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Resistir un estereotipo por Romney

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El autor amerindio Sherman Alexie, "El indio más fuerte del mundo", hizo una vez este sabio comentario: "No hagan honor a sus estereotipos".  Nadie podría…

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El autor amerindio Sherman Alexie, "El indio más fuerte del mundo", hizo una vez este sabio comentario: "No hagan honor a sus estereotipos". 

Nadie podría acusar a Manuel Guerra Casas de caer en eso. Durante años ha luchado contra leyes perjudiciales para los inmigrantes, como la denominada "papeles, por favor" en Arizona, y a favor de la aprobación de la Ley DREAM. Casas, tal como dice el famoso eslogan, es "indocumentado [y se muestra] impávido". Pero más que nada, no apoya al presidente Obama —de hecho, es un defensor activo y elocuente de Mitt Romney. 

"Algunos me llaman loco y, sí, es difícil comprender ser indocumentado y apoyar al candidato de la auto-deportación y en contra de la amnistía para inmigrantes — va bastante en contra de mi sueño", expresa Casas, un jardinero de 28 años de Port Lucie, Florida. "Pero, sí, apoyo a Mitt Romney como presidente de Estados Unidos, aunque él no desea que yo contribuya y sirva a este país". 

Casas dice que a pesar de su categoría migratoria, acude a las concentraciones y reuniones comunitarias de Romney para apoyar al ex gobernador de Massachusetts. 

"Veo a todos mis amigos que trabajan para la campaña de Barack Obama, pidiendo a los demás que prometan su voto y yo hago lo mismo —hablo con inmigrantes compañeros de trabajo, les cuento sobre Obama", dice Casas, que ha vivido en Estados Unidos 12 años. "Al principio no están de acuerdo, pero después de que les hablo sobre las deportaciones masivas, el programa de Comunidades Seguras, sobre cómo ni siquiera presentó un proyecto de ley migratoria en el Congreso, la gente comienza a escucharme."

Para que no piensen que hice un llamado al marginado más extraño de esta temporada electoral, o que respondí al señuelo de algún individuo de la campaña de Romney, juro que tuve simplemente un momento de asombro cuando vi el tweet de Casas frente a mi timeline, la semana pasada: "Por qué me parece que @andersoncooper #CNN @jorgeramos @MariaESalinas desean que #Obama gane. Yo no. Soy #Indocumentado #Romney."

Casas dice que pasa mucho tiempo explicando a la gente que él no odia a los inmigrantes ni a sí mismo, que no es "un traidor a su pueblo" y que no ha vendido su alma al diablo. 

"Es bastante simple," dice, "El asunto de la inmigración es un interés personal. Y aunque es muy importante para mí, también lo es mi fe. Hay que observar el panorama más amplio —hay otras cosas importantes en peligro en esta elección, otros desafíos aparte de la inmigración. Está la libertad de culto y los valores, principios y moral que crearon los cimientos de este país". 

Un acérrimo defensor pro-vida, Casas tiene mucho en común con los hispanos protestantes evangélicos que representan sólo el 16 por ciento de los electores latinos registrados, según un reciente estudio del Pew Hispanic Center. Sólo el 39 por ciento de esos electores apoya a Romney. 

"Hay mucha gente de todo el país que me envía mensajes de que apoyan al gobernador Romney y sé que no quieren publicarlo en mi Facebook ni decirlo en voz alta porque son indocumentados y no quieren manifestarse porque les pegarán un puñetazo en la cara inmediatamente", dijo Casas. 

"Pero otros seguidores de Romney indocumentados son como yo, vieron que la Ley DREAM fracasó porque no hubo suficientes demócratas que votaran a favor de ella y saben que todo es un juego político —algunos demócratas no quieren la inmigración para poder utilizarla contra los republicanos en cada elección. Creemos que Romney habla sobre la auto-deportación para satisfacer a su base conservadora, pero si hay alguien que puede hacer algo para los inmigrantes, va a ser el gobernador Romney. En eso pongo mi fe y mi esperanza". 

No es una opinión popular, ni tampoco creo que sea omnipresente. En realidad, es probablemente la excepción que confirma la regla, pero es sumamente estadounidense. Y sólo en el loco mosaico de Estados Unidos, compuesto por viejos y nuevos peregrinos, se puede encontrar al miembro de un grupo marginado, feliz de soportar humillación pública y amenazas personales para ser parte de un proceso político, que muchos ignoran aunque tienen derecho a participar en él.