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Peruvian Foreign Minister Cayetana Aljovín received the Secretary of State of the United States, Rex Tillerson, during a press conference in Lima (Peru). Tillerson and Aljovín held a joint meeting in the Foreign Ministry to address issues of bilateral relations and the upcoming Summit of the Americas, which will take place on April 13 and 14 in the Peruvian capital. EFE
La canciller de Perú, Cayetana Aljovín, recibió al secretario de Estado de los Estados Unidos, Rex Tillerson, durante una conferencia de prensa, en Lima (Perú). Tillerson y Aljovín sostuvieron una reunión conjunta en la Cancillería para abordar temas de…

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Nadie lo hizo y de eso fue de lo que habló Tillerson en la Universidad de Texas, en Austin, el 1 de febrero, el día antes de partir hacia México, primera parada de un viaje que lo llevaría también a Argentina, Perú, Colombia y Jamaica. El propósito, supuestamente, era discutir sobre inmigración, comercio y energía en un momento en que EE. UU. ha perdido mucho de su brillo gracias a la política “América Primero” de Donald Trump, así como sus mentiras e insultos racistas a México y otros países, y su despiadada persecución de los inmigrantes.

 Pero el secretario tenía otro asunto más en su agenda y decidió visitar únicamente países amistosos hacia Washington, buscando apoyo para endurecer las sanciones a Venezuela y hasta alentar un golpe de estado.

Tillerson quedó al descubierto como una nueva reencarnación del infame “Americano Feo” tan profundamente despreciado por nuestros vecinos del Sur. Sin haber siquiera puesto un pie al sur de la frontera, su “viaje de buena voluntad” ya olía sospechosamente a imperialismo.

 “Ha sido un éxito”, afirmó Tillerson el jueves sobre la Doctrina Monroe, considerada en el resto de las Américas como una más de las muchas estratagemas imperialistas. “Creo que es tan relevante hoy como en el día en que se escribió”, añadió no muy diplomáticamente, contradiciendo a John Kerry, secretario de estado bajo Obama, que en 2013 había afirmado que “la era de la Doctrina Monroe se acabó”. 

Pero hay más. Hablando sobre Venezuela, la cara de amargura de Tillerson parecía alentar a las fuerzas armadas a darle un golpe de estado a Maduro aunque este, gústele a quien le guste, fue elegido democráticamente.

En el pasado, “cuando las cosas están tan malas que el liderazgo militar se da cuenta de que ya no pueden servir más a los ciudadanos, ellos organizan una transición pacífica”, afirmó Tillerson, demostrando así ser tan ignorante como su jefe.

¿Pacífica, Mr. Tillerson, pacífica cómo? ¿Como en Chile en 1973 cuando el presidente Salvador Allende, democráticamente electo, fue muerto en un ataque dirigido por el general Augusto Pinochet que se erigió en dictador durante 15 años y asesinó a miles de chilenos? ¿O como Fulgencio Batista en Cuba que derrocó al presidente Carlos Prío en 1952 y se entronizó en el poder asesinando y torturando a miles de cubanos hasta 1959, cuando Fidel Castro y la Revolución lo hicieron huir del país? ¿O tal vez como Marcos Pérez Jiménez, el dictador asesino, corrupto y brutal que gobernó Venezuela –sí, Venezuela—entre 1922 y 1958? Ni qué hablar de Argentina, Nicaragua, etc. Estos, Mr. Tillerson, son solo unos cuantos ejemplos de los muchos regímenes criminales e ilegítimos que gozaron en algún momento del apoyo y la bendición de Washington. No muy diplomático que digamos.

Tillerson, no faltaba más, también se refirió a Cuba, cuyo pueblo, desde que Trump llegó a la Casa Blanca, ha venido sufriendo a causa del regreso de la hostil política de Guerra Fría que Obama trató de dejar atrás. 

 El gobierno cubano “es indiferente a su pueblo”, dijo el antiguo presidente de Exxon Mobil. Palabras que no sonaron muy convincentes proviniendo de alguien que representa un régimen que, entre otras cosas, ha despojado a millones de persona de seguro médico y que con su política racista ha convertido el país en un cruel estado policial que persigue, encarcela y deporta a cientos de miles de inmigrantes honestos y a sus familias.

Sin embargo, fue el mismo Trump quien el viernes dejó en claro la verdadera actitud de su gobierno hacia Latinoamérica. Mientras Tillerson intentaba de alguna manera calmar los sentimientos heridos del canciller mexicano y la canadiense, Trump se encontraba en Virginia hablando sobre inmigración y tráfico de drogas con agentes fronterizos y aduanales – y arrancando el barniz con que Tillerson trataba de embellecer un poco la realidad.

 “¿Y qué son México y Colombia y esos otros países — ¿qué están haciendo al respecto? Nada”, afirmó Trump. “Esos países no son amigos nuestros. Quiero detener la ayuda si no pueden hacer que las drogas sigan entrando”.

Siento decepcionar al señor presidente, pero mientras EE. UU. sea el país con mayor apetito en el mundo por la cocaína y otras drogas, estas continuarán llegando. ¿Qué tal si toma medidas para reducir la demanda en lugar de culpar a otros por lo que es realmente una emergencia devastadora?

Desafortunadamente la mentalidad del Americano Feo está de vuelta. ¿Qué otra cosa podía esperarse de Donald Trump?