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El fiscal general estadounidense, Jeff Sessions, testifica ante el Comité de Inteligencia del Senado acerca de la investigación del FBI sobre la campaña electoral del presidente de EE.UU., Donald Trump, y su posible conexión con Rusia. EFE
El fiscal general estadounidense, Jeff Sessions, testifica ante el Comité de Inteligencia del Senado acerca de la investigación del FBI sobre la campaña electoral del presidente de EE.UU., Donald Trump, y su posible conexión con Rusia. EFE

[OP-ED]: ¡Qué bendición: América ya tiene su propio ‘Amado Líder’!

¡Cuidado! Dos peligrosas epidemias están causando estragos en las filas de los colaboradores más cercanos del presidente Trump. Y no es un cuadro agradable.

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Una de ellas, amnesia selectiva, está muy extendida entre los funcionaros republicanos en Washington, y su víctima más reciente es el fiscal general Jeff Sessions. La memoria de este pobre hombre tiene más hoyos que 10 lb de queso gruyere, como quedó demostrado el martes cuando testificó ante el Comité de Inteligencia del Senado.

“No recuerdo”, “no me acuerdo”, “no me viene a la memoria”, fueron las respuestas que Sessions repitió como un mantra más de 25 veces durante las dos horas largas que duró la sesión del comité. Debe ser un nuevo récord de engaños y falsedades.

 Como señalara la senadora Kamala Harris (D-CA), cuyas certeras preguntas pusieron “nervioso” a Sessions, “Solo en la primera página de su testimonio escrito de tres páginas, usted escribió ‘no lo recuerdo’, ‘no tengo memoria’, ‘no me acuerdo’".

Sí, fue así de malo. Mi abuela en Cuba, que tenía remedios para todas las enfermedades, le hubiera recomendado que comenzara urgentemente a tomar Fitina, un tónico para mejorar la memoria en el cual tenía mucha fe.

Algo que Sessions – un hombre desagradable y pequeñito, pero grande en odio y racismo—no olvida nunca es hacer tanto daño como le sea posible a las familias inmigrantes. 

 De hecho, lo único en que la administración de Trump ha mostrado alguna efectividad durante sus primeros cinco meses ha sido en perseguir, arrestar y deportar inmigrantes, y el convenientemente olvidadizo fiscal general ha sido uno de los principales brazos ejecutores de esa despiadada política. Tanto es así que los arrestos de inmigrantes han aumentado 40%, y no precisamente de los bad hombres que al ocupante de la Casa Blanca tanto le gusta mencionar. Según reportes del propio gobierno, el aumento mayor ha sido en inmigrantes cuyo único “crimen” es no tener documentos.

Lo siento abuela, pero con gente de la calaña de Sessions Fitina no es la solución. Lo que esta gente necesita desesperadamente es una dosis gigantesca de decencia, compasión y solidaridad. Y eso no se compra en la farmacia.

La otra epidemia, un brote peligroso y ridículo de servilismo agudo – o guataquería, como lo llamaría mi abuela – también está atacando a los acólitos de Trump. Hasta el momento ya ha hecho picadillo la poca dignidad y amor propio que les quedaba a los miembros del gabinete. La enfermedad, bastante común en los círculos políticos de Washington, convirtió a todos esos generales, doctores y grandes empresarios en babeantes niños adulones, ansiosos de complacer a su “Amado Líder” (y mantener sus puestos) mediante la clase de alabanzas que harían sonrojar al mismo Kim Jong-Un.

Durante la primera reunión del gabinete el lunes en la Casa Blanca, sus miembros trataron de superarse unos a otros en halagos y adulonería que pintaban al mentiroso-en-jefe como poco menos que un santo. Este, mientras tanto, los contemplaba magnánimo, con una sonrisa benévola en los labios.

Pero fue Reince Priebus, el jefe de gabinete (chief of staff) de la Casa Blanca, quien durante meses ha estado al borde de que su adorado jefe lo eche a la calle, quien, venciendo una feroz competencia, se llevó el premio al más servil. 

"A nombre de todo el personal que lo rodea, Mr. President, le doy las gracias por el honor y la bendición que nos ha conferido de servir a su agenda y al pueblo americano y continuar trabajando duro todos los días para alcanzar esas metas”, dijo un Priebus emocionado.

¡Oh sí, qué bendición es servir al Amado Líder!

Siéntase en libertad de vomitar.

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