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¿Reinvención o recuperación?

El Gobierno trata de diseñar un estímulo económico rápido y eficiente al tiempo que también aprovecha el momento para rehacer el sistema social y laboral de…

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Para el éxito del plan económico, Obama debe persuadir no sólo al Congreso sino también a los mercados financieros mundiales. 

Obama y sus asesores están insistiendo en que pueden lograr ambos objetivos, siguiendo su mantra de usar la urgencia de la crisis económica para realizar reformas mayores -- y postergadas por mucho tiempo -- que nunca cosecharon votos suficientes en tiempos ordinarios.

De hecho, en diversos momentos de la historia estadounidense, se han usado estos momentos para grandes programas, desde la integración de las fuerzas armadas hasta la creación de la Seguridad Social y, posteriormente, Medicare. Así que no sorprende que todo el mundo con un proyecto grande, estancado y transformador -- programas de energía verde, redes de banda ancha que lleguen al medio rural de Estados Unidos, seguro médico para los nuevos desempleados o los no asegurados -- esté mencionando el precedente de Franklin D. Roosevelt y declarando que debió haberse adoptado desde antes un Nuevo Pacto.

Sin embargo, la cuestión que el Senado discutirá es si las grandes ambiciones están obstaculizando que se evite que el país caiga en picada. Así que por cada comparación de este momento con los primeros cien días de Roosevelt, hay advertencias de que gran parte de su experimento social no tuvo un gran impacto en la recuperación económica de Estados Unidos, la que se llevó años.

"Cuando se está rellenando un hueco tan grande y aumentando la deuda de Estados Unidos en tan gran escala, se necesita asegurarse de que cada dólar esté orientado al empuje que se necesita", dijo Martin S. Feldstein, un economista de Harvard, quien advertía desde hace más de un año que la economía estadounidense estaba a punto de recibir un golpe entre los ojos.

Feldstein ha proporcionado los argumentos económicos detrás de las objeciones republicanas de que Obama está comenzando una expansión a largo plazo del Gobierno, tras décadas en las que Estados Unidos ha dependido de las soluciones de mercado y alentado a los países en todo el mundo a hacer lo mismo.

Los republicanos ven una oportunidad de hacer algo que sólo podían hacer discretamente y en pocas ocasiones mientras el ex presidente George W. Bush no saliera de la ciudad hace 11 días: protestar contra el enorme gasto deficitario. Ahora, están libres para quejarse -- como lo hizo el senador Mitch McConnel de Kentucky el sábado en la respuesta republicana al discurso de Obama, cuando argumentó en la Cámara de Representantes que "el gasto permanente se ampliará en cerca de 240 mil millones de dólares", lo que "aseguraría déficits cada vez más grandes cada año".

(McConnel fue menos ruidoso en su oposición cuando Bush declaró que la combinación del 11 de septiembre, la desaceleración y la expansión del presupuesto militar requerían del gasto deficitario.)

A los republicanos se les ha unido una bandita de conservadores fiscales demócratas que predominaron en Washington en los días del ex presidente Bill Clinton, pero cuyo mensaje no parece casar con el ánimo de su partido.

"Debido a que estamos haciendo esto fuera del proceso presupuestal, significa que nadie tiene que hablar sobre cualesquiera que puedan ser los efectos a largo plazo", dijo Alice M. Rivlin, una economista de la Institución Brookings y ex integrante de la Reserva Federal, quien apoya un gran paquete de estímulos. Compareció ante el Congreso hace poco para hablar sobre la necesidad de separar los estímulos económicos a corto plazo de la agenda más amplia: que abarca todo, desde arreglar las escuelas de Estados Unidos hasta mejorar la atención de la salud de los niños.

"Pareciera que contamos con los chinos para seguir invirtiendo a fin de pagar esto", dijo Rivlin, refiriéndose a la gran cantidad de deuda gubernamental estadounidense que tiene China, "y estamos asumiendo que el resto del mundo no va a perder la confianza una vez que usemos este momento para gastar en todo un espectro de programas. Y simplemente no estoy segura de que sea la suposición correcta".

Rivlin plantea lo que podría resultar ser la cuestión más urgente de todas en unos cuantos meses.

Cuando Roosevelt llevó a Estados Unidos por senderos nuevos, lo financió en el país. Obama no se puede dar ese lujo: debe persuadir no sólo al Congreso y a la población, sino también a los mercados financieros mundiales, que deben decidir si -- y a qué tasa de interés -- están dispuestos a financiar su plan.

Este es el juego de ajedrez tridimensional que debe jugar el Gobierno a medida que intenta remontar el mayor plan de rescate económico en más de siete décadas.

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