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De Shenandoah a Long Island, mucha distancia

Shenandoah en Pensilvania y Suffolk en Long Island (NY) serán dos casos muy recordados entre la comunidad inmigrante hispana por la muerte a golpes de un…

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Shenandoah en Pensilvania y Suffolk en Long Island (NY) serán dos casos
muy recordados entre la comunidad inmigrante hispana por la muerte a
golpes de un mexicano y otra a golpes y cuchillazos de un ecuatoriano,
ambas por parte de jovencitos armados con odio racial.

Sin embargo, lo que más van a recordar los inmigrantes es la abismal diferencia entre las autoridades locales que imparten justicia en Pensilvania y Nueva York.

Este jueves el juez del condado Schuylkill anunció que tendrá en consideración la petición de retirar los cargos por  homicidio en tercer grado e intimidación étnica contra los dos estudiantes acusados de matar a golpes al mexicano, y uno más que participó en la golpiza.

Perplejos quedaron muchos con la noticia, pero no sorprendidos.

Desde el principio la reacción de las autoridades en Pensilvania ha distado mucho de la de las de Nueva York esta semana tras el crimen del ecuatoriano.

Mientras en el pueblo a 2 horas de Filadelfia las autoridades trataron, si no de ocultar el hecho, bajarle su dimensión, el gobernador de Nueva York, David Paterson, lo catalogó enseguida de “crimen de odio racial” y “cobarde y sin sentido por parte de adolescentes”.

“Ese acto desgraciado nos ultraja a todos”, dijo en un mensaje escrito el gobernador a dos días de haber sido reportado el crimen.

Reconfortantes, sensatas y a tiempo fueron las palabras de Paterson, quien pidió la acción pronta de las autoridades para detener a los responsables.

Ya hay un detenido acusado de homicidio en primer grado y sin derecho a fianza, lo cual también contrasta con las fianzas impuestas a los dos acusados por la muerte del mexicano, quienes desde hace rato gozan de libertad en su hogar.

La fiscal de Distrito neoyorquino Nancy Clifford tampoco dudó en llamar las cosas por su nombre al decir que los jóvenes  seguro dijeron la noche de sábado: “Vamos a buscar algunos mexicanos”.

Esa es la actuación oficial que aplica para este tipo de hechos, esa es la actitud que ha faltado en un condado de Pensilvania.

De pronto esa sea la diferencia entre ser un condado enclavado en lo que era un imperio del carbón, ahora venido a menos, y que no avanza en reconocer que hay una globalización que da pie a migraciones y que la tolerancia juega un papel importante, y un condado de Nueva York, menos escondido en las montañas y más cercano a la realidad de inmigrantes venidos de todas partes del mundo.

Esta semana, paralelo a una reforma migratoria integral, las organizaciones hispanas pidieron al presidente electo Barack Obama un cambio de “tono”  en el debate migratorio con aires “antixenófobos” y que reconozca el aporte económico de este colectivo.

Audrey Singer, la investigadora principal de un estudio del Instituto Brookings  divulgado esta semana sobre inmigrantes en la región de Filadelfia, dijo que “acostumbrase” a los inmigrantes es necesario, que la gente debe “reconocer que la inmigración está pasando en su área”.

Agregó que el entendimiento es clave, porque de lo contrario “vamos a ver la  tensión incrementarse”.  

Más que la reforma migratoria, lo que se requiere es que personas con pensamiento radical y atrasado entiendan que el cambio demográfico llegó hace rato y que no pueden nadar en contra de la corriente y tratar de detenerla con crímenes atroces contra Marcelo Lucero, de 37 años y trabajador de una lavandería, o Luis Eduardo Ramírez, de 27, recolector de fresas.