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¿Dónde están los congresistas?

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Estaba yo en un restaurante del norte de Filadelfia, disfrutando de un mofongo, mi plato puertorriqueño favorito. En la mesa de enseguida dos hombres jóvenes hablaban animadamente. Uno dijo que ya no era necesario inscribirse para renovar el TPS porque alguien le había asegurado que  Obama le va a solucionar, “ya mismito”  el problema a los indocumentados. “Sólo se paga una multa y lista la ciudadanía”.  Agregó que conseguirá la plata para la multa y, claro, para pagarle a la persona que le está “ayudando a conseguir los papeles así de facilito”.

La elección de Obama y el tema angustioso de lo indocumentados está creando una peligrosa confusión.

Hasta ahora, con pulso firme, el presidente ha rubricado disposiciones cerrando la cárcel de Guantánamo, autorizando investigar con células madre; quitándole las trabas que Bush le puso al aborto.

Pero exigirle a Obama, que sólo con sus poderes presidenciales, resuelva el problema o al menos alivie la dolorosa situación de los indocumentados es una candidez, por decir lo menos.

Los anti inmigrantes tienen lista la batería para dispararle si empieza a pisar duro en ese terreno. Lo acusarán de obstrucción a la justicia si suspende las redadas y las deportaciones y hasta  dirán que cualquier medida que tome en ese sentido irá en su propio beneficio porque su tía Zeituni Onyango vive ilegalmente en Estados Unidos y tiene orden de deportación. El presidente ha reiterado que nada tiene que ver con ese problema ni jamás ha intervenido en  favor de ella. Pero es su tía y sus detractores no desaprovecharán, ni locos, semejante oportunidad para golpearlo.

Sorprende la actitud de quienes conminan a Obama (incluido el editorial de Al Día de la semana pasada) a que de un plumazo enderece el terrible entuerto que hay en inmigración.

Olvidan que Obama no fue el único ungido en las urnas. Los votantes eligieron un Congreso con amplia mayoría demócrata en ambas cámaras.

 En el caso concreto de una reforma a la legislación inmigratoria la mayor responsabilidad recae sobre el Congreso porque será en sus molinos donde tendrá que molerse y aprobarse la nueva ley que llegará, finalmente, al presidente para que la firme.

¿Qué están haciendo los congresistas demócratas que se comprometieron a rodear al nuevo presidente trabajando junto a él para sacar adelante los cambios que el país tan urgentemente necesita?  La única voz  susurrante fue la del líder de la mayoría demócrata en el Senado, Harry Reid. Dijo que el Congreso podría empezar a estudiar una nueva ley de inmigración en septiembre.

Bueno, sí hay un congresista que está agitando el tema inmigratorio. Es el representante por Illinois, Luis Gutiérrez, uno de los organizadores de las protestas públicas que se llevaron a cabo el 21 de enero para exigirle a Obama que asuma de inmediato la búsqueda de soluciones a los problemas de los indocumentados.

Un representante a la Cámara tiene tanto o más poder que el presidente para buscar soluciones a un tema como éste.

Para organizar protestas callejeras no se necesita ser congresista, pero para hacer las leyes sí. ¿Qué está haciendo el representante Gutiérrez como legislador en este caso? ¿Está redactando un nuevo proyecto de ley? ¿Está trabajando con los demás parlamentarios para buscar apoyo, concretar alianzas, garantizar mayorías a la hora de votar?  Una ley no pasa en el Congreso por la cantidad de participantes en manifestaciones públicas sino por el número de congresistas que voten a favor.

Los hispanos no podemos dejarnos aislar asumiendo una lucha en solitario para buscar una reforma a las leyes de inmigración. Primero, porque los indocumentados no son solo hispanos. Segundo, porque el desafío es demasiado grande para que descanse únicamente sobre nuestros hombros.

El ejemplo a seguir, sin ninguna duda, es lo que acaba de ocurrir en Noshville, capital de Tennessee, donde un referéndum derrotó el intento de imponer la norma del Solo Inglés. Una portavoz de La Raza dijo que el triunfo se debió a que la comunidad hispana trabajó arduamente para buscar el apoyo de otras comunidades no sólo de inmigrantes sino de afroamericanos y  de la raza blanca. Por ahí sí es la cosa ¿no les parece?