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El histórico anuncio de la normalización de relaciones entre Cuba y EE.UU. tras casi seis décadas de enemistad cumple hoy tres años con un panorama poco esperanzador ante la hostilidad del presidente estadounidense, Donald Trump, que Rusia ha aprovechado para volver con ímpetu a la isla. EFE
El histórico anuncio de la normalización de relaciones entre Cuba y EE.UU. tras casi seis décadas de enemistad cumple hoy tres años con un panorama poco esperanzador ante la hostilidad del presidente estadounidense, Donald Trump, que Rusia ha aprovechado…

[OP-ED]: Cuba–EE.UU.: Trump revive el cadáver de la Guerra Fría

“Este fue el mejor regalo de Navidad para mí, para cientos de miles de cubanoamericanos y para los 11 millones de cubanos en la isla.

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Estoy hablando del histórico anuncio hecho por el presidente Obama de un cambio profundo y radical en las relaciones entre Cuba y EE.UU. después de más de 50 años de irracionalidad y hostilidad; algo que llegué a creer no viviría lo suficiente para ver.

Pero, inesperadamente, sucedió”.

Esos fueron los primeros párrafos de una columna que escribí tres años atrás y que el New York Daily News publicó el 17 de diciembre de 2014, el día en que Obama y el presidente de Cuba,  Raúl Castro, hicieran historia al dar un atrevido paso hacia la paz y la reconciliación entre sus dos naciones.

 “Hoy, Estados Unidos de América está cambiando su relación con el pueblo de Cuba”, afirmó Obama en aquel momento en un comunicado lleno de pragmatismo y buena voluntad. “En el cambio más significativo de nuestra política en más de 50 años, terminaremos con el enfoque obsoleto que, durante décadas, ha fracasado en avanzar nuestros intereses, y en su lugar comenzaremos a normalizar la relaciones entre nuestros dos países. Por medio de estos cambios, nos proponemos crear más oportunidades para el pueblo americano y para el cubano, y comenzar un nuevo capítulo entre las naciones de las Américas”.

 “Una noticia increíble que he estado esperando toda mi vida”, señaló entonces Ralph Ortega, un antiguo reportero del Daily News, expresando los sentimientos de cientos de miles de cubanoamericanos.

 “Es uno de los momentos más emocionantes que hemos vivido”, manifestó Milena Recio, una periodista de La Habana.

Sin duda, fue un hito histórico increíble y emocionante. Se reabrieron las embajadas, se suavizaron las restricciones de viajes y Obama se convirtió en el primer presidente norteamericano en funciones que visitaba Cuba en 88 años. 

“Por fin hay un presidente con sentido común en Washington,” expresó Vicente Dopico, un pintor cubanoamericano residente en Miami.

Entonces, como un payaso malvado que inesperadamente saltara de una caja de resorte, Donald Trump apareció en Washington; y todo cambió.

 El 16 de junio en Miami, en el teatro Manuel Artime de la Pequeña Habana, durante una reunión vergonzosa con los peores elementos de la comunidad cubanoamericana y un grupito de aduladores “disidentes” que viajaron desde Cuba, Trump hizo pública su intención de regresar al pasado.

 “Estoy cancelando el trato completamente unilateral de la administración anterior con Cuba,” afirmó mientras cientos de manifestantes a favor y en contra se enfrentaban en la calle frente al teatro. 

Con esas palabras Trump desenterró una política muerta de guerra fría y la convirtió en una especie de zombi para complacer a los Marco Rubios, Ileana Ros-Lehtinens y otros que, como ellos, afirman hipócritamente que les preocupa el bienestar de los cubanos. 

En el tercer aniversario del anuncio de nuevas relaciones con Cuba, Trump dijo esperar que “se normalicen” las relaciones con Cuba, pero advirtió que “las autoridades cubanas no hacen lo correcto, y cuando ellos no hacen lo debido, nosotros tampoco”.

“Debemos ser fuertes con Cuba. El pueblo cubano es un pueblo increíble. Ellos me apoyan fuertemente. Y vamos a encaminar a Cuba”, dijo Trump.

Únicamente alguien como Trump, con un sentido de la realidad retorcido por un ego gigantesco, puede pensar que el pueblo de Cuba lo apoya en ninguna medida. O quizás esté tan confundido que absurdamente crea que el lamentable grupito de focas amaestradas que aplaudió en Miami su despreciable anuncio era “el pueblo de Cuba”. 

Habría que preguntarse qué quiere decir con “hacer lo correcto” el presidente Trump, quien en medio del caos que ha creado, se las ha ingeniado para convertir EE. UU. en un paraíso para los ricos y un verdadero infierno para las mujeres, los pobres, los negros y los inmigrantes, a la vez que destruye el prestigio internacional de su propio país.

Lo demás es ya bien conocido. Supuestos ataques sónicos salidos de la ciencia-ficción, expulsión de diplomáticos, endurecimiento de las restricciones de viaje, una retórica digna de cualquier guapo de barrio etc.

 A tres años de que el presidente Obama anunciara una política diferente y racional hacia Cuba, el ocupante de la Casa Blanca ha traído de vuelta la irracionalidad y la mala fe que habían sido sepultadas el 17 de diciembre de 2014.

Lo que pudo haber sido “la victoria de todos y la derrota de ninguno por la paz y las buenas relaciones”, en las palabras del profesor cubanoamericano Arturo López Levy, ya no existe.

De Trump siempre hay que esperar lo peor.