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El senador republicano por Arizona John McCain después de la votación en contra de una iniciativa para derogar la ley de salud del expresidente Barack Obama que proponía un margen de actuación de dos años para diseñar una alternativa, en Washington. EFE 
El senador republicano por Arizona John McCain después de la votación en contra de una iniciativa para derogar la ley de salud del expresidente Barack Obama que proponía un margen de actuación de dos años para diseñar una alternativa, en Washington. EFE 

[OP-ED] McCain debió haberse quedado en casa

El senador John McCain se levantó de su lecho de enfermo y viajó miles de millas desde Arizona hasta Washington D.C. con el único propósito de asegurar que el…

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El senador John McCain se levantó de su lecho de enfermo y viajó miles de millas desde Arizona hasta Washington D.C. con el único propósito de asegurar que el desastroso Trumpcare continuara con vida. Todavía peor, le dio al presidente Trump, que lo ha irrespetado en repetidas ocasiones, una victoria legislativa crucial. Definitivamente, debió haberse quedado en casa.

Por favor, díganme si esto no es un ejemplo clásico de ironía: McCain, quien gozó de la mejor atención médica posible para su cáncer del cerebro, gracias a un seguro de categoría mundial pagado por nosotros, los contribuyentes, regresó al Capitolio para emitir el voto que permitió que continúe el debate sobre cuál será el malvado plan con que Mitch McConnell acabe con Obamacare.

Nadie sabe –incluyendo a McCain—cómo será el producto final. Lo que sí se sabe es que la decisión está entre despojar a 50 millones, 22 millones o 18 millones de personas de la clase de cuidado de salud que conserva al senador con vida. Este es el horror que McCain posibilitó con su dramático regreso a Washington.

Dejemos de llamar a McCain “un republicano de los buenos”, un hombre íntegro, etc. Cualquier político que elija los intereses de su partido sobre los del país en una decisión que afecta el bienestar –incluso la supervivencia—de más de 30 millones de hombres, mujeres y niños, no es una persona íntegra. Definitivamente, el hombre que le impuso a Sarah Palin al país, no es mejor que McConnell, Paul Ryan y los demás retorcidos republicanos que solo buscan más poder a costa de la nación a la que se supone que sirvan.

No en balde Trump, el peor de todos, quien se había burlado de él en repetidas ocasiones, ahora no cesa de alabar al anciano senador.

"Es tan bueno que John McCain regrese para votar. ¡Bravo –héroe americano! Gracias John”, escribió Trump. 

Dejemos de llamar a McCain “un republicano de los buenos”, un hombre íntegro, etc. Cualquier político que elija los intereses de su partido sobre los del país en una decisión que afecta el bienestar –incluso la supervivencia—de más de 30 millones de hombres, mujeres y niños, no es una persona íntegra.

Dos años antes, el candidato Trump no estaba tan entusiasmado acerca del coraje del senador de Arizona. “No es un héroe de la guerra”, declaró sobre McCain, quien había sufrido prisión durante la guerra de Vietnam. “Me gusta la gente a la que no capturaron”. Evidentemente el senador, con una fidelidad extrema a su partido, ha estado dispuesto a olvidar y perdonar los insultos y las burlas para cumplir con los deseos de Trump.

 “Voté por la propuesta para proceder y permitir que el debate continúe y se ofrezcan enmiendas”, pontificó McCain a sus colegas del Senado. “No voy a votar por este proyecto de ley en su forma actual.”

Sin embargo, la imagen moralista e impoluta que el senador de Arizona intentó proyectar, está manchada sin remedio por un simple hecho: él pudo haberse quedado en casa o tomado una postura de principios y votado “no,” pero no lo hizo. Vergonzosamente, votó “sí”, acabando de romper en pedazos lo poco que quedaba de su legado. 

 “Eso se llama quedar bien con Dios y con el diablo”, señaló la periodista Patricia Guadalupe. 

Sí, el anciano senador debió haberse quedado en casa.

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