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El Fantasma de la internacionalización del Amazonas: EEUU debe manifestarse claramente

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El ataque masivo de los Estados Unidos, con algunos aliados, a Irak en 2003, generó mucha preocupación en los países menos poderosos, especialmente en aquellos cuyos recursos pueden ser interesantes para la agenda de las corporaciones multinacionales o cuyos territorios son valiosos desde el punto de vista geopolítico.

En Latinoamérica, esa irrupción bélica impactó por varias razones. Por su brutalidad, que se reveló en toda magnitud en la destrucción innecesaria de patrimonio histórico (los latinoamericanos solemos estar orgullosos de nuestras riquezas arqueológicas), por la manera grosera e irresponsable en que se trató a los civiles, incluyendo actos de negligencia militar que terminaron en matanzas. Por la práctica de torturas, que en esta región traen tan malos y frescos recuerdos.

Por la fragilidad y falacia de los argumentos que basaron la invasión, especialmente las acusaciones de tenencia de armas masivas de alto poder destructivo y de baluarte del terrorismo internacional. Luego, frente al obvio vacío de estas banderas, el gobierno las revisó ligeramente y alzó la idea de una planificación iraquí destinada a islamizar al mundo por la fuerza (cuando, justamente, el sanguinario régimen de Hussein, creado y alimentado por los Estados Unidos, había operado como contrapeso de los excesos religiosos del sector). El discurso de Bush del 11 de septiembre de 2006 es ejemplar en este sentido.

Lo que muchos políticos estadounidenses olvidan es que Latinoamérica tiene menor complejidad tecnológica, pocas autopistas, ciudades más bajas y una renta percápita inferior, pero un grado de cultura popular que supera, en general, a la norteamericana. El error garrafal de haber creído que ambas cosas van necesariamente juntas, ha conducido al gigante del Norte a más de un equívoco. Juan Valdés es definitivamente más profundo que Homero Simpson.

Además, las poblaciones latinoamericanas, acostumbradas a manifestarse en las calles, plazas y caminos, a tomar el toro por las astas en sus innumerables conflictos locales, han generado un nivel de conciencia y compromiso político que difícilmente posea el promedio estadounidense. La madre del maíz es definitivamente más honda y más seria que la madre del hockey.

La otra arista que ha asombrado en Latinoamérica es la actitud mundial frente al ataque. La solapada complicidad de las Naciones Unidas. El delicado mirar para otra parte de las grandes potencias. La total impunidad internacional. Después de marzo de 2003, quedó demostrado que los Estados Unidos pueden ocupar el territorio que deseen, con la excusa que se les ocurra y el despliegue militar que estimen necesario, y… no pasa nada.

Esto es muy preocupante para los países amazónicos. Entre ellos hay potencias como Brasil, Venezuela y Colombia. Luego Perú, Ecuador, Bolivia y las tres Guayanas. Son todas naciones orgullosas, con poblaciones muy comprometidas con su terruño. Pocos años atrás, un falso libro de geografía estadounidense, que circuló en la Red mostrando supuestos planes de internacionalización del “pulmón del mundo” generó una ola de indignación que no se ha acallado.

Brasil refuerza su presencia bélica en la selva amazónica. En un diario reciente, un columnista brasileño se preguntaba si no era más efectivo, antes que la política de refuerzo militar masivo en la región, preparar al ejército para una guerra de guerrillas, al estilo partisano, considerando que la invasión, de producirse, sería de una fuerza a todas luces superior. El tema está en la agenda (y en el presupuesto). Y también integra el plexo de fantasmas que aviva el gobierno chavista para reforzar su autoritarismo.

Frente a este cuadro, es imprescindible que el nuevo gobierno estadounidense se pronuncie claramente. Que descarte de cuajo cualquier idea de “internacionalización” de territorios. Que renuncie para siempre a las invasiones de países. Que se comprometa a respetar la integridad y la soberanía de todas las naciones, tengan los recursos naturales que tengan. Que brinde, con palabras y con hechos, tranquilidad al mundo.

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