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Kavanaugh aseguró ante los senadores que las acusaciones vertidas contra él por su supuesta víctima, Christine Blasey Ford, son “una vergüenza nacional”. EFE
Kavanaugh aseguró ante los senadores que las acusaciones vertidas contra él por su supuesta víctima, Christine Blasey Ford, son “una vergüenza nacional”. EFE

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Sea quien sea, ya conocemos lo suficiente sobre él como para saber que no podemos esperar que con todo su lloriqueo y su arrogancia haga lo correcto y le pida disculpas a Christine Blasey Ford, y mucho menos retire su nominación a la corte más alta de la nación. Eso nunca sucederá, porque Kavanaugh -junto con Donald Trump, Lindsey Graham y otros por el estilo- pertenece al club blanco, masculino y rico de aquellos que creen que se lo merecen todo y que pueden salirse siempre con la suya. Su repelente actuación durante las audiencias del Senado lo dejó muy claro.

Sin embargo, a pesar de que una investigación del FBI -que Ford pidió, y Kavanaugh y el Partido Republicano no querían- se ha presentado como la clave para conocer al verdadero Kavanaugh, ese que se esconde detrás de su imagen de boy scout venido a menos, hay un gran problema. Y no, no estoy hablando de la restricción de tiempo de una semana o las “limitaciones” impuestas a los esfuerzos del FBI por parte de la Casa Blanca, ambos enormes obstáculos en sí mismos. Como dijera el Senador del Partido Republicano Jeff Flake, quien forzó la investigación del FBI sobre las objeciones de su propio partido: “No sirve de nada tener una investigación que simplemente sirva para mayor encubrimiento”.

A lo que me refiero es a la clara contradicción que sería para Trump aceptar como válidos los hallazgos del FBI, en caso de que prueben lo que la mayoría de la gente ya sabe: Kavanaugh no debe convertirse en juez de la Corte Suprema. Después de todo, el presidente ha llevado a cabo una campaña implacable contra la credibilidad del Departamento de Justicia y el FBI, cuya reputación ha dicho está “hecha jirones”.

“Es una pena lo que sucedió con el FBI, pero vamos a reconstruir el FBI. Será más grande y mejor que nunca”, dijo Trump recientemente a la prensa.

Durante una conferencia de prensa en la Casa Blanca el lunes, el envejeciente exactor expresó su solidaridad con Kavanaugh quien, según él, ha sufrido un “trauma”. CNN también informó que, en privado “(Trump) expresó su preocupación por cómo una nominación fallida lo afectará políticamente y acusó a algunos ayudantes de no enfrentar la crisis adecuadamente”.

Conociendo su modus operandi, no es descabellado pensar que Trump podría fácilmente “encontrar fallas” en la investigación del FBI y descartarla como un caso más del supuesto prejuicio de la agencia contra él.

Si sucede, las protestas serán muchas y masivas, con las mujeres, cansadas de los abusos y la falta de respeto, llevando la voz cantante.

En la misma conferencia de prensa de la Casa Blanca, mostrando una vez más que cuando se trata de mujeres es solo un personaje burdo y chocante sin consideración por los sentimientos, el intelecto o incluso la humanidad de estas, Trump insultó a una reportera latina, Cecilia Vega, la corresponsal de la Casa Blanca de ABC News.

“No estás pensando. Nunca lo haces”, le dijo en el tono de matón que lo caracteriza, cuando ella trataba de hacerle una pregunta.

Insultar a las mujeres no es nada nuevo para el presidente de la nación, un depredador sexual confeso que, como era de esperarse, ha enarbolado la bandera de la defensa de su candidato a la Corte Suprema, el sospechoso de abuso sexual Brett Kavanaugh.

“Esto es absolutamente absurdo y es el ejemplo más reciente no solo del desprecio del presidente por los periodistas, sino de su prejuicio hacia las mujeres”, dijo en Facebook Hugo Balta, presidente de la Asociación Nacional de Periodistas Hispanos, refiriéndose al insulto de Trump a Vega.

Increíblemente, hay quien trata de justificarlo: “esto siempre ha sido así”, dicen. Quizás, pero después del 6 de noviembre, si salimos a votar, podemos lograr que deje de serlo. Al diablo con los abusadores y sus cómplices.