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Carlos África participando en un programa de MOVE el año pasado. Linn Washington Jr.
Carlos África participando en un programa de MOVE el año pasado. Linn Washington Jr.

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La mayor parte de las definiciones de MOVE incluyen la frase “organización negra radical”, como si esas palabras formaran parte del nombre oficial de MOVE.

El uso de esta frase para definir a MOVE no tiene en cuenta la opinión de un puertorriqueño llamado Carlos África.

Miembro de MOVE desde mediados de los 70, Carlos se unió a este grupo activista del oeste de Filadelfia a los pocos años de su fundación. Igual que el resto de miembros de MOVE –negros, blancos o morenos– Carlos cambió su apellido original Pérez por África, en honor al fundador, John África.

“Al principio había varios hombres latinos en MOVE, pero se marcharon porque la agresión policial contra ellos era peor que la que sufrían los miembros negros”, explicó Carlos en una entrevista la semana pasada.

El carácter interracial de MOVE, inspirado en la igualdad racial que defendía su fundador, fue lo que más atrajo a Carlos, que cuando se unió a MOVE era apenas un quinceañero.    

“Nunca experimenté una igualdad de trato similar fuera de MOVE”,  explicó Carlos, recordando sus primeros años en el vecindario de Northern Liberties, en Filadelfia, donde se topó con el racismo de sus vecinos blancos y con la brutalidad policial. “Nunca pensé que los agentes podían ser tan despiadados. No importaba si eran blancos o negros, solo sabían golpear”.

La lucha contra la injusticia que promovía MOVE fue otro elemento de atracción para unirse al grupo, según dijo Carlos, que conoció a los primeros miembros del movimiento mientras cumplía condena en una cárcel de Filadelfia por un crimen que no cometió.

“Cuando me condenaron, me quedé devastado, porque yo no había hecho nada. En la cárcel, miembros de MOVE se acercaron a mí para pedirme ayuda con la pronunciación de unas palabras en español. Empezamos a conversar sobre sus creencias. Las enseñanzas de su fundador me marcaron”.  

Si la filosofía de MOVE dejó un profundo impacto mental en Carlos, su decisión de unirse al grupo todavía tuvo efectos más extraordinarios. La depresión y la epilepsia que sufría desaparecieron.

“Tengo 60 años y desde que me uní a MOVE no he vuelto a sufrir otro ataque epiléptico. En cambio, cuando era joven tuve que ser hospitalizado varias veces”.  

La brutalidad policial y otras injusticias del sistema que sufrió Carlos cuando era un adolescente se multiplicaron después de hacerse miembro de MOVE, incluyendo palizas policiales y más tiempo en prisión.

Poco después de su puesta en libertad, en la primavera de 1977, Carlos participó en el amargo enfrentamiento que estalló entre MOVE y la Policía cuando los activistas decidieron confrontar la brutalidad de los agentes.  

El enfrentamiento de 1977 fue el desencadenante del tiroteo de agosto de 1978, que acabó con un policía muerto.

Carlos quedó atrapado en el incidente del 78, ya que los funcionarios de la ciudad interpusieron ilegalmente órdenes de arresto contra él y algunos otros miembros de MOVE, a pesar de que no habían violado los términos del acuerdo que puso fin al enfrentamiento de 1977.

El tiroteo de 1978 condujo al horrible bombardeo policial de mayo de 1985, que acabó con la muerte de 11 miembros deÁMOVE (incluyendo cinco niños) y la destrucción de 61 viviendas.

El estado de Pensilvania concedió a Carlos la libertad condicional por su condena derivada del enfrentamiento de 1977 y, sorprendentemente, no le exigió que renunciara a todo contacto con MOVE.

Habitualmente, las autoridades requieren que los miembros de MOVE renuncien a la membresía para recibir la libertad condicional.

Este requerimiento, que viola el derecho protegido en la Primera Enmienda, ha bloqueado la libertad condicional de los miembros de MOVE condenados por ese tiroteo en 1978, lo que hace aún más injusta la persecución a MOVE.

“Seguiremos presionando al gobierno”, dijo Carlos.

 

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