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Partidarios del demócrata Doug Jones celebran la primera proyección de resultados a su favor en la elección especial del Senado de Alabama durante su reunión nocturna de la noche del martes en Birmingham. Justin Sullivan / Getty Images
Partidarios del demócrata Doug Jones celebran la primera proyección de resultados a su favor en la elección especial del Senado de Alabama durante su reunión nocturna de la noche del martes en Birmingham. Justin Sullivan / Getty Images

La derrota de Moore: una venganza histórica

Cuando el país más necesitaba una voz de protesta, Alabama se hizo sentir, dándole el poder de decisión a las mujeres de color por primera vez.

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Los titulares nacionales amanecieron este jueves con una aseveración que se repite en todos los confines del planeta: el voto de la mujer negra salvó a Alabama (y al país entero).

Las encuestas en las puertas de los puestos de votación así lo demostraron, al reportar un 92% del voto femenino de color a favor del candidato demócrata Doug Jones, siendo este el estrato más significativo en todas las encuestas.

Y no es de extrañar, considerando que desde el siglo XIX, la mujer afroamericana no ha sido tan sólo la población más afectada por las políticas nacionales, sino también la voz más audible en la lucha por sus derechos.

Medios internacionales como The Guardian recuerdan a figuras emblemáticas de la lucha por los derechos civiles como Sojourner Truth (abolicionista nacida en esclavitud), Ida B Wells-Barnett (académica y primera líder del Movimiento por los Derechos Civiles) y Mary McLeod Bethune (educadora y fundadora de la primera escuela privada para estudiantes afroamericanos), nombres que esta escritora admite con pesar no conocer, como seguramente le sucede a la gran mayoría en el país.

Esta omisión histórica, conjugada con el movimiento nacional de empoderamiento femenino que ha revolucionado el statu quo del patriarcado americano (si, hablamos de nuevo del #MeToo, y seguiremos hablando de ello mientras sea necesario), gestó el cambio definitivo para un estado como Alabama, territorio al que muchos condenaban a un anclaje histórico retardatario, como si de una dimensión paralela se tratara.

Y no es tan sólo de un asunto de género, pues el 63% de las mujeres blancas votaron por Roy Moore, el candidato republicano acusado de pedofilia y cuya campaña extremista ha anulado durante años a la comunidad de color, y ha aupado por el enraizamiento de los peores fantasmas históricos de la nación.

“No existe un estado en Estados Unidos donde la gente negra reconozca los horrores de echar el tiempo atrás más que en el estado de Alabama”, dijo Bryan Stevenson, fundador de la Equal Justice Initiative al New York Times. “Existe una conciencia sobre esta historia en la comunidad afroamericana”.

Considerando que la tasa de pobreza más alta del país se encuentra precisamente en la comunidad de color (según datos del Pew Research Center), no es de extrañar que ante las amenazas del gobierno de Trump de recortar los programas de ayuda social, esta comunidad se abalanzara a cambiar el rumbo de las cosas.

De igual manera, y considerando especialmente las actitudes del presidente hacia eventos evidentemente racistas como el de Charlottesville, la comunidad afroamericana en Alabama dijo “basta” ante el resurgir del racismo legitimado por los discursos políticos.

A este barco revolucionario se sumó el partido demócrata, otorgando millones de dólares a las campañas comunitarias de concientización y al programa mediático de Jones. Pero la mujer afroamericana no impulsó el viento de cambio para seguir estando relegada a ser tropas de apoyo cuando se necesiten. La activista Bree Newsome escribió en Twitter: “esta narrativa sobre los votos negros ‘salvando’ a Alabama implicarían que la mayoría de los votantes blancos – que son la mayoría en el estado – querían ser ‘salvados’ de Moore. No es así. Los afroamericanos (votaron) para protegerse a sí mismos”.

Es este el momento entonces no sólo de reconocer la misoginia y el racismo imperantes en la sociedad estadounidense, sino también de identificar que las otrora llamadas “minorías” son quienes tienen en sus manos el destino de toda la nación.