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 Simpatizantes del aspirante republicano Donald Trump, durante la primera jornada de la Convención Republicana, que se está llevando a cabo en Ohio, esta semana. EFE

Ohio, el estado 'barómetro' de las elecciones desde hace un siglo

La Convención Republicana se celebra en Ohio, un estado industrial del Medio Oeste convertido en barómetro electoral desde hace más de un siglo: quien ganó…

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La Convención Republicana se celebra en Ohio, un estado industrial del Medio Oeste convertido en barómetro electoral desde hace más de un siglo: quien ganó allí fue presidente en 28 de los últimos 30 comicios y ningún conservador llegó a la Casa Blanca sin hacerse con sus 18 votos electorales.

El viejo dicho popular “As Ohio goes, so goes the nation” (“Como va Ohio, va la nación”) ha demostrado ser cierto los últimos 116 años, en los que sus resultados solo se han desviado en tres ocasiones más de cinco puntos de la media nacional.

El mito de Ohio se sustenta en la estadística: tiene el mejor historial de los 50 estados en el voto por el candidato ganador, sus resultados siempre son muy parecidos a la media nacional y ha dado votos electorales (que se asignan en función de la población) decisivos al ganador más veces que ningún otro estado competitivo.

Por eso cada cuatro años la nación entera mira a su “bellwether” Ohio, un término que puede traducirse como “barómetro” pero también como “carnero que guía al rebaño”.

La pregunta inmediata es por qué un estado que ‘a priori’ puede parecer no tener nada de especial es un referente en la política estadounidense desde hace más de un siglo.

Historiadores y politólogos coinciden en que se debe a su diversidad. Desde su formación, incluso antes de constituirse como estado en 1803, ha sido hogar de inmigrantes de todo el país y ha acogido diferentes culturas políticas sin llegar a ser dominado por ninguna.

A Ohio muchos lo consideran “el primer estado verdaderamente estadounidense” porque se formó con grupos de las Trece Colonias británicas, un origen del que heredó una diversidad regional y cultural que aún conserva: ninguna ciudad, zona o industria domina sobre las otras.

Todos los grandes cambios sociales que ha experimentado la nación también se han vivido en Ohio: la urbanización, la llegada de inmigración europea o el crecimiento de la población afroamericana procedente del sur del país.

Orgullosos de este legado, en los carteles turísticos de los años ochenta y noventa del siglo XX el eslogan era “Ohio, the heart of it all” (“Ohio, el corazón de todo”).

Kyle Kondik, en su libro “The Bellwether. Why Ohio Picks the President” (“El barómetro. Por qué Ohio elige al presidente”), define a Ohio como un mercado muy codiciado donde los políticos, pero también las empresas, van a probar sus productos porque su demografía representa a la de la nación.

“Si el producto no se vende en Ohio, difícilmente se venderá en el resto del país”, apunta.

Ohio es tradicionalmente más republicano que la nación en su conjunto, pero su voto para los dos partidos no se ha desviado más de tres puntos de la media nacional en ningunas elecciones desde que terminó la Segunda Guerra Mundial (1945).

El área más favorable al partido demócrata es el condado de Cuyahoga, donde está Cleveland, y zonas aledañas como el condado de Summit, donde está Akron (ciudad natal de la estrella del baloncesto y héroe local LeBron James).

Esa zona aporta alrededor de un 30 por ciento de todos los votos para los demócratas en un estado que el actual presidente, Barack Obama, ganó dos veces seguidas porque obtuvo muy buenos resultados en Columbus, capital y la ciudad más grande, con unos 780.000 habitantes.

Ohio tiene un porcentaje de población afroamericana muy similar a la del país en su conjunto (12,6  por ciento frente al 13,2 por ciento, según el Censo), por lo que la movilización y al apoyo del electorado afroamericano es fundamental para que un candidato demócrata gane en el estado.

Los republicanos, que nunca han llegado a la Casa Blanca sin ganar en Ohio, tienen su nicho de votos en el sur del estado, en las áreas rurales y en los condados de la región de los Apalaches, donde el aspirante presidencial republicano, Donald Trump, arrasó en las primarias gracias al entusiasmo que su campaña ha despertado entre el votante blanco de clase trabajadora.

Ohio se ha demostrado un barómetro para las presidenciales pero no para el proceso de primarias, de manera que los expertos no creen que el haber perdido esa votación frente al gobernador, John Kasich, sea indicativo de si el magnate puede o no llevarse los 18 votos electorales de este estado clave el 8 de noviembre.

Sobre si Ohio seguirá siendo el “bellwether” de la nación, hay opiniones contradictorias. En contra tiene que su población latina y asiática no crece al ritmo que crece la del resto del país, con porcentajes del 3,5 por ciento frente al 17,4 por ciento en el primer caso y del 2 por ciento frente al 5,4 por ciento en el segundo.

A su favor tiene el haber ido mejorando con los años: en las últimas 15 elecciones se ha acercado más a la media nacional que en las 15 anteriores. Y también que en una nación cada vez más polarizada los pocos estados que, como Ohio, están al alcance de ambos partidos cobran cada vez más valor.

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