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En un discurso pronunciado la semana pasada durante el 19º Congreso del Partido Comunista, Xi declaró que China se encuentra en una “situación histórica” y que comienza una “nueva era” que estará marcada por el hecho de que el país se convierta en una “fuerza poderosa” en el mundo y en un modelo ejemplar para el desarrollo político y económico. EFE
Xi Jinping , líder supremo de China, declaró que China se encuentra en una “situación histórica” y que comienza una “nueva era” que estará marcada por el hecho de que el país se convierta en una “fuerza poderosa” en el mundo y en un modelo ejemplar para…

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Ésta no es una opinión personal mía sobre política china basada en la lectura de hojas de té. Se trata de la visión claramente articulada del líder supremo de China, Xi Jinping. En un discurso pronunciado la semana pasada durante el 19º Congreso del Partido Comunista, Xi declaró que China se encuentra en una “situación histórica” y que comienza una “nueva era” que estará marcada por el hecho de que el país se convierta en una “fuerza poderosa” en el mundo y en un modelo ejemplar para el desarrollo político y económico. Declaró que “el sistema político de China ... es una gran creación” que ofrece “una nueva opción para los otros países”. Y también insistió en que el país defenderá fervientemente sus intereses, a la vez que se convertirá en un líder mundial en cuestiones tales como el cambio climático y el comercio.

Desde que China abandonó el aislamiento maoísta en la década del 70, su filosofía guía fue la establecida por Deng Xiaoping. China necesitaba aprender de Occidente, especialmente de Estados Unidos e integrarse a sí misma en el orden internacional existente. Según las directrices de Deng, China debía ser humilde y modesta en su política exterior, “esconder su luz detrás de su propia grandeza” y “esperar el momento oportuno”. Parce que ahora ha llegado el momento, según Xi , quien dijo que el “Imperio del Centro” pronto “destacará en el mundo”.

El discurso de Xi es relevante, puesto que durante el Congreso del Partido quedó claro que no es un líder habitual. Xi ascendió al segundo mandato de gobierno sin nombrar a ningún sucesor obvio  dentro de la próxima generación de funcionarios del partido. De este modo, dio a entender que su control sobre el poder es mucho más seguro que el de sus predecesores inmediatos. Más importante aún, el partido consagró sus pensamientos en la Constitución, un honor hasta entonces cedido en vida únicamente a Mao Zedong. (Los pensamientos de Deng también fueron agregados, pero solo póstumamente). Esto significa que por el resto de su vida, Xi y sus ideas dominarán al Partido Comunista de China.

En un reciente número del magacín The New York Review of Books, Andrew Nathan señaló que la política de Occidente con Beijing generalmente ha asumido que, con el tiempo, a la vez que China modernizaba su economía, se tornaría más pluralista y más cooperadora con el exterior. No obstante, Nathan agregó que algunos escritores y periodistas como James Mann creían que China permanecerá autoritaria y proporcionará apoyo a países anti-demócratas.

La realidad no es tan extrema como predijo Mann. China ha permanecido resueltamente autoritaria, de hecho, aún más en los años recientes. Pero en temas como el cambio climático, el comercio y Corea del Norte, en realidad se ha tornado más cooperadora. Aunque Beijing ha intentado establecer algunas instituciones internacionales alternativas propias, es el tercer fundador más grande de las Naciones Unidas y el segundo contribuidor mayor a su presupuesto para el mantenimiento de la paz. China busca una revisión del sistema internacional para acomodar su propio aumento de poder, no una revolución y reemplazo masivo del orden internacional construido en Occidente.

En parte, la nueva postura de China hacia el mundo, y la manera con la que ha sido recibida, son el resultado de la fortaleza continua de la economía china y la creciente confianza política del partido bajo Xi. Sin embargo, estos cambios están ocurriendo frente al escenario de colapso total de la autoridad política y moral de Estados Unidos en el mundo. Una encuesta reciente del Pew Research Center indica una caída de 14 puntos en el nivel de favorabilidad hacia Estados Unidos en más de 30 países encuestados.

En la actualidad, países como Australia, Países Bajos y Canadá tienen una opinión más favorable de China que de Estados Unidos. Varios de los países encuestados, incluyendo  Alemania, Chile e Indonesia, poseen una mayor confianza en el liderazgo de Xi que en el de Trump. China ha buscado con agresividad mejorar su imagen en el mundo, gastando miles de millones en ayuda exterior, prometiendo comercio e inversión e inaugurando institutos Confucio para promover la cultura china.

Mientras tanto, tengamos en cuenta cómo Estados Unidos debe verse en el resto del mundo. Un país que se encuentra políticamente paralizado, incapaz de realizar decisiones importantes. En medio de un sobreendeudamiento, sus inversiones en la educación, en la infraestructura, la ciencia y la tecnología son realmente insuficientes. La política se ha convertido en una extensión de los reality shows, con insultos diarios, reapariciones y comentarios sobre raza y color. El rol histórico de liderazgo de Estados Unidos en el mundo ha sido reemplazado por una ideología estrecha y reducida. La política exterior se ha convertido en un juego partidista, con Washington que rompe acuerdos, desvía y revierte el curso de la política casi en su totalidad para ganar puntos políticos en el país.

El cambio en la reputación del que somos testigos no se trata tanto del ascenso de China sino del declive de Estados Unidos.

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