa instancia que los Cheneys y Rumsfelds, los Halliburtons y Blackwaters de este mundo dejarán oír un horroroso grito.

Absurdamente la consciencia de los Estados Unidos ha estado embotada mientras ha estado en guerra, y ya van 7 años, y nunca, ni siquiera una vez motivó a los estadounidenses a exigir cuentas de cómo se gastaban esos miles de millones en Irak y Afganistán.  Ahora el nuevo presidente promete mostrar las cuentas, y mediante hacerlo busca restaurar “un sentido de honradez y responsabilidad a nuestro presupuesto”.

Este foro latino de noticias y opinión constantemente ha llamado la atención sobre este horror por años, pero más significativamente también ha alertado respecto de otra olvidada y “menos importante” guerra, la guerra contra los inmigrantes hispanos.  Los gastos en esta “otra guerra” –cercanos ya a los $10 mil millones de dólares– tampoco han sido investigados.   Los beneficiarios fueron todo tipo de contratistas militares, una lista que no por coincidencia incluye al mismísimo elenco que usufructuó millones defraudando a Estados Unidos en el nombre de “proteger América”.

Así es como se exorciza a un demonio; quitándole el dinero y denunciándolo.  El último golpe fue una mezcla de ambos, eliminó de un plumazo del negocio de Guantánamo mediante eliminar empleos: Los de los contratistas de la tortura, sellando su suerte con la promesa de que América “sin excepción y sin lugar a dudas” no torturará más.

El buen deseo final de bendiciones para los Estados Unidos en vista de este exorcismo se torna sobrecogedoramente real y desesperado.  El presidente debe mantenerse en guardia de que esos demonios volverán con fuerza, no contentos con los billones ya embolsados, no contentos con robarle a los americanos su sentido del bien y el mal; ¡cuidado! Ellos volverán para robarle su alma.

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