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El primer ministro chino dijo que China está comprometida con la apertura de su economía, aunque el proceso se llevará a cabo gradualmente.
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El presidente Trump ha adoptado una política de retiro del mundo y ha abierto un espacio que será llenado ansiosamente por el partido comunista de China.

Trump recriminó a China en el período de campaña, bramando que estaba “violando” a Estados Unidos. Juró etiquetarlo como un manipulador de divisas en su primer día de ejercicio. Sin embargo, en su primera interacción con Beijing, cedió. Semanas luego de su elección, Trump especuló que podría mejorar sus relaciones con Taiwán. En respuesta, el presidente Xi suspendió todos los contactos entre Beijing y Washington en todos los temas y demandó que Trump debería revertirse, lo cual es lo que sucedió exactamente. (Tal vez casualmente, unas pocas semanas más tarde, el gobierno chino otorgó a la organización Trump decenas de derechos de marcas en China, con una agilidad y en una escala que sorprendió a muchos expertos).

La visión de la administración Trump para la desconexión de Estados Unidos del mundo es una bendición para China. Observemos el presupuesto propuesto por Trump, que cortaría el gasto en “poder blando”, desde la diplomacia y ayuda extranjera a fondos para organizaciones internacionales, en un 28 por ciento. Beijing, por contraste, ha triplicado el presupuesto de su Ministerio de Relaciones Exteriores en la última década. Y eso no incluye su gasto masivo en la ayuda y en el desarrollo alrededor de Asia y África. Solo en el conteo de alguno de los principales compromisos de desarrollo de Beijing, David Shambaugh de la universidad George Washington estima el total de U$S1.4 billones, en comparación con el plan Marshall, que en los dólares actuales costaría cerca de U$S100 mil millones.

Resulta importante la fuerza diplomática creciente de China. Un jefe de gobierno asiático me explicó recientemente que en cada conferencia regional: “Washington envía una pareja de diplomáticos mientras que Beijing envía docenas. Los chinos están allí en cada reunión de la comisión y ustedes no lo están”. El resultado, explicó, es que Beijing cada vez más configura la agenda asiática.

La administración Trump desea escatimar en la financiación estadounidense para las Naciones Unidas. Esto es música para los oídos chinos. Bejing ha estado intentando ganar influencia en el cuerpo global por años. Ha aumentado su financiación para las Naciones Unidas de manera universal y seguramente estaría encantada de atender el trabajo mientras Estados Unidos se retira. China ya ha alcanzado a ser el segundo proveedor de fondos más grande para las operaciones de mantenimiento de paz de las Naciones Unidas y, tal como observa Colum Lynch de la revista Foreign Policy, Beijing posee más pacificadores que los otros cuatro miembros permanentes del Consejo de Seguridad juntos. Por supuesto, a cambio de esto, China obtendrá una mayor influencia, desde los nombramientos claves hasta los cambios en la política en todo el sistema de las Naciones Unidas.

La primera acción relevante de la administración Trump fue retirar a Estados Unidos de la Alianza Transpacífica, un tratado que hubiese abierto economías cerradas desde hace tiempo como Japón y Vietnam, pero también hubiese creado un bloc que podría enfrentar la dominación en aumento de China en el comercio y en la economía en Asia. La Alianza Transpacífica fue, de acuerdo a las palabras del primer ministro de Singapur Lee Hsien Loong “una prueba decisiva” de la credibilidad de Estados Unidos en Asia. Con el retiro de Washington, incluso aliados firmemente pros estadounidenses como Australia ahora están cubriendo sus apuestas. El primer ministro de Australia, Malcolm Turnbull, ha aumentado la posibilidad de China de unirse a la Alianza Transpacífica, esencialmente convirtiendo a un grupo que estaba destinado a ser un freno contra China en un brazo más de la influencia china.

El rol mundial de Estados Unidos siempre ha significado estar en los últimos adelantos en la ciencia, la educación y en la cultura. Una vez más, Washington está reduciéndose mientras Beijing crece. En el presupuesto propuesto por Trump, los Institutos Nacionales de la Salud, la NASA y los laboratorios nacionales enfrentan cortes paralizantes, tal como lo harán varios programas de intercambio educativos y de becas que han traído a generaciones de jóvenes líderes a Estados Unidos para ser entrenados y expuestos a este país y a sus valores. Bejing, mientras tanto, ha continuado expandiendo “institutos de Confucio” alrededor del mundo y actualmente ofrece 20,000 becas para que estudiantes extranjeros viajen a China. Su financiación para la gran ciencia se expande cada año. El telescopio más grande del mundo se encuentra ahora en China, no en Estados Unidos.

La administración Trump desea un ejército mayor. No obstante, esto nunca ha sido cómo China ha buscado competir con la potencia estadounidense. Los líderes chinos me han comentado que esta era la estrategia soviética durante la Guerra Fría, que falló miserablemente. La implicación era: Dejen que Washington desperdicie sus recursos en el Pentágono, mientras Beijing se enfocaría en la economía, en la tecnología y en el poder blando.

El Nuevo Asesor sobre Seguridad Nacional de Trump, H. R. McMaster, una vez remarcó que intentar luchar contra Estados Unidos simétricamente, tanque por tanque, era “estúpido”. La estrategia astuta sería una asimétrica. Los chinos parecen comprenderlo.

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