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"La Mañana Siguiente". Foto: Associated Press/Craig Ruttle
"La Mañana Siguiente". Foto: Associated Press/Craig Ruttle

Un año difícil para Estados Unidos

2017 será recordado como el año en el que el “modelo democrático a seguir” mostró sus costuras.

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Parece que fue hace años cuando una pequeña multitud celebraba la llegada a la Casa Blanca del personaje menos pensado.

En un país donde la elección del presidente recae en el Colegio Electoral, los resultados de las elecciones de noviembre de 2016  fueron distintos al del voto popular. Aún así, Donald Trump, el magnate inmobiliario, celebró su victoria sin asomos de humildad.

Tras una campaña racista, prejuiciosa y populista, uno de los hombres más ricos de la nación – y con menos experiencia en política – se hizo con las riendas de una de las potencias más poderosas del mundo.

Así pues, con una mayoría republicana en los órganos legislativos, sus primeros meses se anticipaban como una maquinaria de reforma económica y social que barrería las bases sentadas por sus predecesores. Pero fue necesaria la destrucción de la voluntad republicana para lograr que una coalición de partidarios ciegos finalmente empezara a cumplir las promesas de campaña.

Modelos piloto para la construcción del muro, un aumento considerable en la fuerza de deportación de inmigrantes indocumentados y la aprobación de una poderosa reforma fiscal han sido tan sólo muestras de lo que el ex anfitrión de The Apprentice pretende hacer con el país.

Martin Luther King solía decir que “una nación que sigue, año tras año, gastando más dinero en defensa militar que en programas de desarrollo social, se aproxima a la catástrofe espiritual”; y eso es, precisamente, lo que está haciendo la Administración Trump.

Desde su proyecto presupuestal hasta su reforma fiscal, todo indica que los recortes económicos serán una realidad para los programas de salud y de asistencia pública, en miras de afianzar las garras de la clase alta, minoritaria en el país: una clase representada por el hombre blanco, no hispano, que también responde al típico integrante del gabinete presidencial.

Por si fuera poco, mientras en casa el ciudadano pobre se queda cada vez más desplazado, en el exterior el país se encuentra cada vez más aislado debido a las políticas internacionales divisionistas, testarudas e inoportunas del presidente Trump, que han exacerbado conflictos con Corea del Norte, con los países musulmanes y con organizaciones de cooperación internacional que han dependido durante décadas de la mano (y el bolsillo) estadounidense.

Para sumar males, una investigación por colusión se asoma a los jardines de la Casa Blanca, haciendo de Donald Trump y su administración el gobierno más convulso en los últimos años: por primera vez, se rumorea la posibilidad de que un individuo haya utilizado la fuerza del antagonista histórico para hacerse con la Sala Oval.

Pero no todo ha sido malo a lo largo del 2017.

Contra todo pronóstico, la paradoja de un líder populista impopular ha destapado los fenómenos sociales y culturales más poderosos, desde la lucha por los derechos civiles. Es por ello que, desde la Marcha de las Mujeres hasta el #MeToo, este año será recordado como el año de la Resistencia.

Resistencia al odio, a la división, al acoso, a la misoginia, a la discriminación y a la intolerancia. Eventos como el de Charlottesville y el efecto Harvey Weinstein han cambiado para siempre la manera de hacer las cosas en Estados Unidos, donde por muchos años la corrección política ha sido un estandarte para los abusos por debajo de la mesa y no una excusa para hacer política, como ha denunciado varias veces el presidente.

Lo más impresionante ha sido la voz que clama “no me representa”, y que ha volteado la mesa política incluso en zonas tan férreas como Alabama, en un gesto que, si bien muchos consideran como “voto castigo” contra el presidente, es también una manera de demostrar que las minorías están cansadas de ser tan sólo un número en los resultados electorales.

El reto del año que viene no es sencillo.

En el 2018 un partido Republicano colapsado podría ser la plataforma de despegue para un contrincante demócrata que tiene años disparando dardos sin demasiada puntería, pero si no se presta cuidadosa atención a lo que ha sucedido durante los últimos 12 meses, de nada habrá servido resistir tanto.