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Saliendo de la adicción

Por mucho que pese o que cueste, salir de un mal hábito como la adición es vital para nuestra supervivencia, más aún cuando se trata del bienestar económico de…

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Por mucho que pese o que cueste, salir de un mal hábito como la adición
es vital para nuestra supervivencia, más aún cuando se trata del
bienestar económico de toda una nación. El panorama es tenebroso: Empleos perdidos en tan sólo 8 meses, 600.000; estadounidenses a punto de perder sus hogares, uno de cada diez; inflación, el  5,6%, la tasa más alta desde 1991.

Cuando las cosas se ponen tan mal, cualquier sugerencia para salir de la crisis a lo mejor sirve. He aquí un par tomadas de un manual sobre cómo salir de una adicción:

1. Dígasela a los demás.

El gobierno no lo está haciendo tan mal a este respecto, ya se sabe en todos lados, tenemos un serio problema.  Como un prominente economista diría: “Ya podemos dejar de rascarnos la cabeza, hemos entrado ya en una recesión”.

La plata que entregara la administración Bush como parte del ‘estímulo económico’, cual esteroides se evaporó ya, y la resaca, guayabo o chuchaqui de las casas y de los empleos perdidos se siente y con mucha fuerza.

2. Ajuste bien su manera de pensar.

Esta es la peor parte de la terapia. Nos engañamos a nosotros mismo tan formidablemente que nos cuesta admitir que los incontrolados déficit presupuestarios del estado y el crecimiento desaforado de los mercados financieros en el área de la vivienda estuvo del todo equivocado.

El salvataje financiero de los ahora estatales bancos de vivienda Freddie Mac y Fannie Mae costará inicialmente $20.000 millones, y el gobierno estadounidense debe comprometer al menos otros $200.000 millones para asegurar que los inversionistas extranjeros como la comunista República Popular China recibirán su dinero de vuelta.

Estos son tan solo dos consejos útiles tomados de una popular guía de “como vencer la adicción a los juegos de azar”.

Cuando el presidente Bush admitió que “América es adicta al petróleo”, por un momento pensamos que se trataba de alguna epifanía, pero pronto nos enteramos de la sugerencia de combatir la adicción mediante perforar más pozos petroleros en Alaska.

Como “el adicto buscando la siguiente dosis de droga”, por usar una alegoría de algunos expertos, a lo mejor le hemos admitido al mundo que tenemos un problema, pero nuestra forma de pensar sobre cómo superar el problema está del todo distorsionada.

Para los acólitos en las altas esferas de las finanzas y de los contratistas privados del gobierno, elite privilegiada que se reserva para sí las gratificantes alucinaciones de la codicia sin límites, resulta demasiado fácil apropiarse de los dineros públicos para financiar sus excesos.

Si aplicáramos el  credo del fallecido Milton Friedman, un creyente en mercados libres sin límites a sus ambiciones, de “no se puede hacer ningún bien con el dinero de otras personas” ¿Qué hay de malo en permitir que el corrupto sistema financiero, y no los contribuyentes de impuestos, sufra el golpe?

El credo de “no hacer el bien con el dinero de otros” convenientemente sirve para el propósito de desmantelar la seguridad social, la salud pública y al gobierno en sí; ojalá esta crisis ayude a los gobernantes y sus expertos para que ajusten bien su manera de pensar y dejen de pensar como adictos.