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El objetivo de Trump, dijo Clinton, es “que Estados Unidos vuelva a odiar otra vez”. Después de todo, agregó, observen el malicioso manejo del tema de la inmigración por parte del republicano. EFE
 
 

OP-ED: Para juzgar a Clinton en inmigración, observen de quién se rodea

Durante un reciente discurso ante un público en su mayor parte hispano, en Reno, Nevada, Hillary Clinton criticó a Donald Trump por propagar “prejuicios y paranoia”. La candidata demócrata, utilizó un refrán mexicano, que esencialmente equivale a decir que uno es culpable por asociación.

“Hay un viejo proverbio mexicano que dice: Dime con quién andas y te diré quién eres”, expresó a sus seguidores.

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Durante un reciente discurso ante un público en su mayor parte hispano, en Reno, Nevada, Hillary Clinton criticó a Donald Trump por propagar “prejuicios y paranoia”. La candidata demócrata, utilizó un refrán mexicano, que esencialmente equivale a decir que uno es culpable por asociación.

“Hay un viejo proverbio mexicano que dice: Dime con quién andas y te diré quién eres”, expresó a sus seguidores.

El objetivo de Trump, dijo Clinton, es “que Estados Unidos vuelva a odiar otra vez”. Después de todo, agregó, observen el malicioso manejo del tema de la inmigración por parte del republicano.

Todo eso es cierto. Pero el problema es que Clinton no es la persona indicada para juzgar a los demás por la compañía que escogen--especialmente en el asunto de la inmigración, donde sus manos están lejos de estar limpias. Observen sólo a algunos de sus asociados más cercanos:

--El alcalde de Chicago, Rahm Emanuel es un amigo de larga data y fue un alto asesor de Bill Clinton. Emanuel apoyó la campaña presidencial de Hillary Clinton en 2014, antes de que se lanzara. No es de sorprender que CNN, este año, dijera “pocas personas son más allegadas a los Clinton que Emanuel.”

En los años 90, mientras trabajaba en la Casa Blanca, Emanuel urgió a Bill Clinton a ser duro en cuanto al cumplimiento de la ley de inmigración, como Richard Nixon lo fuera con la criminalidad--con el mismo objetivo de atraer votos blancos. En 2006, mientras servía en el Congreso, Emanuel ayudó a los demócratas a recuperar la Cámara de Representantes. Todo lo que los demócratas tenían que hacer para mantenerla, se convenció, era postergar el tema de la inmigración lo suficiente como para que quedara olvidado. Expresó a legisladores hispanos que el asunto era “fulminante”. Lo tocas, y mueres.

Uno de esos legisladores, el representante Luis Gutiérrez, demócrata por Illinois, más tarde apoyó a adversarios de Emanuel en la contienda por la alcaldía de Chicago en 2011, y hasta hizo un anuncio en que acusaba a su ex colega por el hecho de que el Congreso nunca lograra la reforma migratoria integral.

Si tuviéramos que dar calificaciones por la forma en que se manejó el asunto de la inmigración, Emanuel se sacaría una “D”.

--Después, está el marido de Hillary, el ex presidente que adoptó el cínico consejo de Emanuel de escalar las deportaciones a fin de atraer a electores blancos.

Bill Clinton también militarizó la frontera mexicano-americana al aumentar la cantidad de cercas y agentes de la Patrulla Fronteriza en tres puntos diferentes--en California, Arizona y Texas. Los activistas de los derechos humanos que trabajan en la frontera dicen que la campaña condujo a innumerables muertes, ya que los inmigrantes fueron encauzados a cruzar por montañas y desiertos.

Finalmente, Clinton firmó la Ley de Reforma de la Inmigración Ilegal y Responsabilidad del Inmigrante de 1996, que facilitó la deportación de individuos y dificultó su reingreso legal, al prohibir el reingreso en los 10 años posteriores a una deportación. Esa terrible ley es algo con que los abogados de inmigración deben batallar todos los días.

La calificación de Bill Clinton: “D-.”

--Finalmente, está el presidente Obama, en cuya administración Hillary Clinton se desempeñó como secretaria de Estado. Obama rápidamente quebró su promesa de la campaña de convertir la reforma migratoria en alta prioridad y, en sus dos períodos, deportó a casi 3 millones de personas, destruyó cientos de miles de familias y envió a casas de acogida a decenas de miles de niños nacidos en Estados Unidos, cuyos padres fueron deportados. Resistió durante tres años a los reformistas que le imploraban que utilizara su poder ejecutivo para detener las deportaciones, negando que tenía ese poder. Obama milagrosamente descubrió esa autoridad en 2012, cuando se presentó a reelección y necesitó reactivar a los electores latinos; y realizó un descubrimiento similar en 2014, cuando intentó ayudar a miembros demócratas del Congreso en las elecciones de mitad de período.

El presidente también afirmó que su gobierno estaba deportando a delincuentes y “miembros de maras” cuando la revisión de sus datos mostraba lo contrario. Finalmente, Obama sacó del país a decenas de miles de refugiados de América Central--en su mayoría mujeres y niños--y encarceló a miles más indefinidamente en centros de detención, en su mayor parte sin el debido proceso. Y Obama trató de cubrir sus crímenes de lesa humanidad acusando a los republicanos de los males que su gobierno llevó a cabo.

La calificación de Obama: “F”.

Esos charlatanes son los amiguitos de Hillary Clinton. Anda con ellos. Por lo tanto--según ese proverbio mexicano que tanto le gusta--eso debería decirnos, exactamente, quién es ella.