Las manos diestras de José Salazar transforman las fachadas de casas descuidadas que pululan en las áreas aledañas al Capitolio estatal en Harrisburg y cambia así el panorama gris que lo rodea.

Salazar es la esperanza para algunos propietarios de viviendas semidestruidas que recurren a su habilidad para remodelarlas y a su buen corazón para financiar los arreglos. Él les acepta pagos mensuales mientras de su propio bolsillo saca el monto del trabajo inicial.
Para Linda Parson, Salazar es un ángel: "Conocí a José porque  hizo trabajos para mi familia, y su honradez, compasión y buen trabajo me conquistaron".

"Yo estoy incapacitada para trabajar por mi problema con mis riñones, casi sin dinero estuve desconsolada por la precaria condición de mi casa ya que necesitaba reparación y no tenía dinero para arreglarla".

"Hablé con José y me la arreglo aceptando que le pague poco a poco ¿Quién hace eso en estos tiempos? Nadie. Sólo José".

Parson es una de cientos de residentes en la zona cercana al imponente Capitolio que viven en casas descuidadas y que no cuentan con ninguna ayuda financiera para remodelar sus propiedades.

Sin embargo, ahora muestra con orgullo su casa y lo ha contagiado a sus vecinos, tanto, que ellos se han acercado a Salazar para que les remodele las suyas.

La remodelación de la vivienda costó $4.000, pero él aceptó abonos mensuales de $50 porque la felicidad no tiene precio abone hasta  $50 dólares cada mes.

Y no es que este mexicano no necesite el dinero. En los 20 que lleva en el  país ha realizado trabajos desde cuidador de caballos para el hipódromo Penn National hasta convertirse en  trabajador en la construcción.

Su historia es la de millones de inmigrantes que llegan para trabajar en "lo que sea con tal de ganar el pan para mi esposa e hijos", dijo.

 "Yo aprendí todo lo que se debe para cuidar y entrenar caballos, pero cuando ya no había lugar para superarse decidí correr el riesgo y empezar mi propia compañía constructora", explicó.

 La empresa "empezó hace 10 años después que decidí ser mi propio patrón. No sabía cómo empezar un negocio, pero a triunfos y fracasos aprende uno. Establecer el negocio desde los permisos legales, materiales, registrar el nombre todo me costó $10 mil dólares que yo había ahorrado con muchos sacrificios. Nadie me conocía, por eso era difícil que me dieran trabajo, pero la perseverancia, la honestidad y el buen trabajo me abrieron las puertas poco a poco".

Para Salazar la desventaja de ser su propio patrón es que  "los trabajadores y sus familias dependen de mi habilidad para conseguir contratos de construcción, y eso no es fácil porque hay temporadas en que no se construye como es el invierno".

Explicó que solamente el año pasado tuvo 60 trabajadores en su compañía, y ahora, con la economía en problemas, solamente tiene 5 o máximo 10.

"No me quejo porque Dios me ha ayudado. Por eso, llame a mi compañía Santo Santiago porque es el patrón  de Nestipaque,  Jalisco, México por sus milagros".

Y sí lo ayuda porque a José nunca le ha faltado trabajo desde que empezó su propio negocio.