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Colombianos reaccionan tras escuchar los resultados del plebiscito el domingo 2 de octubre de 2016, en Bogotá (Colombia). EFE  
Colombianos reaccionan tras escuchar los resultados del plebiscito el domingo 2 de octubre de 2016, en Bogotá (Colombia). EFE  

Colombia busca una paz “a tres bandas”

El pasado domingo 2 de octubre los colombianos celebraron un plebiscito para refrendar el acuerdo de paz con la guerrilla de las FARC. El No ganó la jornada.

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El pasado domingo 2 de octubre los colombianos celebraron un plebiscito para refrendar el acuerdo de paz con la guerrilla de las FARC. El No ganó la jornada.

Con 6.431.376 votos, y un estrecho margen de 53.894, el No se impuso en el plebiscito por la paz celebrado en Colombia el pasado fin de semana; una jornada en la que los colombianos estaban llamados a tomar una de las decisiones más trascendentales de su historia: refrendar en plebiscito el Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera al que llegaron el Gobierno del presidente Juan Manuel Santos y la guerrilla de las FARC luego de cuatro años de negociación en La Habana y 52 de guerra en los campos de Colombia.

Aunque el entusiasmo que se percibía entre quienes impulsaban la opción del Sí hacía pensar que la gran mayoría del país aceptaría lo acordado, lo cierto es que al final de la jornada celebraron aquellos que se opusieron desde el principio al proceso para terminar el único conflicto armado vigente del hemisferio occidental. 

Mientras el plebiscito buscaba blindar con legitimidad lo pactado con las FARC, en la jornada se impusieron dos realidades que jugaron en contra de lo que esperaba el Gobierno: por un lado, el país acudió profundamente polarizado a un debate en torno a la paz, y por el otro, el proceso no logró emocionar tanto como se pensaba.

¿Quiénes decidieron la jornada?

En primer lugar, el descalabro para la paz se dio en los números. Pese a que se preveía una manifestación importante de los promotores del No, en las cuentas del gobierno no estaba el bajo nivel de apoyo ni de abstención; al contrario, indicaban que al menos 14 millones de colombianos terminarían legitimando el texto del acuerdo final. 

No se sabe de dónde salieron esas cuentas, si del generalizado apoyo de las víctimas del conflicto -que suman más de ocho millones de personas-, o si de las innumerables encuestas que fotografiaron la evolución de la opinión pública durante los últimos cuatro años y que especialmente en el último tramo aseguraban que hasta el 70 por ciento de los colombianos apoyaban la paz de Santos y alias Timochenko.

Pero quizá el mejor punto de partida para entender el descalabro está en 2014, cuando Juan Manuel Santos fue elegido para su segundo mandato tras una intensa campaña montado sobre la promesa de lograr la paz con la guerrilla. En esa ocasión, el presidente ganó en segunda vuelta con poco más de 7,8 millones de votos mientras que su rival, el uribista “purasangre” Óscar Iván Zuluaga, alcanzó 6,9 millones de electores.

Aunque en julio la Corte Constitucional de Colombia le dio luz verde al plebiscito como mecanismo de refrendación con estricta prohibición de que en la campaña por el Sí o por el No se promovieran intereses partidarios o políticos, lo cierto es que la jornada estaba precedida por las elecciones presidenciales de 2014. 

La reelección del presidente Santos hizo suponer que al menos la misma cantidad de colombianos refrendarían el acuerdo porque hace dos años votaron por esa promesa. Sin embargo el domingo un millón de ellos no votó o no salió a votar, mientras que quienes se manifestaron por el No se acercan mucho a la cantidad de votos que logró Zuluaga.

La abstención volvió a ganar

La polarización no fue la única situación que afectó el resultado final del plebiscito; la histórica apatía de los colombianos volvió a ser determinante en el rumbo que tomará el país especialmente con la implementación de lo acordado con la guerrilla: hacia ningún lado, por ahora. Según las cifras de las Registraduría Nacional del Estado Civil -órgano que realizó el conteo-, el techo de los 14 millones de votos ni siquiera se alcanzó sumando el total de los depositados en las urnas: 13.066.047.

Cerca de 34,9 millones de colombianos estaban llamados a participar en la decisión de apoyar o no lo acordado con la guerrilla el pasado 26 de septiembre en Cartagena, pero no todos acudieron a ese llamado: apenas votó el 37,43 por ciento de los convocados, poco más de 13 millones de personas: las 21 millones  restantes o se quedaron en casa o salieron a pasear.

Para Nicolás Peña, investigador del Observatorio de Paz y Conflicto de la Universidad Nacional, consultado por este medio, la legitimidad de este proceso ni siquiera iba a quedar asegurada si ganaba el Sí por un estrecho margen, “era necesaria una diferencia abrumadora”; cosa que no ocurre con la victoria del No, porque no solo logró imponerse por muy poco, también logró minar la confianza de los colombianos en el acordado.  

Un dato interesante, aunque probablemente irrelevante en términos de legitimidad, es que 170.946 votos fueron anulados y 86.000 depositados no fueron marcados con ninguna opción. 

¿Y ahora qué?

La enconada oposición del expresidente Álvaro Uribe y otros sectores de derecha representados por varias congregaciones religiosas y el exprocurador general de la Nación, Alejandro Ordóñez, le dio paso al chiste popular que decía que “después de hacer la paz con las FARC, Santos tendría que sentarse a hacer lo mismo con Uribe”.  

Ese chiste se convirtió en realidad y ahora el presidente Santos nombró a un equipo de negociadores -encabezado por el jefe de su equipo negociador con las FARC, Humberto de la Calle- para sentarse a hablar con el uribismo y buscar la unidad que el pueblo colombiano necesita de cara a lograr ponerle punto final a la solución violenta de las diferencias políticas.

Por ahora, las primeras propuestas del uribismo en torno al acuerdo han sorprendido a propios y extraños. Tras años de oponerse a presuntas amnistías y participación política de exguerrilleros, el expresidente Uribe propuso amnistiar a los guerrilleros rasos que no hayan cometido delitos de lesa humanidad y darles penas alternativas (de hasta ocho años) a los cabecillas responsables de esta clase de crímenes, mientras que su exvicepresidente, Francisco Santos, pidió garantías de seguridad y políticas para las FARC. 

Si antes del domingo Colombia era un país que se tambaleaba en el limbo de la guerra, hoy parte de su sociedad no ve muy claro cómo salir del que se configuró a partir de los resultados del plebliscito. ¿Qué pasará ahora? ¿Habrá renegociación con las FARC? ¿Se abrirá la puerta de una asamblea constituyente? Por ahora, ambas partes han ratificado que quieren la paz, ahora toca negociar con una tercera: la derecha colombiana.