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Restaurando la confianza

Hacer llover dinero sobre las mismísimas quebradas y corruptas instituciones financieras es un ejercicio del todo fútil.

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Hacer llover dinero sobre las mismísimas quebradas y corruptas instituciones financieras es un ejercicio del todo fútil.  

Esta semana un nuevo requerimiento por parte de AIG para unos adicionales $40.000 millones de dólares luego de haber recibido inicialmente $85.000 millones que resultaran insuficientes para estabilizarla es fútil.   Esta es la mismísima organización cuyos ejecutivos “cenaron y bebieron” en un ‘resort’ de lujo en California LUEGO del inicial intento de salvataje por parte del gobierno. 

AIG, la mayor compañía aseguradora en la historia de Estados Unidos, adquirió una sofisticación tal que aseguraba a entidades financieras no solo contra la eventual pérdida de ingresos, incluso hasta les ayudaba a pagar sus cuentas, un ejemplo de ello fue el quebrado banco de inversión Lehman Brothers.  Aquel banco una vez ya declarado en bancarrota no podía siquiera pagar el arriendo de los trescientos mil metros cuadrados en Londres, “afortunadamente” AIG estaba allí para pagar la renta.

Solo nos resta preguntarnos si esos extra $40.000 millones los necesita AIG para seguir pagando las cuentas de las degeneradas y corruptas entidades financieras a las que aseguraba.

 Tenemos hoy por hoy una preocupación mucho mayor  ¿Cómo es posible que $2 billones de dólares (trillones en inglés) de fondos de jubilación desaparecieran como por arte de magia?  ¿Cómo se las arreglaron los inversionistas de Wall Street para incurrir en semejante pérdida en el tiempo récord de tan solo 15 meses?

 Hoy, el Presidente estadounidense nuevamente “contrariando sus propios instintos naturales”  está seriamente considerando seguir el ejemplo del Reino Unido de nacionalizar su sistema bancario.

Hay una diferencia sustancial entre inundar el mercado con dinero, alimentando al mismo sistema financiero que regodeara en el ambiente falto de rendición de cuentas, y otro muy diferente es intervenir, controlar y regular a las instituciones que de lo contrario operan bajo el simple precepto de ganancia egoísta y codicia.

 Existe pues tal cosa como el interés público y la seguridad pública.  La gran riqueza resultante de los fondos de pensiones de retiro confiadas a las entidades privadas, a expensas de desfinanciar la Seguridad Social constituye el despojo más audaz por parte de un gobierno de los ahorros de sus propios ciudadanos.

 El desprecio y falta de confianza en el gobierno y en su responsabilidad de regular los mercados y proteger al público ha resultado en la ciega entrega de los ahorros de la mayoría de estadounidenses beneficiando únicamente  a los avaros inversionistas  y a las instituciones financieras privadas que hoy por hoy no le rinden cuentas a nadie.

La única entidad llamada para intervenir y restaurar la confianza sería un gobierno fuerte, transparente y responsable que sepa rendir cuentas.   Unos pocos pero poderosos y anónimos inversionistas, y más importante aun el público estadounidense no se tranquilizaran hasta que su confianza sea legítimamente reconquistada.