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Residencia a víctima de violencia doméstica

Se acogió a la ley de Violencia Contra las Mujeres (VAWA)  aprobada en 1994.

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Más de cinco años de soportar amenazas, ofensas verbales, golpes y hasta un ataque con un cuchillo se vieron recompensados esta semana para una madre de dos hijas al recibir su tarjeta de residente legal obtenida a través de una solicitud como víctima de violencia doméstica.

Luz María Ruiz conoció a su ex esposo y padre de sus hijas, Julie de 16 años y Daniela de 12, recién llegada a Los Ángeles, proveniente de México.

"En los seis meses de nuestra relación inicial, él era todo un caballero. Amable, cortés, educado y encantador", contó a Efe Ruiz al referirse al tiempo de noviazgo.

"Luego, después de dos o tres meses de casados, comenzó a cambiar. Empezó a tomar y cuando llegaba con tragos era agresivo conmigo", señaló.

Según explica esta víctima de abusos domésticos, que hoy coordina el Grupo de Mujeres Unidas contra la Violencia Doméstica del Valle de San Fernando, la situación se fue agravando pasando de celos injustificados y críticas a hechos que pusieron su vida en peligro.

"Cuando quedé embarazada pensé que la situación cambiaría, pero él tomaba cada vez más. Luego nació nuestra primera niña y -como mujer- una piensa 'ahora sí va a cambiar', pero no; se tranquilizó por un par de meses pero volvió a empezar", cuenta Ruiz.

"Siguió el abuso verbal y un día cuando la niña tenía cerca de ocho meses llegó de noche muy tomado y por cualquier discusión me agredió a golpes brutalmente y me tiró al suelo. Tuve miedo y esperé a que se durmiera para llamar a la policía. Estuvo arrestado un mes".

A pesar de que su esposo fue a la cárcel y recibió terapia para control de la ira, la situación siguió agravándose hasta llegar a poner en riesgo su vida, explica la nueva residente legal.

El punto más crítico sucedió una noche en que el marido nuevamente estaba ebrio y -cuando ella por primera vez le contestó sus insultos- él le lanzó un cuchillo.

"Si no pongo una silla para defenderme, calculo que se me hubiera clavado a la altura del pecho", recuerda Ruiz. Seguidamente, la llevó a un rincón del apartamento diciéndole que la iba a matar y causándole varios cortes en las piernas y en una mano.

"Me salvó que mi hija mayor -en ese tiempo de 3 años y medio- se despertó y salió a ver qué pasaba".

Después de ese ataque, en el que Luz María supo que su vida realmente estaba en peligro, logró que se estableciera una orden de restricción contra el ofensor.

Posteriormente cuando el padre de Julie y Daniela regresaba de un viaje a Tijuana, al entrar a Estados Unidos lo detuvieron por portar un arma sin autorización. "Estuvo en la cárcel federal durante tres años, que fueron una dulzura para mí", recuerda la líder comunitaria.

Durante su estancia en la cárcel, Luz María llevaba a sus niñas para que visitaran a su padre. "Yo siempre les he dicho la verdad y no les he ocultado nada. Eso las ha hecho muy seguras de sí mismas", afirma Ruiz.

"Es raro", comenta. "Él es un 'buen' padre. Quiere a las niñas y les dedicaba tiempo. Jugaba con ellas, las llevaba al parque. Nunca las golpeó".

Al salir de la cárcel fue deportado a México pero regresó al país ilegalmente.

"Un día se presentó en mi casa como si nada. Entró y me rogó que lo dejara quedarse esa noche, que no tenía a dónde ir. Al final, accedí a que durmiera en el sofá sólo por esa noche. Pero al día siguiente, cuando regresé de trabajar, no se había ido".

Presintiendo que algo grave pudiera ocurrir y temiendo por su vida, Luz María decidió irse con las niñas ese mismo día a casa de la persona que las cuidaba.

Estuvo un mes viviendo así, fuera de su propia casa y amenazada. "Me decía que esa era su casa y que yo no tenía ningún derecho. Que yo era una ilegal".

Tras varios intentos, alegando que su vida corría peligro, logró obtener nuevamente una orden de alejamiento y pudo volver a su departamento.

El acusado regresó a México donde se encuentra ahora encarcelado por delitos violentos.

"Pasé altos y bajos", recuerda sobre esa época. Pero un día supo de la existencia de un foro para mujeres abusadas organizado por la Hermandad Mexicana en Panorama City, noroeste de Los Angeles, y preparó todos sus documentos para asistir.

Cuando Gloria Saucedo, directora de la organización revisó la documentación, le dijo que calificaba y la ayudó a presentar la solicitud a través de la ley Acta de Violencia Contra las Mujeres (VAWA, en inglés), aprobada por el Congreso en 1994.

"Al mes recibí mi primer permiso de trabajo", recuerda Ruiz, aunque el proceso de la legalización demoró mucho más de lo esperado."Me habían dicho que duraba alrededor de 4 años pero se tomó casi 8", recuerda.

Finalmente, el pasado diciembre recibió una cita para presentarse ante el Departamento de Inmigración. La entrevista se realizó el 13 de enero y recibió su "green card" el 26 de enero.

Por ello, Luz María anima a muchas mujeres a que presenten sus casos de violencia doméstica documentados y apliquen por una visa. "No podemos seguir calladas. La violencia no se soluciona con aguantar. Hay otros recursos".