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“La historia me absolverá,” fue la frase que usó Fidel Castro cuando fue condenado en un juicio por el asalto al cuartel Moncada, a principios de su carrera política en los años 50. Esa historia empezó oficialmente a correr a partir de su muerte, anunciada el fin de semana pasado en La Habana. El siguiente es el recuento de su vida.
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¿Lo absolverá la historia?

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Fidel Alejandro Castro Ruz nació en Birán, Mayarí (Antigua Provincia de Oriente) el 13 de agosto de 1926.

Hijo natural de un español de origen gallego, Ángel Castro Argiz, y una española americana, Lina Ruz González. Su condición de hijo natural no cambiaría sino hasta 1940, cuando su padre finalmente pudo contraer segundas nupcias y reconocerlo junto con sus hermanos Angela, Juana, Emma, Agustina, Ramón y Raúl.

Hijo de padres analfabetos, Fidel fue siempre estimulado para la educación, iniciando sus estudios en su provincia natal y posteriormente desplazándose a Santiago junto con su hermana Angelita durante los inicios de la década de 1930.

Su ávido interés por el conocimiento y su destacada inteligencia le hicieron honor en todas las instituciones a las que asistió, entre ellas el Colegio Lasaliano de Santiago, el Colegio Jesuita de Dolores y finalmente en La Habana, el Colegio de Belén.

A la edad de 19 años ingresa a la Universidad de La Habana, donde se matricularía en Derecho, Derecho Diplomático y Ciencias Sociales en el formato de educación libre, intentando por toda vía obtener financiamiento para estudiar en el extranjero. Fueron sus años universitarios los que le pusieron en contacto directo con obras literarias y ensayos político-filosóficos que determinarían el encauce de una personalidad tan demandante de protagonismo como la del joven Castro. Desde la política griega hasta los pensamientos revolucionarios de principios de siglo (Marx y Lenin), pasando por quien sería la quilla de su pensamiento ideológico, José Martí.

Es así como se inicia en la vida política desde el eje universitario, desde el rol de delegado de curso hasta sus encarnizados debates con la Federación Estudiantil Universitaria. Sus ideales, inicialmente democráticos, no se congregaron tan sólo a la Isla. Para 1947, Castro ejercía la labor de presidente del Comité Pro Democracia Dominicana de la Federación Estudiantil que reclamaba la destitución del dictador de República Dominicana, Rafael Trujillo.

Como abierto simpatizador del Partido Ortodoxo Cubano (radical Nacionalista), encabezado por Eduardo Chibás, Fidel Castro sería enviado en 1948 a Colombia como delegado de la Federación Estudiantil Universitaria, para entrevistarse con el presidente de la República Colombiana Jorge Eliécer Gaitán, quien sería asesinado durante el célebre “Bogotazo”

Dos años después se recibiría como abogado por la Universidad de la Habana, lanzándose como candidato independiente del Partido Ortodoxo a la Cámara de Representantes del Congreso cubano por la circunscripción de La Habana, insinuando ser el sustituto ideal para el fallecido Eduardo Chibás. Pero el golpe de estado del general Fulgencio Batista contra el gobierno de Carlos Prío Socarrás anuló cualquier advenimiento político.

 

Un primer cuartel

El derrocamiento del gobierno democrático sembraría la semilla de la revolución en el joven Fidel Castro, quien organizaría sus contactos de la Juventud del Partido Ortodoxo para la estrategia de asalto al Cuartel Moncada.

Uno de los mayores despliegues de conocimiento político y estratega de Fidel Castro fue la denuncia previa al dictador Batista ante un Tribunal de Urgencia, mientras simultáneamente se gestaba un asalto armado a varios puntos estratégicos de la Isla.

Castro expuso, en su papel de abogado, la violación abierta a la constitución por parte del General, y en su argumento sentaría las bases legales para su futura insurrección:

“Evidenciará si es que sigue funcionando con plenitud de facultades, si es que no se ve imposibilitado por la fuerza, si es que no ha sido abolido también el cuartelazo. [...] Si existen tribunales, Batista debe ser castigado, y si Batista no es castigado (...) ¿Cómo podrá después este tribunal juzgar a un ciudadano cualquiera por sedición o rebeldía contra este régimen ilegal producto de la traición impune?”

La desestimación de la demanda por parte de los tribunales controlados por Batista era el gesto que Castro anticipaba para la legitimación de su lucha armada, dando luz verde a su intento de sublevación.

El ataque tenía como misión la obtención de más de 3000 armas para el movimiento paramilitar que gestaba Castro. El 26 de julio de 1953, y desde la provincia natal del joven Fidel, un grupo de jóvenes intentaría tomar el Cuartel Moncada en Santiago y el Cuartel Carlos Manuel de Céspedes, disfrazados de Sargentos (en un gesto nostálgico por la Revolución de los Sargentos de 1933).

La rebelión anticipaba un fracaso, por lo que las estrategias incluían la toma de las armas a disposición y el convencimiento de los jóvenes acuartelados para que se sumaran al movimiento y se resguardaran en las montañas para un contraataque a largo plazo.

El ataque se organizó en tres grupos de combatientes: uno liderado por Abel Santamaría formado por 21 hombres que tomó el Hospital Civil; otro de diez hombres bajo las órdenes del hermano menor de Fidel, Raúl, que ocupó el Palacio de Justicia y 95 hombres tras las órdenes de Fidel Castro que intentó atacar el cuartel Moncada. El fracaso de la intentona se debió a la confusión de los hombres de Fidel al encontrarse de frente con la celebración del carnaval y equivocándose en la calle que debían tomar. El enfrentamiento de un grupo dividido contra la defensa del cuartel permitió su reorganización y la expulsión de los rebeldes hacia Sierra Maestra, donde posteriormente serían detenidos.

 
 
Asanlto al Cuartel Moncada en Santiago de Cuba. Agosto 1953. Fidel Castro (izquierda) y otros revolucionarios son conducidos a juicio. EFE
 

Su primer discurso

Visto en retrospectiva pareciera cierto que la organización y la planificación de cada uno de sus movimientos “alzados” llevarían finalmente a Castro frente a la audiencia adecuada para lanzar su proyecto para cuba y su ideal revolucionario.

Tras su aprehensión en Sierra Maestra, Castro fue llevado  frente a un tribunal por cargos de sublevación e insurrección, donde éste ejercería el derecho a la autodefensa, dando su primer discurso (de cuatro horas) donde justificaba sus acciones en el más pulcro y profesional lenguaje de Derecho Civil.

Este primer discurso de Castro se transformaría en un hito histórico, siendo posteriormente reeditado como el Manifiesto del Movimiento 26 de Julio.

Fue condenado a 15 años de cárcel, pero puesto en libertad dos años después en un gesto de democracia por parte de Fulgencio Batista, quien le concedería la amnistía a Castro y a sus compañeros combatientes, muchos de los cuales recurrieron al exilio y posteriormente fueron convocados de nuevo en México, para su regreso en el yate Granma.

El desglose de los problemas cubanos en el discurso de Castro fue emblemático, siendo recordado por su simpleza y por la convicción con la que abordaba problemas tan arraigados en la breve historia Republicana del país. La tierra, la industrialización la vivienda, el desempleo, la educación y la salud, pasaban a ser no sólo cuestionamientos de la agenda del gobierno en vigencia, sino también el principio de la campaña presidencial de Castro, a través de la cual se ganaría la confianza y el afecto del gran pueblo cubano.

 

 

Un desembarco fallido

De los 82 hombres que acompañaron a Fidel en el yate Granma desde México hasta la costa, tan sólo algunos pocos sobrevivieron a su asalto sorpresa en Alegría del Pío por parte del ejército militar de Batista. Entre ellos, Ernesto Che Guevara, Juan Almeida, Camilo Cienfuegos y Raúl Castro, acompañaron a su cabecilla en la retirada a Sierra Maestra, que los alojaría durante la guerra de guerrillas contra el Gobierno de Batista.
Fue un enfrentamiento de números radicalmente dispares: 800 compañeros combatientes contra más de 70.000 militares nacionales, pero la estrategia militar desarrollada rápidamente por Castro le ganaría no sólo el título de Comandante en Jefe, sino la confianza absoluta de sus hombres y de quienes empezaban a creer en él, en silencio, desde los caseríos.
La personalidad de Castro se fue estableciendo como ícono revolucionario y como adoración de hombres, mujeres, hijas y niños, que añoraban y finalmente se sumaban pasiva o activamente a su revolución. Batista, dedicó su empeño a aniquilar a su antagonista, tanto en carne como en la ficción, publicando más de una vez su supuesta derrota en combate.
El Gobierno de los Estados Unidos financió a cuenta gotas el ejército de Batista, pues la insurgencia de un movimiento “liberador” comunista, estaba en el top de la lista de enemigos inmediatos de un país sumido en la más helada de las guerras.
 

Revolución, SÍ; golpe de Estado, NO

Si bien la Historia Revolucionaria Cubana no empezaba con la Guerrilla en Sierra Maestra, pues es reconocida la historia independentista de Martí y el enraizamiento del pensamiento socialista “espiritual” en Latinoamérica desde los años cuarenta como  antecedentes hegemónicos, fue el Manifiesto Castrista la ejemplificación de la mayor y más encarecida campaña política en pro del socialismo (en un principio “no comunista”) del continente suramericano.

Es considerable la influencia del efecto norteamericano en la política de la isla desde su intervención en la independencia, el rapto de Guantánamo y el apoyo a la corrupción hasta la “prostitución” de los ideales durante la administración de Batista, y fue ésta la materia prima de la que surgiría el movimiento idiosincrático de Fidel Castro que justificaría su guerrilla y su intervención armada.

Fue el año de 1957 el que atestiguaría el gran desempeño de la Revolución Cubana armada: desde la primera acción militar en el destacamento militar de la Plata el 16 de enero, la entrevista de Herbert Matthews en Sierra Maestra (publicada en el New York Times desestimando la muerte de Castro aunciada por Batista), la toma de la emisora Radio Reloj el 13 de marzo, el combate de El Uvero el 28 de mayo, la firma del Manifiesto de Sierra Maestra el 12 de julio, la diseminación del pensamiento revolucionario en manos del comandante Che Guevara en la columna Ejército Rebelde, el asesinato de Frank País el 30 de julio y la sublevación de la base naval Cienfuegos el 5 de septiembre.

El año siguiente, la Revolución bajaría de la montaña para dispersarse en células de desestabilización y protesta por toda la isla, alimentando la figura de Fidel como hombre en armas decidido a tomarse el país.
El 27 de febrero de 1958, Castro cierra filas alrededor de Sierra Maestra liberando el territorio del poder de Batista para luego auspiciar la huelga general del 9 de abril. Pero la reacción del gobierno no tardaría y el 6 de mayo Sierra Maestra fue invadida por una ofensiva general que sería despachada por la fuerza Revolucionaria.
La división estratégica del país entre los cabecillas de la Revolución permitieron la toma de Santa Clara, “la llave de La Habana” y de Santiago, para luego organizar la ofensiva que acorralaría a Batista desde ambos extremos de la Isla. Con el apoyo del Directorio Revolucionario, el Segundo Frente Nacional del Escambray y el Partido Socialista Popular, el Movimiento 26 de julio toma el centro de la isla para mediados de octubre de 1958.
Tras la Batalla de Guisa y la ofensiva fracasada del gobierno sobre las posiciones instaladas en Escambray, el 4 de diciembre de 1958 las tropas del Che Guevara y de Camilo Cienfuegos logran aislar a las tropas gubernamentales. El ataque final contra la Ciudad De Santa Clara permite controlar el acceso a La Habana, y la toma del tren blindado del gobierno que pretendía fortificar la capital, decidieron la huida definitiva de Batista hacia Santo Domingo, dejando a cargo al General Eulogio Cantillo.
En un intento de diálogo entre el General y Castro, la intransigencia de éste último no permitió una salida democrática para la transición de poder, llamando a la euforia del pueblo para apoyar la toma de la ciudad por parte del Che Guevara y de Camilo Cienfuegos.
La toma definitiva del regimiento de Campo Columbia y la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña el 1 de enero de 1959 por parte de los cabecillas Revolucionarios, permitieron el acceso al Palacio Presidencial, no sin una crisis dentro de las fuerzas revolucionarias.
 
Triunfo de la Revolución Cubana. Fidel Castro y Celia Sánchez. EFE.

 

Ese mismo día, Fidel Castro hizo su entrada triunfal en Santiago de Cuba, declarándola capital provisional y proclamando a Manuel Urritia Lleó como presidente de la Nación, reconocido dudosamente por el gobierno de los Estados Unidos.
El gabinete del nuevo gobierno estuvo conformado por el Presidente Manuel Urrutia Lleó, el Primer Ministro José Miró Cardona, el ministro de economía Regino Boti, el ministro de hacienda Rufo López Fresquet, el ministro de relaciones exteriores Roberto Agramonte, entre otros, dejando el cargo de Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas a Fidel Castro.
Los juicios políticos y los fusilamientos, sobretodo de la mano del Che Guevara, fueron implacables, al punto de fundarse una Comisión Depuradora cuya gestión sangrienta pretendía erradicar cualquier vestigio de los gobiernos anteriores por la fuerza. Ejecuciones, desapariciones, torturas y la imposibilidad del ejercicio de la defensa justa, fueron los métodos que se diseminaron por toda la Isla.

Las discrepancias entre Urrutia y Castro por las medidas populistas que éste último pretendía implementar, llevaron a su renuncia y a la manipulación de las masas para la desestimación del presidente y su abdicación. La figura de Osvaldo Dorticós como nuevo presidente fue un parapeto que posteriormente otorgaría el poder a Fidel Castro, que fungía como Primer Ministro.

Tan sólo cuatro meses después de la victoria de la Revolución, Fidel Castro firmaría la prometida ley de reforma agraria, creando el INRA que ejecutaría el poder central del estado cubano, iniciando una medida de reemplazos de poderes públicos, estrechando los asientos del poder y reduciéndolos a uno sólo. Las expropiaciones, nacionalizaciones y la destrucción completa de la clase media, fueron los primeros movimientos que pretendían excusarse con la recuperación del “poder para el pueblo”.
Aún habiendo prometido las elecciones presidenciales luego de la derrota de Batista, Castro y los líderes del gobierno revolucionario desestimaron las elecciones por considerar que el país aún no se encontraba limpio de la corrupción y la influencia “imperialista” que había minado los gobiernos anteriores y que realizar unas elecciones podrían permitir que los intereses ajenos al pueblo permearan sobre la nueva empresa.
En un intento de disimular la autocracia del nuevo régimen, la Revolución cubana permitió el ejercicio de elecciones a partir del 30 de junio de 1974, pero cuyo escrutinio tan sólo tomaría en cuenta la decisión del Parlamento.
 

Un gobierno “Revolucionario”

El viraje inmediato del poder cubano hacia un modelo comunista autocrático no tardó en hacerse evidente entre sus filas, exhibiendo el descontento originario y la protesta incluso de la voz de Huber Matos y de Camilo Cienfuegos, quienes serían desplazados del movimiento y, en el caso de Cienfuegos, exterminados.

Desde un primer momento, la Revolución Cubana no limitó su área de influencia al territorio insular sino, por el contrario, inició una serie de movimientos políticos estratégicos para afianzar las alianzas con el resto del continente latinoamericano. La oposición fanática a la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, por ejemplo, conllevaría al apoyo de la Revolución a un alzamiento armado infructuoso, que también estaría auspiciado por el gobierno de Rómulo Betancourt en Venezuela.

Pero fueron las acciones diplomáticas a cargo de Fidel Castro, las que transformarían el ideal Revolucionario en un asunto de propaganda internacional.

Ya para el 16 de febrero de 1959, Castro había firmado como primer ministro de Cuba e inició inmediatamente una serie de viajes diplomáticos para establecer la posición del nuevo gobierno cubano en el escenario internacional. Tras designar a su hermano Raúl como su sucesor inmediato, Castro emprende su primer viaje a la capital venezolana para dar un discurso en el primer aniversario del derrocamiento del dictador Pérez Jiménez; fue posteriormente recibido en el congreso venezolano y visitó la Universidad Central de Venezuela en compañía del poeta de izquierda chileno Pablo Neruda. Tras una reunión con el presidente recién electo Rómulo Betancourt, decide viajar a Estados Unidos por primera vez, en una visita no oficial.

El 19 de Abril de 1959, Castro se reuniría por primera vez con el vicepresidente estadounidense Richard Nixon, ante la ausencia “indispuesta” de Eisenhower. Un mes después viaja a Buenos Aires para dar un discurso (modelo de desempeño político que se transformaría en su firma personal) frente al Consejo Económico de los 21 donde plantea por primera vez la creación de un mercado único latinoamericano.

 

 

Comandante en Jefe, Fidel Castro, en un discurso durante la década de los años 50. EFE.
 

A su regreso, decreta la primera Ley de Reforma Agraria el 17 de mayo, aquella una vez firmada en Sierra Maestra, donde dio luz verde a la confiscación de propiedades por toda la isla, siendo la primera propiedad confiscada la de su propia familia, en un gesto simbólico que, sin embargo, nunca se hizo realidad.

Castro dio inicio a una serie de movimientos culturales y sociales dentro de la isla que elevaron los espíritus de los más fieles a la Revolución y mermaron las incredulidades de aquellos que observaban desde la distancia. La fundación del Instituto Nacional de Reforma Agraria, la Imprenta Nacional de Cuba y el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (uno de los más importantes en Latinoamérica) fueron el inicio de una transformación radical en la sociedad cubana

Pero su involucramiento en asuntos exteriores no había pasado inadvertido, y en agosto de 1959 Rafael Trujillo, con el apoyo de los Estados Unidos, organizó la primera invasión a Cuba a través de la recién formada Legión Anticomunista del Caribe, que pretendía organizar grupos guerrilleros anticastristas en la Sierra del Escambray, entrenados por la CIA, y quienes fueron rápidamente aniquilados por las milicias campesinas organizadas por Castro.

 

Enemigos íntimos

Desde el apoyo de los Estados Unidos al gobierno de Batista hasta el primer intento de invasión desde República Dominicana, las relaciones entre ambos países (por no decir “las relaciones de Castro con el modelo Americano”) fueron de mal en peor hasta lograr involucrar la seguridad del mundo entero.

Tras las expropiaciones de la Reforma Agraria, los intereses norteamericanos afectados fueron considerados como ofensa personal por parte del Presidente Dwight Eisenhower, quien aprueba las medidas propuestas por el Departamento de Estado y la CIA para no sólo emprender acciones encubiertas contra cuba sino directamente establecer la “eliminación física de Castro”.

Con la visita del viceprimer ministro soviético Anastás Mikoyán y su dotación de cien millones de dólares al nuevo gobierno cubano, se dio inicio a una relación bilateral con la Unión Soviética que sería fundamental para la historia de la política internacional.

Tras varios intentos de sabotaje en la Isla, la demonización de los Estados Unidos fue definitiva y dio paso a la confiscación de las refinerías y el inicio del bloqueo económico de Cuba por parte del país norteamericano. La reunión de Fidel en el Hotel Theresa de Harlem con Nikita Jrushchov (Presidente Soviético), Gamal Abdel Nasser (Presidente Egipcio), Jawaharlal Nehru (Primer Ministro Indio) y Malxom X (dirigente negro), pondría sobre los titulares periodísticos la primera asociación definitiva del comunismo castrista.

Haciendo eco de las estrategias sociales de vigilancia soviética, Castro crearía los Comités de Defensa de la Revolución, cuya misión era la de detectar y denunciar a los “enemigos de la Revolución”, y que se transformaría en uno de los brazos de represión más importantes en la historia de la Cuba de mediados de siglo.

Finalmente, el 3 de enero de 1961, se rompen definitivamente las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba.

Durante ese mismo mes se inicia el mandato presidencial de John F. Kennedy en los Estados Unidos, heredando los planes de invasión de la administración Eisenhower, dando luz verde al bombardeo de las ciudades de Libertad, San Antonio de los Baños y Antonio Maceo.

 

Compotas por Mercenarios

Uno de los momentos clave en la historia de la Revolución Cubana, y que daría suficiente material a Castro para afianzar sus políticas internacionales de odio y rechazo a los Estados Unidos, fue la Invasión a Bahía de los Cochinos del 17 de abril de 1961 por parte de una brigada de latinoamericanos entrenados por la CIA en Nicaragua, que partieron desde Guatemala para invadir la isla de Cuba.
 
El Comandante Fidel Castro defiende Bahía de los Cochinos.
 
El fracaso de la ofensiva americana se redujo al apresamiento de 1197 combatientes por parte de Fidel Castro, quien los juzgaría y devolvería a Estados Unidos a cambio de una “indemnización en medicinas y alimentos”, conocido popularmente como “compotas por mercenarios”.
La aprobación de la Operación Mangosta por parte del Presidente Kennedy, generaría un despliegue de acciones económicas, de inteligencia y de sublevación interna que sólo alimentaría el fuego de la retórica castrista.
Finalmente, para 1962, Cuba se hallaba execrada de la Organización de las Naciones Unidas y embargada, comercial, económica y financieramente, por el gobierno de los Estados Unidos.
 

Un triángulo frágil

La única opción que le quedaba al gobierno Revolucionario era un pacto económico con la Unión Soviética y la asociación directa con ese axis de la Guerra Fría para salvaguardarse de las agresiones del país norteamericano y para adoptar algún tipo de protagonismo con el cual pudiera negociar.
Frente al desespero del gobierno estadounidense por tener el enemigo (comunista) en las puertas de su costa, la Unión Soviética vio el escenario perfecto para un movimiento estratégico de avance, que fue interpretado por Cuba como un auxilio irrevocablemente idealista.
Lo que sucedió posteriormente fue una amenaza a la integridad del globo entero cuando el bloque soviético decidió transformar a Cuba en una base para misiles nucleares tácticos, en caso de que fuese necesaria una represalia contra los Estados Unidos. Esta fue la versión oficial de la avanzada militar, pero lo que se escondía detrás de ello fue la necesidad de la Unión Soviética de obligar a los Estados Unidos a retirar el Misil balístico de alcance medio PGM-19 Júpiter, emplazados recientemente en Turquía.
 
Bases Soviéticas en San Cristóbal, Cuba, 1962. Foto del Departamento de Defensa de los Estados Unidos. EFE.
 
Al llegar a un acuerdo entre ambos polos de la Guerra Fría, el desmantelamiento de las bases cubanas y del armamento en Turquía, las demandas de Cuba detrás del apoyo soviético (el fin del bloqueo, fin de los ataques piratas, de la guerra sucia, de los planes subversivos y la recuperación de la Base Naval de Guantánamo) quedaron ridiculizadas, desatando la ira del comandante en jefe.
 

Un nuevo siglo

Con la caída del bloque soviético durante el ocaso de los años 80, tanto Cuba como su Revolución se vieron huérfanos en un mundo que detestaba (y temía) al fantasma del comunismo, que había perpetuado tanto odio y dolor durante casi la totalidad del siglo XX.
Las políticas de simpatía del gobierno norteamericano, así como la separación radical de las clases sociales en América Latina, dieron paso a la germinación tardía del sentimiento socialista en los países de América del Sur.
Fueron la imagen de Fidel y su Revolución los emblemas de Revoluciones catastróficas como la de Hugo Chávez, Cristina Fernández de Kirchner, Evo Morales y Lula Da Silva, quienes inclinaron la balanza hacia el sueño del Panamericanismo Socialista, una colmena de contradicciones históricas y ontológicas que tan sólo derivaron en hambre, violencia y corrupción.
Tras anclarse en la economía venezolana como subsidiaria y sustituta de la otrora Unión Soviética, el cuerpo de Fidel Castro empezó a ceder, dándole paso a su hermano Raúl como heredero de su Revolución, y desplazándose a una escena secundaria en la política nostálgica latinoamericana.
 
Encuentro en el 2015  entre el papa Francisco y el expresidente cubano Fidel Castro, retirado del poder en 2006, en La Habana (Cuba) después de que el pontífice oficiara una misa multitudinaria en la emblemática Plaza de la Revolución ante unas 200.000 personas. EFE
 
Castro despidió su vida de única manera en que sabría hacerlo: con histrionismo. Aún con su desgaste físico, permitió la entrada de un presidente norteamericano al país después de tantos años de enemistades, pero no se reunió con él. Tras aquella declaración de la caducidad del modelo cubano en 2010, Castro pareciera haberse retirado a su patio trasero a ver cómo sus decisiones se habían vuelto arena en sus manos.
 
Fotografía del 26 de noviembre de 2016, de cientos de personas que celebran tras el fallecimiento del líder de la revolución cubana Fidel Castro, en Little Havana en Miami (EE.UU.). La calle Ocho de la Pequeña Habana vivió un día entero de fiesta después de conocerse la muerte de Fidel Castro, con la música de altavoces y bongós a pleno volumen y los presentes dispuestos a estar allí “hasta el amanecer”. EFE