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Geoff Fearns, un pasajero con billete en primera clase para hacer el trayecto entre Hawai y California la semana pasada, asegura que fue amenazado por United Airlines con ser esposado si no abandonaba el vuelo por otro suceso de sobreventa de pasajes, informó el diario Los Angeles Times. EFE
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Tal como propuso el economista de Harvard, Greg Mankiw en su blog, la solución es simple: Hacer que las aerolíneas paguen cuando sobrevenden. Cuando lo hacen, “deben sufrir plenamente las consecuencias. Se les debe requerir [por reglamentaciones gubernamentales] que sigan subiendo la recompensa ofrecida hasta que un voluntario ceda su asiento,” escribe Mankiw. “Si 800 dólares no funcionan, prueben con 1.600 dólares o 8.000 dólares.” 

Mankiw agrega, en forma algo gratuita, que él está “seguro de que aparecerán voluntarios a medida que el precio suba.” 

El problema fundamental es que las aerolíneas venden—o comprometen—más asientos de los que tienen. El objeto es comprar de vuelta asientos que no existen. 

Consideremos un ejemplo simple. 

Supongamos que la aerolínea tiene 100 asientos y vendió 104 pasajes. Bajo la propuesta de Mankiw, la línea aérea debería ofrecer a los pasajeros suficiente dinero para que cuatro de ellos decidieran tomar el dinero, o alguna combinación de un pasaje gratis y dinero en efectivo. Supongamos que dos pasajeros piden 1.000 dólares más un pasaje gratis, un tercero acepta una compra de 1.200 dólares y el último acuerda un precio de 1.500 dólares. 

Yo modificaría algo la propuesta de Mankiw requiriendo que todos los pasajeros que no vuelan reciban el precio más alto. En este caso, 1.500 dólares. (No está claro qué opina Mankiw sobre este asunto.) Entonces el costo total de la línea aérea sería 6.000 dólares, más el costo de vales para nuevos pasajes. También pondría un límite máximo para cada pasajero, calculado como algún múltiplo de un precio de pasaje entero, pero sería alto. 

Ese sistema modificaría las actuales regulaciones gubernamentales que, según el columnista de viajes del Wall Street Journal, Scott McCartney, dan a los pasajeros “pocos derechos”. Si se les pide que salgan del avión, deben obedecer por razones de seguridad. Bajo ciertas circunstancias, los pasajeros a quienes dejan sin volar, tienen derecho a vales y al costo de un hotel. Bajo mi propuesta (presuntamente la de Mankiw), la obligación de seguridad seguiría existiendo, pero no se extendería a los pasajeros que no volaran por sobreventa. 

Lo que tenemos aquí es un buen ejemplo de cómo las regulaciones gubernamentales sobre sobreventas—adoptadas por el Departamento de Transporte—podría avanzar una solución de libre-mercado—creando un sistema de subasta para equilibrar el número de pasajeros con el número de asientos. Obligar a las líneas aéreas a pagar más por sobreventas casi con seguridad causaría que fueran más cuidadosas con sus reservas, y también compensaría adecuadamente a los pasajeros a los que se causó molestias.

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