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Silencio del que todos hablan

La convergencia de problemas hace que sectores de la sociedad confíen más en los criminales que en la misma Policía.  

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United way y el canal de televisión pública WHYY organizaron a mediados de mayo pasado el foro "La verdad acallada" en el que se analizó la problemática del código del silencio. Fotos: David Cruz/AL DÍA

 

Lo más difícil es convencer a un testigo de que nada le va a pasar luego de sentarse al estrado y declarar.

Es ese miedo el que detiene a muchos de acudir a la Policía, de cooperar cuando han presenciado un ilícito, de delatar a los criminales.

Así lo comentan quienes están dentro y fuera del sistema penal y que ven, con cierta frecuencia, como sospechosos de crímenes no pueden ser llevados a juicio porque no hay quien los identifique, quien atestigüe.

"Muchas veces he tenido que llorar, porque ruego demasiado, para que alguien rinda su testimonio", dijo Mark Gilson, subprocurador de distrito de Filadelfia.
"Lo primero que te pregunta alguien en esa situación es '¿Qué me va a pasar a mí?'", dijo.

A pesar de que no existe una estadística que indique cuántos casos no se cierran por la falta de testigos, el elevado índice de investigaciones sin concluir es síntoma de que la ciudadanía no coopera, indicó el vicealcalde para seguridad pública, Everett Gillison.

"Uno no puede forzar a que alguien haga lo correcto", dijo. "La gente sola debe decidirlo y contar con nosotros cuando lo hagan".

Explicó que la ciudad está preparando programas para la protección de testigos para así lograr una mayor cooperación.

De enero a mayo de este año, el Departamento de Policía de Filadelfia ha dejado sin resolver poco más del 25 por ciento de los 122 homicidios registrados hasta mayo.

Es decir, que pudieron cerrar 91 casos.

Estas cifras presentan una mejoría en comparación con lo que venía ocurriendo durante los dos años anteriores.

De los 161 homicidios que se registraron durante el mismo periodo del 2007, la Policía resolvió 91 casos o el 56,8 por ciento, de acuerdo con estadísticas proporcionadas por la dependencia.

El problema se torna más difícil aún cuando el miedo se torna en un agradecimiento y hasta en apoyo por parte de quienes viven en los vecindarios afectados por el crimen, como lo especificó la jueza Renee Cardwell Hughes.

"Yo he tenido a ancianos en el estrado hablando maravillas de los vendedores de droga", dijo. "Dicen que el traficante les puso un techo nuevo, los protegen".

Cardwell Hughes identificó las razones que, a decir de ella propician una falta de delación de crímenes y de quienes los cometen.

"Es un fenómeno cultural que se deriva de la guerra contra las drogas", dijo. "Con las sentencias preestablecidas el ir a la cárcel se ha vuelto ya una insignia de honor".

Agregó que muchos niños ven el convertirse en criminales como un camino para salir de la pobreza.

Sin embargo, no es sólo un camino para salir de ahí. A veces es el único para muchos, como indicó Juan Rodríguez, joven del norte de Filadelfia.

"Los que hablan de por qué la gente se calla las cosas no saben cuál es la situación en las calles", dijo. "Deben caminarlas para saber lo que está pasando".

Este joven de 17 años aseguró haber sido arrestado dos veces por vender drogas.

"Yo no tuve la suerte de tener el dinero, de nacer en una condición que me mantuviera alejado de eso", dijo.

También dijo que ahora ya ha cambiado las calles por las aulas porque se dio cuenta de que "estaba destruyendo mi vida".

Son ese tipo de decisiones las que producen el cambio, dijo Daniel Cariño, miembro de la Comisión Juvenil del gobierno de la ciudad.

Pero reconoció que los jóvenes desconfían de la Policía.

"La mayoría de la gente confía más en los traficantes que en la Policía", dijo. "A ellos los ven en su vecindario todo el tiempo y el delatarlos te aliena, te pone en peligro incluso".

Agregó que lo que existe es un culto por sobrevivir en un mundo cargado de mensajes propagados por los medios de comunicación.

"Para comenzar a construir esa confianza se debe ir a los lugares en los que están los jóvenes y hablarles, darles también el poder de elegir", dijo.

Fueron estas perspectivas las que motivaron a Sam George, miembro subalterno del Centro Stoneligh, a realizar su tesis para analizar el problema conocido como "Stop Snithching'".

En su trabajo, titulado "Las raíces y las consecuencias del código del silencio en la ciudad de Filadelfia", George aborda el tema desde diferentes perspectivas que se conjugan, muchas veces mezcladas entre sí, para dar como resultado una sociedad segregada económica y racialmente que desconfía de las autoridades.

"Es un problema muy profundo", dijo. "Tenemos un sistema legal muy complicado, fuera de control, que no ayuda para disipar el miedo en la gente".