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Migrantes hondureños caminan hacia la ciudad de Tapachula, trayecto obligado rumbo a su objetivo, Estados Unidos, el 21 de octubre de 2018, tras haber logrado instalarse en Ciudad Cuauhtémoc, en el estado de Chiapas (México), luego de derribar la valla de acero de la línea fronteriza entre Guatemala y México. EFE
Migrantes hondureños caminan hacia la ciudad de Tapachula, trayecto obligado rumbo a su objetivo, Estados Unidos, el 21 de octubre de 2018, tras haber logrado instalarse en Ciudad Cuauhtémoc, en el estado de Chiapas (México), luego de derribar la valla…

Un éxodo migratorio ‘Made in Washington’

Sigue la crueldad de la Casa Blanca frente al "grito desesperado de otros seres humanos".

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No debería ser demasiado pedir alguna compasión y un poco de justicia por parte del “líder del mundo libre”.

Sin embargo, con su burda manipulación de la caravana migratoria, una verdadera crisis humanitaria, el presidente Donald Trump demuestra una vez más que esos conceptos le son tan ajenos como la decencia más elemental. El supuesto “líder del mundo libre” es en realidad un payaso peligroso y aterrador.

“Lamentablemente, parece que la policía y los militares de México no pueden detener la Caravana que se dirige a la frontera sur de los Estados Unidos”, afirmó Trump falsamente en un tweet temprano en la mañana del lunes. “Hay delincuentes y gente desconocida del Medio Oriente mezclados en ella. He alertado a la Patrulla Fronteriza y al Ejército de que se trata de una Emergencia Nacional. ¡Se deben cambiar las leyes!”

Sin embargo, todos los testigos y todos los reporteros que cubren el peligroso viaje de los aproximadamente 7,000 centroamericanos, la mayoría de ellos de Honduras, no han visto ninguna actividad criminal o gente del Medio Oriente, solo hombres y mujeres desesperadamente pobres, familias aterrorizadas ansiosas por salvar la vida de sus hijos, que intentan huir de la violencia y la pobreza que asola a su país. Los testigos han percibido también determinación y esperanza en medio del incierto viaje de los migrantes.

“Esto no es una ‘caravana’, que parecería indicar que es una caminata divertida”, dijo Susanne Ramírez de Arellano, periodista y escritora de Nueva York. “Este es un grito desesperado de otros seres humanos”.

Ramírez de Arellano tiene razón, por supuesto. Es absolutamente despreciable que el presidente del país más poderoso del mundo difame a los manifestantes para inflamar a sus partidarios ignorantes y racistas unos días antes de las elecciones de mitad de período. La honestidad es otra de esas virtudes que este presidente vacío de valores morales no conoce.

Es de un cinismo inaudito que, mientras Trump condena a la caravana como una “invasión” y amenaza con cortar la “ayuda” a Honduras, Guatemala y El Salvador, han sido las intervenciones militares de los Estados Unidos, el apoyo a golpes de estado, el narcotráfico y las políticas abusivas y explotadoras las que, en gran medida, han creado las terribles condiciones en Centroamérica que hacen que su gente emprenda jornadas de vida o muerte.

Obviamente, para Trump, como lo fue para el expresidente Obama, la terrible brutalidad en países con algunas de las tasas de homicidios más altas del mundo no es razón suficiente para que esta nación, que se autoproclama campeona de los derechos humanos, ofrezca su protección a gente aterrorizada.

Que los Estados Unidos, al financiar conflictos armados devastadores durante la Guerra Fría y apoyar a gobiernos ilegítimos y criminales, tiene una gran responsabilidad histórica en la creación de las condiciones actuales en Honduras, El Salvador y Guatemala que fuerzan a sus pueblos a escapar, no parece importarle a esta administración que ha hecho de la crueldad su política de inmigración. Que gran parte de la brutalidad actual en esos países esté alimentada por la existencia de un mercado de drogas ilegales de miles de millones de dólares en los Estados Unidos, tampoco es una preocupación para esta administración.

Es difícil encontrar una medida más estúpida o más despiadada que la de recortar la ayuda a Honduras, El Salvador y Guatemala como castigo por no “controlar” a su gente.

¿No se da cuenta Trump de que, al empeorar las ya terribles condiciones de esos países, el número de personas que huyen para salvarse a sí mismos y a sus hijos de la pobreza, la violencia y la desesperanza crecerá inconteniblemente? ¿No entiende Trump que las personas desesperadas harán lo que sea necesario para proteger el más básico de los derechos humanos: el derecho a la vida?

¿El payaso siniestro en la Casa Blanca no comprende que ningún muro fronterizo, ninguna política de inmigración por cruel que sea, ninguna medida represiva podrá detener un éxodo de su propia creación y sobre el cual los Estados Unidos no puede ocultar su responsabilidad moral?

No es sorprendente que el apoyo vergonzoso que Honduras y Guatemala dieran a trasladar la embajada de Estados Unidos en Israel a Jerusalén, una medida rechazada casi universalmente, no haya tenido ningún efecto en el cruel desprecio de Trump por el sufrimiento de sus pueblos.

Solo Dios sabe lo que les aguarda a los miles de seres humanos que integran la caravana y que emprendieron un viaje en busca de seguridad y futuro. Pero, desafortunadamente, nada bueno se puede esperar de la camarilla racista que ocupa Washington.