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Bush se va pero lo quieren investigar

Acaba la presidencia, pero algunos demócratas no quieren olvidar.

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El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, tiene hoy las maletas hechas, pero algunos legisladores demócratas pretenden turbar su descanso con investigaciones sobre presuntas violaciones de la ley durante su mandato.

La salida de Bush mañana de la Casa Blanca, con un índice de aprobación que apenas supera el 20 por ciento, marca el declive del Partido Republicano en Estados Unidos, que hace dos años ya perdió el control del Congreso.

La animadversión de los demócratas del Congreso por el presidente número 43 de Estados Unidos es profunda, tras ocho años en los que expandió el poder del Ejecutivo de forma extraordinaria y minimizó las funciones de supervisión del Congreso.

El presidente electo, Barack Obama, ha manifestado poco interés en remover el pasado, preocupado principalmente por sus planes para resucitar la economía.

No obstante, algunos miembros del ala de izquierda de su partido se niegan a olvidar y a perdonar.

El presidente del Comité Judicial de la Cámara de Representantes, John Conyers, quiere que se establezca una comisión independiente que investigue si el Gobierno de Bush cometió crímenes en su guerra contra el terrorismo.

La presidenta de esa cámara, Nancy Pelosi, se ha mostrado abierta a la idea.

"Quiero que la verdad salga a la luz", dijo ayer Pelosi en una entrevista de televisión. "Hay que mirar cada tema y ver si se violó la ley", añadió.

Todas las indicaciones apuntan a que sí hubo delitos en el tratamiento a sospechosos de terrorismo. Susan Crawford, quien supervisa los juicios ante los tribunales especiales de Guantánamo, ha reconocido que Estados Unidos torturó a un detenido allí.

Además, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) ha admitido haber sometido por lo menos a tres detenidos a asfixias simuladas, una técnica que el equipo de Obama considera tortura.

Eso coloca en el punto de mira al vicepresidente, Dick Cheney, y el ex secretario de Defensa Donald Rumsfeld, quienes instigaron el uso de métodos duros en los interrogatorios tras los atentados del 11 de septiembre, y al propio Bush, quien tenía la responsabilidad final.

No obstante, en Estados Unidos no hay tradición de investigar a ex mandatarios sobre supuestos crímenes cometidos durante el desempeño de su cargo.

Un objetivo más inmediato de las pesquisas serían los agentes de la CIA con las manos sucias.

Sin embargo, está por verse si existe voluntad política para indagarles por abusos infligidos por órdenes superiores a presuntos terroristas, dado el gran respeto que existe en Estados Unidos por las fuerzas del orden.

"En la CIA tenemos personas con un talento extraordinario que trabajan con ahínco para proteger a los estadounidenses. No quiero que de repente sientan que tienen que pasar todo el tiempo mirando por encima del hombro y buscando abogados", dijo hace una semana Obama.

Eso no quita para que los propios detenidos presenten demandas o para que se tramiten casos en cortes europeas, las cuales han demostrado su disposición a investigar crímenes de lesa humanidad cometidos en el extranjero.

Los deseos de los demócratas de husmear en las políticas de Bush van más allá del tema de la tortura.

Conyers ha detallado una caterva de supuestos atropellos en un mamotreto de 486 páginas titulado "Frenar la presidencia imperial".

En él incluye el lanzamiento de "una guerra de agresión innecesaria contra Irak" basada en datos de inteligencia "manipulados".

Jerrold Nadler, que preside el subcomité de la Constitución en la Cámara Baja, ha dicho que revisará el programa de escuchas sin autorización judicial establecido por Bush y las cárceles secretas de la CIA.

Por su parte, Pelosi señaló que Estados Unidos "no puede dejar sin revisión la sujeción del departamento de Justicia a los intereses políticos".

El segundo fiscal general de Bush, Alberto Gonzales, dimitió después de que se revelara que su departamento despidió a algunos fiscales aparentemente por razones políticas, no por un mal desempeño en su puesto.

"Entiendo que muchos crean que deberíamos hacer borrón y cuenta nueva", dijo Conyers el viernes en un artículo de opinión.

"Pero en mi opinión, no sería responsable empezar nuestro camino hacia adelante sin saber primero exactamente dónde estamos", añadió.