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De verdad, ¿quién mató a Marcelo?

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El asalto y asesinato de Marcelo Lucero, inmigrante ecuatoriano de 37 años el 8 de noviembre, en el condado de Suffolk, Nueva York, ha cristalizado un nuevo enfoque sobre los delitos y el discurso perpetrados por motivos de odio.

Un gran jurado falló contra Jeffrey Conroy, adolescente de Long Island, con delitos motivados por el odio y asesinato de segundo grado. Conroy fue procesado el 24 de noviembre.

Se ha acusado a seis adolescentes más con asalto de pandilla y algunos podrán encontrarse enfrentados con otras acusaciones. Los acusadores públicos alegan que el grupo atacó a otro hombre hispano media hora antes que a Lucero, cerca de la estación de tren de Patchogue. Fiscal de distrito, Thomas Spota, dijo que los siete acusados admitieron que golpeaban con regularidad a hispanos para divertirse. Uno de estos, Anthony Hartford, de 17 años, le dijo a la policía que, “No salgo a hacer esto con mucha frecuencia, tal vez una vez por semana”.

Los siete amigos de secundaria se cree identificaron en particular a un hombre hispano para darle paliza, pero Conroy quería matarlo y apuñaló a Lucero en el pecho, según la acusación del gran jurado.

El abogado de Conroy, William Keahon, le dijo a Newsday que su cliente era inocente y se lanzó contra el ejecutivo del condado, Steve Levy, demócrata conocido por opinar públicamente en contra de la inmigración “ilegal”.  Durante tres años, acusó Keahon, Levy “muy claramente ha hablado y se ha comportado como una persona racista”.

Levy, defendiéndose, dijo que era “justo decir que a un individuo (Conroy), con tatuajes de esvásticas por el cuerpo, puede ser clasificado de defensor de la supremacía blanca”, aludiendo a un informe policíaco sobre el tatuaje que lleva el adolescente en la pierna. Y dijo que era “reprensible” sugerir que la oposición de un individuo a la inmigración “ilegal” era un acto de intolerancia ni “culpable de esta atroz acción de odio”.

No obstante, estamos hablando de adolescentes.  Los lóbulos prefrontales de sus cerebros aún no se han desarrollado por completo. Los neurocientíficos dirán que a esa edad, los adolescentes tienen problemas con la responsabilidad social y el comportamiento maduro hasta cumplir, digamos, los 22 años de edad.

Entonces, debió haber existido algo en el entorno social y entre sus contactos que hiciera que creyeran que su comportamiento no era “reprensible” y tampoco de predator y sin razón de rendirle cuentas a la sociedad, en la que todos reciben respeto.

La razón fundamental de los delitos tuvo que haber sido condicionada por actitudes sociales, incluso las parecidas a los cultos, en la que posiblemente un ejecutivo de condado se uniera a la reyerta al ofuscar la línea entre los inmigrantes y los derechos humanos. Levy no da indicios de ninguna idea que sabe que podrá haber cruzado aquella línea también, cuando castigó a toda una categoría de personas utilizando el discurso de la esclavitud.

Los delitos por motivo de odio nacen del prejuicio. Y se ha permitido que el discurso público – en los tribunales y en la municipalidad y por las ondas radiales – caiga en lo más bajo con demasiada frecuencia. Personas buenas y justas se han comportado con cobardía frente a la hipérbole.

La inmigración “ilegal” no tendría que haber figurado en el caso del asesinato. La víctima era un hispano. ¿Por qué daría la implicación el abogado defensor que hispano equivale a “inmigrante ilegal”, a menos que tuviera una clara comprensión del prejuicio implícito que motivó la violencia?

Es importante que el asesinato fue motivado por el prejuicio, inspirado por un motivo que sugiere la ecuación: inmigrante “ilegal” + hispano = merece la muerte.

Si usted no cree que la falsa caracterización con prejuicio llevó a éste y a otros actos de violencia, pregúntele a la FBI.  Ellos le dirán que los delitos motivados por el odio contra los latinos han aumentado durante los cinco años consecutivos desde el año 2003.  Si no piensa que hay encubrimiento, ese mismo informe salió en la prensa como “Hate Crimes Register Slight Decline Overall” (Delitos motivados por el odio registran leve reducción en lo general).

A menos que exijamos la claridad, mejor razonamiento y expresión, seguirán si ser detectadas la naturaleza de los delitos motivados por el odio, y hasta la manera en que los funcionarios oportunistas, a sabiendas o no, han engendrado esta reciente ola de delitos.  Y así no se impedirá al próximo idiota con tatuaje de esvástica y cuchilla filuda.

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