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'South Philly': historia de inmigrantes

“Los mexicanos están haciendo lo mismo que hicieron los italianos." 

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En la esquina de la calle 10 y Tasker se ve un letrero grande del restaurante “El Maguey” que anuncia tacos, menudo, tamales y toda clase de comida mexicana. Enfrente, hay una bandera igual a la mexicana pero sin el águila y que es el logotipo del club social llamado Massinos, en cuya puerta hay un letrero que dice: club social sólo miembros pueden entrar.

“Ese solía ser un club muy exclusivo pero ya no más”, dijo una voz que provenía del local de enseguida. “Mi abuelo solía ir ahí cuando recién llegó de Italia en 1900”. Quien me habla es Anthony Renzulli, propietario de Twin Shoppe, una tienda de cigarros finos en la esquina de 10 y Tasker.

“Ese club era para los jefes de familia, se reunían porquequerían saber dónde podían conseguir trabajo, dónde podían vivir. Necesitaban una transición entre el viejo y el nuevo mundo porque no sabían hablar inglés y necesitaban encontrar trabajo y sostener a sus familias. Hoy en día es un restaurante; ya no es tan exclusivo. Un día puedes entrar conmigo si quieres”, dijo.

Cuando Renzulli supo de mis intenciones de escribir acerca del sur de Philadelphia, me invitó a pasar a su local, que más que ser una tienda de cigarros finos es un lugar de reunión para hombres que hablan de los viejos tiempos mientras fuman tabaco.

En medio de una nube de humo me dijo: “Nací y crecí en South Philly. Pase toda mi vida vendiendo frutas y verduras en el Mercado Italiano. Cuando tenía 14 años me levantaba a las 4 de la mañana, abría los cinco puestos de frutas y verduras que teníamos, y después me iba a la escuela y regresaba al terminar”.

Este hombre quien es la tercera generación de inmigrantes provenientes de Cicilia, Italia, amaba trabajar en el mercado, “eran cinco cuadras de familias y amigos, sábados y domingos cerrábamos a las nueve de la noche, y es que la gente no te dejaba ir, te seguían pidiendo cosas. Lo que más me gustaba era conocer a toda la gente, y más aun, conocer a alguien diferente cada día”.

Según comenta el italiano, mientras sostiene con su mano izquierda un puro, no era raro ver a gente importante como candidatos presidenciales o miembros de la mafia en el mercado.

“Recuerdo una anécdota, tenía 15 años y el hombre más viejo del mercado era famoso se llamaba Doc y tenia sus puestos justo enseguida de los de nosotros. Él había sido de los primeros en trabajar en el mercado recién llegado de Italia”, me dijo mientras con la mano derecha esparcía el humo para poder ver mi cara.

“Cuando Ford estaba en campaña presidencial llegó al mercado, le dio la mano a Doc y lo felicito por su trabajo, cuando le soltó la mano, el presidente Ford le había dejado una moneda de oro de un dólar, hombre, ese día el Presidente le alegró el día a Doc”, dijo entre risas.

Renzulli dejó de reír y su rostro reflejaba añoranza, “Esos eran buenos tiempos, eran cinco cuadras de puestos, uno tras otro y llegaban hasta Pat’s. Los judíos poseían la mayoría de las tiendas y los italianos teníamos los puestos de afuera y ahí estábamos cada día aunque lloviera o nevara”.

Hace solamente ocho años que el comerciante dejó sus puestos en la calle nueve para dedicarse al negocio de los cigarros del otro lado de la calle Washington.

Renzulli recordó que habia una una iglesia en las calles 9 y Christian, a la que  los irlandeses no dejaban entrar a los italianos, los perseguían y golpeaban, según comenta Renzulli.

“Todos hablan del abuso a los afroamericanos o los mexicanos, pero cada raza ha sufrido lo mismo, los negros sufrieron, los irlandeses sufrieron y los italianos también, todos hemos pasado por eso", dijo. 

Tiempo después la iglesia de Santa Maria se convirtió en el lugar de la comunidad italiana para escuchar misa y hasta la fecha así es.

 “Tú sabes, las cosas cambiaron, los hijos crecieron y claro no se querían levantar a las 4:00a.m. a vender frutas en la calle y nosotros tampoco lo queríamos, por eso los mandamos a la escuela y hoy en día son médicos, abogados, profesionistas y así poco a poco la calle nueve se fue apagando”, dijo el italiano.

En medio de cigarros de todos tamaños y colores, varios hombres han entrado a la tienda, la mayoría son hombres blancos y altos con voces gruesas que vienen a distraerse del trabajo y conversar.

Después de saludarlos, Renzulli me miró y continuó con la historia.

“Y después llegaron los nuevos inmigrantes, primero los asiáticos, y después los mexicanos, lo que me párese muy bien porque levantaron la calle nueve, eso estaba solo hasta que llegaron ellos”, dijo.

“Los mexicanos están haciendo exactamente lo que hicieron los italianos muchos años atrás, vienen de otro país sin nada a comenzar desde cero y trabajan en cualquier cosa que puedan trabajar y trabajan duro y los respeto por eso. Yo estuve en su lugar, yo sé lo que es eso”.

Hoy en día si caminas por las calles del sur de Philadelphia no es raro escuchar español pero Renzulli extraña los tiempos en los que se escuchaba el italiano en las calles.

“Esas personas ya se fueron, mi abuela vivió 50 años en Estados Unidos y hablaba muy poco de inglés, mis padres hablaban italiano y yo nunca lo aprendí porque mis padres querían sólo que habláramos inglés para que nos aceptaran porque era lo que se debía hablar y esa es una de las cosas de las que más me arrepiento, siempre debes de sentirte orgulloso de tu cultura, de quien eres, nunca olvides eso”.