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Betancourt no se libra de críticas en "Out of Captivity"

La política colombiana es descrita como una compañera de cautiverio egoísta y arrogante por los tres contratistas estadounidenses que estuvieron en cautiverio…

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De izq. a der. Tom Howes  Keith Stansell y Marc Gonsalves, ex rehenes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), relataron sus experiencias de cautiverio en el libro “Out of Captivity”.        

CARACAS -Ingrid Betancourt, la aristocrática política colombiana que fue recibida como heroína el año pasado luego de haber soportado varios años como rehén de guerrilleros marxistas, es descrita como una compañera de cautiverio egoísta y arrogante en una memoria, la cual fue escrita por tres contratistas estadounidenses que estuvieron cautivos en la selva junto a ella.

 “No deseo atacarla, pero la verdad es realmente brutal”, dijo Keith Stansell, de 44 años de edad, ex infante de la Armada estadounidense y uno de los autores del libro, "Out of Captivity” (“Fuera del cautiverio”), que fue presentado este jueves. “Nos infectó con su conducta en la medida suficiente en la selva”, dijo, en una entrevista telefónica desde Nueva York. “Ahora, tan sólo quiero inmunizarme”.

 De hecho, Stansell y sus coautores, Thomas Howes y Marc Gonsalves, ofrecen un retrato diferente de Betancourt en el libro, de 457 páginas, respecto de la imagen aceptada generalmente de ella fuera de Colombia, como una víctima de secuestro que sufrió por largo tiempo y se resistió con nobleza a sus captores desde su secuestro en 2002.

 En una osada operación efectuada en julio pasado, comandos colombianos arrancaron a Betancourt, a los tres estadounidenses y otros 11 cautivos de manos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, las FARC. La operación de rescate impulsó de nuevo a Betancourt, ex candidata presidencial en Colombia que ya se estableció en Francia, al ojo público.

 Principalmente, el libro de los estadounidenses es un relato de su captura por parte de las FARC y cómo sobrevivieron mientras enfrentaban largas marchas por la selva, una amplia diversidad de enfermedades tropicales y estar encadenados entre sí para desmotivar los intentos de escape.

El libro también presenta a Betancourt buscando colocarse en la cima de la jerarquía de los rehenes, acaparando ropa usada y escribiendo materiales de los otros, decidiendo los horarios para usar el baño, ocultando información de una radio de transistores que ella había metido de contrabando, haciendo incluso una pataleta por el color de un colchón (era azul cielo) que le habían dado.

“Una pierna estaba brincando y cuando ella intentó encender su cigarrillo, difícilmente podía mantener el cerillo encendido porque se movía con sumo dramatismo”, dijo Gonsalves, de 36 años de edad, en una anécdota del libro acerca de la radio oculta. “Viéndola directamente a los ojos, Keith le dijo a la ex candidata que a menos que ella empezara a compartir información proveniente de la radio con el resto de nosotros, él iba a tener que delatarla”.

Betancourt no ofreció comentarios acerca de dichos alegatos, pese a intentos repetidos por comunicarse con ella a través de su asistente en París, así como con su agente literaria y su madre, Yolanda Pulecio, también una prominente política.

En una entrevista apenas en julio pasado en París, Betancourt abordó el tema de los estadounidenses, diciendo: “Ellos habían pasado por condiciones sumamente duras, y cuando los pusieron en el mismo grupo que nosotros, encontraron una forma de compartir con otros lo que creían que solamente les estaba ocurriendo a ellos”.

Desde el rescate, en Colombia ya han surgido susurros de pugnas internas entre los rehenes, notablemente entre Betancourt y su ex subalterna, Clara Rojas, quien fue secuestrada con ella en 2002, quedó embarazada estando en cautiverio y después dio a luz a un varón, Emmanuel, en un parto por cesárea que atendieron los rebeldes.

Si bien ambas mujeres ahora viven en libertad, personas cercanas a Rojas, quien está escribiendo su propio libro, dicen que la relación entre ella y Betancourt sigue siendo tensa.

Otro ex cautivo de la guerrilla, Luis Eladio Pérez, quien formó un cercano vínculo con Betancourt en la selva, insinuó tensiones entre los rehenes en un libro del año pasado. Pérez dijo que eso se debía a la prominencia de Betancourt, la hija de un aristocrático diplomático y una ex reina de belleza.

“Ingrid es una persona que genera muchísima envidia”, escribió Pérez, ex legislador colombiano, en su libro. “Ni siquiera el secuestro le había quitado ese karma, sobre todo debido a que 90 por ciento de los reportajes noticiosos que se oían acerca del secuestro hablaban de ella, como si el resto de nosotros no existiera”.

El jueves de esta semana, Pérez se negó a ofrecer comentarios con respecto a las afirmaciones de los tres estadounidenses, cuyo avión fue derribado en territorio de las FARC en 2003, al explicar que él aún no leía su relato.

Si bien Stansell sostiene la evaluación más severa de Betancourt, uno de sus compañeros, Gonsalves, alberga otra perspectiva de ella. En el libro, él describe su cálida relación, incluso una atracción mutua: “Dos personas en la selva intentando poner en orden una precaria química de sentimientos”.

 Si bien Gonsalves describe en el libro que con el tiempo se dio una amarga discusión con Betancourt a causa de cierta correspondencia que ella exigió que le devolviera, él dijo que seguía manteniendo el contacto con ella hasta este día. “Yo no albergo ningún sentimiento negativo hacia ella”, dijo en una entrevista telefónica. “Soy capaz de olvidar muchas de las cosas sin importancia”.

No obstante, Gonsalves reconoció que sus compañeros la veían a ella de otra manera, describiendo en un punto dado a Stansell en el libro como mirando a Betancourt “como si le hubiera dado una mordida a una fruta podrida”. Stansell se refirió a ella como una “princesa” que “piensa que las FARC construyeron este castillo sólo para ella. ¿Y esto no es arrogancia?”

Algunos de los alegatos en contra de Betancourt no pudieron ser verificados, como una afirmación a Stansell por parte de uno de los rebeldes, en el sentido que ella le había escrito una carta a las FARC alegando que él y los otros estadounidenses eran agentes de la CIA. Por esa razón, contó Stansell que los guerrilleros le habían dicho, ella solicitó que los estadounidenses fueran separados del campamento en la selva.

Pero, al referirse de nuevo a sus alegatos con respecto a la conducta de Betancourt mientras estuvo en cautiverio, Stansell, quien vive en Brandenton, Florida, y trabaja nuevamente para Northrop Grumman, su empleador al momento de su captura, dijo que él sostenía todo lo que aparecía en el libro.

Incluso en el día de su emotivo rescate, Stansell resumió su opinión sobre ella con amarga resignación. “Puedo superar prácticamente lo que sea, pero no estoy tan seguro con respecto a Ingrid”, escribió. “¿Perdonar? Sí. ¿Superarlo? Sí. ¿Respeto? No”.

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